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https://doi.org/10.17163soph.n38.2025.09
los modelos CientífiCos Como herramientas ePistÉmiCas
abstraCtas Para aPrender a razonar
Scientific Models as Abstract Epistemic Tools
for Learning how to Reason
J B B C*
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea,
Donostia, San Sebastián, España
juanbautista.bengoechea@ehu.eus
https://orcid.org/0000-0003-1158-1122
Forma sugerida de citar: Bengoetxea Cousillas, Juan Bautista (2025). Los modelos científicos como herramientas
epistémicas abstractas para aprender a razonar. Sophia, Colección de Filosofía de
la Educación, (38), pp. 295-321.
Resumen
La variedad de metodologías científicas dedicadas a obtener conocimiento, generar creencias y motivar
la acción es amplia. La filosofía de la ciencia y de la educación ha valorado críticamente las virtudes de los
diversos métodos científicos, en especial de los inductivos y deductivos. Sin embargo, la aparición de nuevos
procedimientos vinculados a ciencias no académicas ha promovido el desarrollo de nuevas perspectivas
reflexivas que analicen dichas virtudes. Desde los métodos controlados aleatorios hasta los procedimientos
epidemiológicos o clínicos, la filosofía ha examinado las virtudes y también los defectos de su puesta en práctica.
El presente artículo asume que la modelación basada en evidencias empíricas es una práctica de alto interés en
lingüística. Con el fin de sustanciar tal asunción, se comparan dos enfoques filosóficos de la modelación científica
distinguidos por sus respectivas líneas de investigación en torno a la noción de representación: el representacional
y el pragmático. Los enfoques se ilustran posteriormente con un caso de la lingüística denominado análisis
sintáctico del lenguaje, dirigido a examinar muestras particulares recogidas como evidencias en fases iniciales
de la modelación experimental. Como conclusión, se enfatiza que ambos enfoques filosóficos aportan elementos
analíticos realmente pertinentes para el tipo de razonamiento científico que pivota en torno a modelos y cuyo
alcance en la enseñanza de las ciencias puede resultar de gran interés práctico.
Palabras clave
Modelación científica, representación, lenguaje, educación, pragmática, herramienta epistémica.
* Doctor y profesor titular de Lógica y Filosofía de la Ciencia por la Universidad del País Vasco/
Euskal Herriko Unibertsitatea, así como miembro del Laboratorio de Investigación en Comple-
jidad y Lingüística Experimental (LICLE) de la Universitat de les Illes Balears (UIB). Ha publi-
cado recientemente en revistas internacionales como Revista Iberoamericana de CTS (2024),
Principia: An International Journal of Epistemology (2024), Azafea (2022), Veritas (2023), Ma-
nuscrito (2021) y Revista Portuguesa de Filosoa (2021). Google Académico: https://scholar.
google.com/citations?user=OocOb_oAAAAJ&hl=es
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Los modelos cientícos como herramientas epistémicas abstractas para aprender a razonar
Scientic Models as Abstract Epistemic Tools for Learning how to Reason
Abstract
e variety of scientific methodologies aimed at obtaining knowledge, generating beliefs,
and promoting action is very wide. Both philosophy of science and science education have
been concerned with critically assessing the virtues of the various scientific methods, especially
the inductive and deductive ones. However, the emergence of new procedures specific to non-
academic sciences has encouraged the development of new reflective perspectives that can analyze
those virtues. From randomized controlled trials to epidemiological or clinical procedures, the
Philosophy of Science has been concerned with examining the virtues and also the defects of their
practical set-up. e article assumes that modeling based on empirical evidence is a practice of high
interest in linguistics. In order to substantiate this assumption, two philosophical approaches to
scientific modeling distinguished by their respective research lines on the notion of representation
are compared: the Representational and the Pragmatic. ese accounts are then illustrated with a
brief case taken from linguistics called “language parsing”, aimed at examining several particular
samples collected as evidence in early stages of experimental modeling. By way of conclusion, it is
emphasized that both philosophical accounts provide analytical elements that are relevant for the
kind of scientific reasoning around models and whose scope in science education may be of great
practical interest.
Keywords
Scientific Modeling, Representation, Language, Education, Pragmatics, Epistemic Tool.
Introducción
La diversidad metodológica en los ámbitos epistémicos y educativos es
un hecho que la filosofía, especialmente la filosofía de la ciencia, ha ana-
lizado durante las últimas décadas. El método inductivo, siempre impor-
tante en la vida cotidiana y en las fases no tan teóricamente avanzadas
de la ciencia empírica, presenta cierta incapacidad para crear conceptos
nuevos y no puramente empíricos (Bunge, 1963, p. 141). Las alternati-
vas deductiva y abductiva se han convertido en ingredientes clave para
comprender los tipos de argumentación en epistemología y en los ám-
bitos educativos, pero comportan sus propias debilidades. Todas estas
propuestas son copartícipes de los nuevos métodos y procedimientos de
obtención y creación de creencias y conocimiento, ya que, como es bien
sabido, la inducción se emplea al formular ciertas hipótesis —formales o
fácticas— en ciencia y a la hora de validar las teorías fácticas. Como se-
ñalaba Bunge (1963, p. 149), la mera mención de la inferencia estadística
debería ser suficiente.1
Los procedimientos epistémicos actualizados a las nuevas ne-
cesidades científicas y tecnológicas son, como decíamos, diversos. En
medicina (Sackett et al., 1996), farmacología, nutrición (Bengoetxea &
Todt, 2021) o educación (Cartwright, 2015; Cartwright & Hardy, 2012),
amén de en casi todas las ciencias reguladoras, es habitual recurrir a
procedimientos basados en evidencias y que emplean herramientas
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formales de inferencia. Cuentan con sus propias jerarquías metodoló-
gicas (organizadas en función de su fiabilidad y de otros valores epis-
témicos) y con sus normas predilectas. Un procedimiento crucial es el
denominado ensayo controlado aleatorizado o ensayo clínico (RCT,
en inglés), enraizado inicialmente en la experimentación en medicina
y farmacología, aunque extendido a otros ámbitos. En un contexto así
caracterizado, es importante distinguir las ciencias más tradicionales o
académicas, en las cuales las condiciones de estudio y conocimiento se
aproximan más a estándares experimentales de laboratorio, de las cien-
cias orientadas a la toma de decisiones, a veces denominadas ciencias
reguladoras o ciencias orientadas a la toma de decisiones (Bengoet-
xea & Todt, 2021, p. 43). Ambos ámbitos son básicos para obtener co-
nocimiento, proyectar creencias y motivar acciones que, cuando menos,
puedan ser caracterizadas como razonables.2 La metodología dirigida a
obtener conocimiento en ciencia, como señalábamos, no solo es induc-
tiva, aunque esta sea habitual en la ciencia empírica. Incidir en esto en
las aulas parece ser un aspecto pedagógico crucial en una época en la
que el escepticismo infundado y los diversos “negacionismos avanzan a
su antojo, tal y como, por ejemplo, muestra acertadamente Adrian Bar-
don (2020) mediante su estudio del razonamiento motivado vincula-
do a las creencias y a las actitudes del “negar”.
Por el contrario, la configuración experimental idealizada de los
RCT no parece ser una base suficiente para tomar decisiones regulatorias
definitivas. Ya se han detectado ciertas carencias procedimentales (Trus-
swell, 2001), amén de un sesgo fuertemente reduccionista que insiste en la
primacía de la experimentación RCT como ideal aplicable a todo ámbito
de investigación. Esto genera un problema práctico (muchos RCT no son
viables) que nos obliga a sugerir alternativas metodológicas aplicables a
otros ámbitos del conocimiento. Un objetivo directo de este texto es mos-
trar un procedimiento metodológico relacionado con las operaciones de
modelar y razonar, especialmente en el ámbito de la lingüística. Para su
posible elucidación, proponemos analizarlo con el fin de entender la gene-
ración de conocimiento y ciertas formas de razonamiento en este ámbito
de las ciencias humanas. Lo denominaremos “razonamiento basado en la
modelación. Los modelos, también los científicos, pueden ser de muchos
y diversos tipos (materiales, abstractos, a escala, analógicos, etc.). En este
texto, partimos de una noción general, según la cual, un modelo es aque-
lla herramienta construida por los científicos con la cual la teoría (sus
leyes, sus principios, sus conceptos) se pone en contacto (por mediación
e interacción) con el ámbito empírico del que trata, con el fin de actuar
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sobre este o aprender de este representacionalmente. Subyace a esto, ante
todo, la noción mediadora de modelación que encontramos en Morgan
y Morrison (1999) y en las propuestas de Nancy Cartwright (2022). Esta
idea de razonar en términos de modelación exigirá confrontar y analizar
dos concepciones epistemológicas fundamentales en los debates actuales,
en el seno de las disciplinas empíricas, la investigación en enseñanza de la
ciencia y la filosofía: el representacional y el pragmático.
La modelación experimental en el estudio del lenguaje es una acti-
vidad de enorme pertinencia en la medida que el lenguaje se ve influido
por diversas funciones cognitivas con un valor crucial para la educación
y la enseñanza, desde la memoria y la percepción hasta el control y la mo-
nitorización del sujeto y las acciones de este. Somos testigos desde hace
décadas de un avance sin precedentes en las hipótesis científicas acerca
de la metodología lingüística (McKinley & Rose, 2020), de modo que,
desde el prisma de la epistemología y de la filosofía de la ciencia, resulta
apremiante examinar este tipo de hipótesis desde un enfoque naturalista
y pragmático (Schulz, 2014), más allá de conjeturar hipótesis de manera
intuitiva (McMullin, 2014). La modelación científica es, por lo tanto, el
tema crucial subyacente al texto. En particular, se trata de la modelación
general elaborada en las disciplinas que se ocupan del estudio del lengua-
je, pero enfocadas desde una perspectiva pragmática que posibilite con-
cebir los modelos como herramientas epistémicas generadas en prácticas
experimentales y cuyo objetivo apunta parcialmente a la mejora de los
procedimientos de aprendizaje en las aulas o en los manuales. Tanto la
comprensión de contenidos materiales (científicos, lingüísticos) como el
aprendizaje de mejores métodos y prácticas de razonamiento constituyen
una empresa imprescindible que alumnos, profesores e investigadores
deberían desarrollar si la enseñanza en ciencias es realmente un objetivo
fundamental de la educación reglada.
En tal sentido, es necesario entender que la práctica científico-lin-
güística es tanto empírica como conceptual (Bunge, 1984, p. 163). Esto
hace interesante procurar indagar acerca de si los datos y las evidencias
experimentales de la adquisición, comprensión y producción de lenguaje
contribuyen o no de alguna manera a la modelación y a sus hipótesis
de trabajo (Baggio et al., 2012; Glymour, 2000). El método presente, por
ello, consistirá en el empleo de ciertos avances de la propia lingüística
empírica con el fin de proponer dos conceptos filosóficos (modelación y
representación) dentro de un marco en el que examinar prácticas cien-
tíficas reales,3 no meramente prototipos idealizados que, supuestamente,
tendrían que respetar” ciertos códigos normativos de la propia filosofía.
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El estudio de dichos conceptos, sobre la base de referencias bibliográficas
vinculadas a ellos, tiene por objetivo final mostrar la validez, importancia
y realidad del uso de modelos científicos para ayudar a enseñar y educar
en las aulas, seminarios y laboratorios.
El texto se estructura en cinco secciones, incluida esta introduc-
ción (sec. 1). En la sec. 2 incidimos en la importancia del estudio de la
modelación en lingüística basado en evidencias (LBE, en adelante), de
carácter empírico y experimental en ocasiones. La sec. 3 está dedicada
a contraponer dos enfoques filosóficos fundamentales de la modelación
científica distinguidos por sus correspondientes tratamientos y usos de la
noción de representación: el representacional y el pragmático. Expone-
mos como aplicación un breve caso de la lingüística (“análisis sintáctico
del lenguaje”) dirigido a examinar la modelación con evidencias y me-
diante herramientas representacionales (sec. 4). La conclusión enfatiza el
interés de los dos enfoques filosóficos desarrollados previamente para el
razonamiento científico basado en modelos y para la enseñanza de las
ciencias (sec. 5).
Datos y evidencias frente a intuiciones en lingüística
Desde mediados del siglo XX, la gramática generativa y la semántica for-
mal comienzan a señalar un aspecto arriesgado de las teorías de la com-
petencia lingüística: estas aparecían rodeadas de un cinturón protector
frente a los datos proporcionados por ciertas disciplinas empíricas (neu-
rociencia, psicología experimental) (Baggio et al., 2012; Derwing, 1979).
Se suponía que la lingüística generativa se ocupaba principalmente de un
modelo específico del habla real —el modelo más general (lenguaje)—
que no atendía a las circunstancias particulares (fisiológicas y sociales)
de las acciones lingüísticas concretas ni a su complejidad (Bunge, 1984,
p. 165). Hoy sabemos que esto no es correcto del todo ni aconsejable.
Chomsky no se opuso a esta objeción y lo que él y otros generativistas
hicieron en realidad fue clarificar y defender que es el componente sintác-
tico (opuesto, por ejemplo, al pragmático) el que más y mejor luz arroja
sobre las características de lo que denominaban “facultad del lenguaje
(Chomsky & Miller, 1963).
Esto no preocupa a la filosofía de la lingüística. Lo que sucede es
que la tensión que siempre ha motivado y fortalecido esta idea de la gra-
mática generativa puede que sea algo problemático en la medida en que
ha inhibido, relativamente, el avance de la lingüística experimental. Dado
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que la lingüística pretende dar cuenta de la competencia conceptualizada
a partir de información acerca de la actuación (performance) —es decir,
mediante registros normalizados de conducta lingüística— los chomskia-
nos aceptaron que dichos datos sí eran pertinentes para la actividad lin-
güística teórica. Ahora bien, lo importante de ello consistía en averiguar
a partir de qué tipo de actuación se podía derivar la base empírica de “las
teorías de la competencia (Baggio et al., 2012, p. 328).
Bajo el prisma generativista, la base probatoria de la lingüística
sería la formada básicamente por juicios introspectivos. Parecía que los
enfoques chomskianos rechazaban las intuiciones propias del hablante
y exigían información performativa con el objetivo de imponer ciertas
constricciones a la teoría de la competencia (Baggio et al., 2012). Que-
daba en suspenso, sin embargo, la pregunta acerca de la base empírica
de las teorías de la competencia: ¿cómo tendríamos que obtener infor-
mación sobre la competencia de un hablante-oyente? Según Chomsky
(1976, p. 20), la obtendríamos en virtud de la actuación lingüística y de la
introspección de un hablante nativo o de un lingüista nativo. Estos serían
los medios que proporcionarían al lingüista los datos con los que mostrar
la adecuación de la hipótesis acerca de la estructura lingüística subyacen-
te a la facultad del lenguaje.
Parece claro que los generativistas no tomaron en consideración
los datos obtenidos mediante la observación controlada (experimental)
y la inferencia estadística. Según ellos, estas metodologías eran ineficaces
para los propósitos de una teoría de la competencia lingüística. Definiti-
vamente, los tipos de datos que podrían influir en una teoría de este tipo
quedaban reducidos a ser intuiciones perspicaces del lingüista.4 Supues-
tamente, la investigación experimental buscaba alcanzar evidencias que
en último término se referían a datos de introspección. Por ello, defendían
que la teoría lingüística se basaba en las intuiciones de hablantes nativos
(Baggio et al., 2012, p. 331).
La lingüística no modela ni realiza experimentos del mismo tipo ni
diseño que los de las ciencias naturales (en términos generales), pero esto
tampoco le es necesario. En los casos de la fonología de Ilse Lehiste (Bun-
ge, 1984, p. 167), de la psicolingüística (Prideaux, 1979), de los estudios
comparativos multivariados (Fine et al., 2011) o del ámbito de las redes
complejas (Bengoetxea, 2024) no se intenta evaluar una supuesta natu-
raleza ideal de la experimentación ni de la modelación (Radder, 2003).
Más bien se asume que el rasgo básico genuino de estas dos actividades
es la modificación de variables (modificar el tono y la velocidad del habla,
por ejemplo, para ver si la comprensión depende críticamente de alguno
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de los cambios realizados) y su comparación con los grupos de control
(Bunge, 1984; De Regt, 2017; Knuuttila & Merz, 2009). Es decir, es una
actividad experimental modeladora.
Desde este prisma, la pregunta emergente es esta: ¿proporciona
LBE algo a nuestra comprensión de la modelación científica? ¿Aporta
algo la lingüística al esquema general de la cientificidad y a los ámbi-
tos filosófico y educativo científicos? La filosofía de la ciencia acepta
que la lingüística a veces sí contribuye a entender mejor la modelación
científica, si bien con un matiz no desdeñable: la filosofía de la ciencia
sigue considerando que la inmadurez de la lingüística —debido a su
carencia de leyes y a una supuesta falta de explicaciones (Egré, 2015)—
es lo que la ubica en un segundo plano si se compara con las ciencias
naturales. Sin embargo, exigir el manejo de leyes propias y una oferta de
explicaciones es un criterio heredado de una concepción excesivamente
positivista de la ciencia, por no decir controvertido. La noción de ley se
podría entender en términos de la filosofía de Hume, como regularidad
(un patrón sistemático) y, por ende, como vía posible a un estableci-
miento de leyes (probabilistas) en la lingüística. Además, hasta no hace
mucho tiempo la noción de explicación en filosofía había recibido un
tratamiento bastante sesgado a favor de las ciencias naturales (Bengoet-
xea, 2023). Por ello, sugerimos focalizar aspectos de la lingüística que
proyecten una imagen manejable y alternativa a la de las ciencias natu-
rales con el objetivo de entender mejor cómo se puede razonar median-
te el uso de modelos integrados en prácticas reales de la lingüística. Tal
y como se ha señalado, la modelación y la representación son dos nocio-
nes cruciales aquí, siendo esta última el origen de la bifurcación teórica
entre corrientes pragmáticas, más próximas a las disciplinas empíricas,
y las más ontológicas y epistemológicas, más próximas a actividades
propiamente filosóficas.
Modelación y representación
para el razonamiento en ciencias
Un modelo se puede construir de muchos modos. El modelo no es una
copia del fenómeno sometido a examen o descripción, sino una abs-
tracción, más o menos elevada, de este. Un modelo de los hablantes
ecuatorianos del español no está formado por todos los hablantes. Los
modelos son incompletos porque se idealizan. Hay quien los considera
falsedades (Bokulich, 2012) o verdades tan solo parciales (Bueno &
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French, 2018). Este rasgo de los modelos ha motivado diversas cuestio-
nes filosóficas acerca de sus virtudes epistémicas, como son su fiabilidad,
su capacidad de replicación y su validez (Magnani & Bertolotti, 2017;
Abbuhl et al., 2013, p. 116). Más allá de estas virtudes interesantes, aquí
nos ocuparemos únicamente de las posibilidades que abre considerar la
naturaleza instrumental versus la naturaleza puramente representacio-
nal de la modelación en las prácticas científicas y educativas, así como
en la filosofía.
Lo que normalmente sirve de modelo de un dominio empírico (un
fenómeno o sistema diana) es un sistema construido mediante abstraccio-
nes, idealizaciones, analogías o simulaciones computacionales. El fenó-
meno o sistema diana puede ser algo existente o no empíricamente, pues
cabe la posibilidad de que sea ficcional o simulado.5 Y en el caso de que
exista, puede que a su vez sea algo construido —por ejemplo, mediante
tecnologías— sin necesidad de ser un hecho propio de un género natural
(Bird, 1998). En cualquier caso, la construcción del modelo del fenóme-
no atravesará al menos dos fases distintas (Weisberg, 2013; Bailer-Jones,
2009; Bokulich, 2012; Bokulich, 2017; Bueno & French, 2018):
1. La modelación se lleva a cabo mediante un proceso constructivo
especíco. Los científicos buscan acceder a sistemas empíricos del mundo
de una manera que les permita generar razonamiento y obtener conoci-
miento (o creencias para la acción). La especificidad es crucial aquí. Esta
se consigue porque los modelos son constituidos de forma constreñida
para proporcionarnos conocimiento dirigido a estudiar o examinar cues-
tiones (o hipótesis) de interés. Es en este sentido que se puede afirmar
que los modelos son herramientas dirigidas al razonamiento, sistemas ar-
tificiales, construidos y constreñidos, orientados a responder a preguntas
fundamentales de la investigación.
Esta imagen de los modelos es pragmática y no insiste en la re-
presentación de un sistema diana o de fenómenos empíricos externos
al modelo, pues los modelos no se conciben como entidades separadas
que haya que conectar a los sistemas de fenómenos del mundo mediante
una relación de representación. En este sentido, ya aparecen inmersos en
nuestro conocimiento del mundo. En consecuencia, es importante enfati-
zar que la propia construcción de un modelo puede facilitar (por analogía
o por alguna otra relación entre la estructura de ese modelo en construc-
ción y los fenómenos del mundo real estudiado) el examen que se haga de
los distintos elementos (y las relaciones y funciones posibles establecidas
entre ellos) postulados o dados en una configuración experimental.
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La constricción es crucial y está relacionada con la idealización en
la modelación. Sin idealización, algunos sistemas empíricos serían intra-
tables matemática o computacionalmente —los fenómenos sociales son
sistemas complejos con muchas variables, por ejemplo— (agard, 1993)
y no se podrían diseñar con el fin de aislar ciertos rasgos pertinentes o di-
ferenciales del sistema diana mediante el rechazo del resto (Mäki, 2011).
En lingüística, las poblaciones de hablantes se tratan idealmente porque
no todas las propiedades de una población son susceptibles de tenerse en
cuenta. Por ejemplo, al trabajar con muestras de habla, los lingüistas no
atienden a todas las relaciones sintácticas entre palabras (Buchstaller &
Khattab, 2013). Los investigadores seleccionan un subconjunto científica-
mente importante de las propiedades de un fenómeno estudiado y es este
el que constituirá el sistema diana.6
No obstante, la regulación de los tipos de idealizaciones admisibles
no es un asunto de respuesta simple (Weisberg, 2013). Para evitar la arbi-
trariedad, se proponen principios generales (en realidad, constricciones)
adaptados al trabajo empírico de la disciplina. Estos principios guían un
proceso continuo y dinámico de afinación gradual en el proceso modela-
dor (Zielińska, 2007), el cual se erige parcialmente a través de recursos ya
establecidos (teóricos, empíricos, matemáticos, computacionales y repre-
sentacionales) y es el resultado de la triangulación de distintos medios:
otros modelos, experimentos, observaciones, teorías de fondo.
2. Desde una perspectiva teórica, se deende que el modelo debe te-
ner capacidad representacional. Hay dos maneras de entender esta capa-
cidad. La más filosófica (enfoque representacional) la concibe como un
ajuste general entre modelo y sistema diana. Esto se plantea una vez que
el sistema diana ha sido esbozado o diseñado (una muestra poblacional,
por ejemplo)7 con una serie de elementos seleccionados y con alguna pre-
gunta e hipótesis a mano en la configuración experimental. Una dificul-
tad potencial de este proceder radica en que, aunque el sistema empírico
diana sea una entidad abstraída, las propiedades del sistema en realidad
son concretas —como sucede con las muestras de corpus de hablantes
(Stubbs, 2006)—. Si los modeladores emplean herramientas matemáticas
y/o computacionales es importante saber si se puede comparar de algún
modo el modelo con su diana. ¿Se puede establecer alguna analogía o
semejanza? (Eco, 1995, p. 59). La manera estándar de responder a esto
es reconstruir el fenómeno mismo en términos formales (matemáticos,
computacionales) para posteriormente compararlo con el modelo em-
pírico. Es decir, se confrontan dos modelos para detectar alguna posible
semejanza mutua (o un isomorfismo, un homomorfismo parcial, etc.). De
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Los modelos cientícos como herramientas epistémicas abstractas para aprender a razonar
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esta manera, un modelo computacional, por ejemplo, también adoptará
cierta naturaleza material (en una computadora), autónoma y concreta
(Hausser, 2006). Modelo y diana se distinguirán gracias a que el modela-
dor elige libremente la estructura del modelo formal (o computacional),
mientras que el sistema diana es una entidad constreñida perteneciente
al mundo.8
La otra manera de entender la capacidad representacional es la
pragmática. La modelación es un proceso de interacción con las herra-
mientas representacionales disponibles para los científicos. El modelo se
diseña con un propósito y sirve de herramienta epistémica artificial. Es
habitual que al científico —lingüista— no le interese en absoluto una des-
cripción realista de ningún sistema particular de hablantes, sino que sim-
plemente prefiera examinar una serie de interacciones entre elementos y
causas internos al propio modelo.
Entre las herramientas representacionales están, en las matemá-
ticas, el cálculo diferencial, los grafos, las redes o los diagramas, y en la
computación ciertos programas informáticos. El autor ha desarrollado
esta cuestión, aplicada al estudio del lenguaje, en otros lugares (Bengoet-
xea, 2023); allí especificaba el uso de recursos y herramientas represen-
tacionales en la labor modeladora de los lingüistas experimentales, por
ejemplo, ante la cuestión de cómo se puede comparar el desarrollo del
lenguaje en niños sin problemas lingüísticos detectados y niños con al-
gún síndrome (Down, Williams), la modelación experimental y el uso de
herramientas representacionales incluía corpus recogidos de la base de
datos CHILDES (http://childes.psy.cmu.edu/), conversaciones transcri-
tas de tres subcorpus de lenguaje (alemán, neerlandés y español), la he-
rramienta SAN (red local de alta velocidad formada por dispositivos de
almacenamiento) para resolver problemas pendientes en modelaciones
previas que combinaban scripts materiales con soware, el soware Net-
lang —plataforma de integración que opera como servicio para agilizar el
proceso de conexión de aplicaciones (www.netlang.com)— para recoger
datos y evidencias de muestreos de habla, y con el fin de modelar com-
putacionalmente el experimento, el soware de red Cytoscape (Shannon
et al., 2003) gracias al cual se procesan los datos recogidos en diversas
fases de la modelación experimental.
Este caso sirve para ilustrar el hecho de que concebir los modelos
como herramientas puede ser algo altamente recomendable para la ense-
ñanza de las ciencias y del razonamiento con modelos. Los modelos pue-
den ser herramientas que motiven a los estudiantes a reflexionar sobre
fenómenos existentes, aunque también sobre fenómenos nuevos, en lugar
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de entenderlos como proyecciones literales de cómo es en realidad un
fenómeno empírico. De esta manera, incluso se promovería la construc-
ción de múltiples modelos de fenómenos relacionados mutuamente con
el objetivo de solventar problemas que el profesor plantease inicialmente
en torno a alguna teoría, conocimiento previo e hipótesis de trabajo (Re-
ith y Nehring, 2020).9
Representación formal y representación pragmática
Los apartados previos permiten establecer el estado de la cuestión filosó-
fica en torno a la modelación científica sobre la base de un debate actual:
o bien los modelos se emplean como herramientas dirigidas a razonar
y solventar problemas prácticos que surjan en un contexto científico, o
bien se usan con propósitos más filosóficos y ontológicos en busca de
alguna realidad que los modelos supuestamente representan. Desmerecer
cualquiera de ambas opciones, algo que se hace a menudo, constituiría en
realidad negar la propia valía de la disciplina que realizase el análisis de
tal tarea modeladora.
En la filosofía de la ciencia, estas dos formas generales de interpretar
la representación (Contessa, 2011) han adoptado un registro formal, cuyo
objetivo ha sido identificar y elucidar la naturaleza de los modelos científi-
cos (concepción sintáctica y concepción semántica) (Chakravartty, 2010),
y otro pragmático, según el cual hay que examinar los roles que los mo-
delos desempeñan en las prácticas científicas reales y en el razonamiento
(generación de creencias y conocimiento, resolución de rompecabezas).10
Ambos registros han empleado estudios de casos reales. Por ejemplo, Bue-
no (2014; Bueno & French, 2018) proyectan la modelación mediante un
enfoque de estructuras parciales, mientras que Suárez (2015) propone una
concepción inferencial en la que los modelos construidos son máquinas
productoras de inferencias. Sin embargo, desde el prisma pragmático, estas
propuestas han sido criticadas por no enfatizar suficientemente que ana-
lizar el proceso de construcción y manipulación de los modelos —como
ya hemos mencionado previamente— es un requisito indispensable del
estudio de la modelación orientada a obtener conocimiento y a razonar.11
Tal y como Knuuttila y Voutilainen (2003) señalan:
Mientras que los defensores de la concepción semántica procuran re-
presentar los modelos de la ciencia como entidades relativamente es-
tables y prefabricadas, los proponentes de la concepción orientada a las
prácticas están interesados en el proceso modelador y en explicar por
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qué y cómo se emplean los modelos en el trabajo científico (p. S 1485)
(traducción propia).
La alternativa pragmatista de Knuuttila (2006) presenta un caso
de modelación enfrentado al meramente representacional y sirve para
ilustrar la idea de los modelos como herramientas para el estudio del len-
guaje. Se trata del análisis sintáctico del lenguaje.12 Knuuttila propone
concebir los modelos como herramientas epistémicas que destacan la na-
turaleza material y el papel instrumental (herramientas) de los modelos.
Esta forma de concebir los modelos busca identificar cómo se constru-
yen, se usan y se imaginan realmente en las diversas actividades cien-
tíficas —entre ellas, las dedicadas a la enseñanza de cómo se hace cien-
cia— puesto que la variedad de modelos existente en las ciencias es muy
amplia. En este sentido, es correcta la apreciación de Knuuttila de que el
intento de parte de la filosofía de la ciencia (concepciones sintáctica y
semántica, ante todo) de proporcionar una teoría general de la represen-
tación basada en la modelación es una empresa titánica y poco realista.13
Compatibilizar este deseo con un proyecto naturalizado y pragmático se-
ría algo más recomendable.
La idea de una construcción de modelos (que sean la base del ra-
zonamiento) es crucial aquí porque la noción dinámica y continuada de
un modelo en la práctica científica apenas se tuvo en cuenta en la filosofía
de la ciencia del siglo XX (Rost & Knuuttila, 2022). Los modelos no son
entidades estables, detenidas, que solo actúan como mediadores (quietos)
entre un constructo formal y otro empírico (Morgan & Morrison, 1999).
El problema radica en que los modelos de las ciencias son más comple-
jos de lo que Morgan y Morrison admiten, lo cual se debe en parte a
que los fenómenos que representan son ellos mismos también entidades
complejas. Los primeros no están formados únicamente por teoría, datos
y evidencias empíricas, sino también por analogías, metáforas, nociones
teóricas, conceptos matemáticos, técnicas formales y otros ingredientes
pragmáticos (Boumans, 1999). Es decir, la triangulación de la tarea de
modelación es una empresa compleja y ardua. Por ello, allende la imagen
más común del modelador como un agente teórico, podríamos proyectar
la imagen del investigador como un agente enriquecido con característi-
cas más propias del conocer-cómo (Stanley, 2011), tales como las habili-
dades y la experiencia o pericia.
Esta nueva concepción de la modelación y del agente modelador
nos hace ver con buenos ojos el enfoque productivo y dinámico de los mo-
delos entendidos como artefactos epistémicos (Knuuttila & Merz, 2009),
aunque sin aprobar el rechazo de toda noción de representación sustan-
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cial filosófica que los pragmatistas profesan. Es conveniente no concebir
la modelación como una actividad que representa pasivamente, es cierto,
pero la filosofía de la ciencia siempre tendrá derecho a defender un espa-
cio de reflexión más profunda acerca de la naturaleza de los propios mo-
delos. Esto, obviamente, no es muy útil en lo que respecta al entendimiento
de las prácticas reales ni a los planteamientos educativos de las ciencias. De
ahí que separemos ambos objetivos. Desde un prisma práctico, insistimos,
aceptamos que la modelación es parte sustancial de un proceso de com-
prensión y conocimiento de los procedimientos epistémicos que interesan
a los científicos (lingüistas, químicos, físicos, economistas), dado que la
práctica de crear modelos y de usarlos puede ayudar a comprender más
profundamente esas mismas prácticas (Svetlova, 2015). En este sentido,
afirmar que los modelos son artefactos epistémicos equivale a decir que
son cosas concretas que tienen su propia manera de funcionar, sin necesi-
dad de representar (ontológicamente) con rigurosidad ninguna estructura
empírica diana, ningún fenómeno empírico (Baird, 2004). En definitiva,
son “modelos concretos (Knuuttila & Merz, 2009, p. 150). Esto encaja bien
en la idea de los procesos de modelación en términos de herramientas
ubicadas en el seno de ensamblajes diseñados experimentalmente (Rouse,
2015) o agregados sociales Latour (2008, p. 57).
Herramientas modeladoras en torno al lenguaje
Desde un prisma próximo al enfoque pragmático antes expuesto (Knuut-
tila, 2021; Rost & Knuuttila, 2022), se puede sugerir que en la modela-
ción la supuesta distinción entre representar y producir sin necesidad
de un ajuste entre modelo y fenómeno diana se hace borrosa (Boon &
Knuuttila, 2009). La labor con modelos computacionales, por ejemplo,
es un trabajo parcialmente virtual en el que se emplean sustitutos (su-
rrogates) mediante los cuales los investigadores tienen la opción de ra-
zonar y construir inferencias. Aunque se hubiese reexaminado el valor
representacional de la modelación en términos pragmáticos (Bailer-Jo-
nes, 2009; French, 2013; Giere, 2004), mejorando con ello los modelos
previos de representación per se (noción realista ingenua) (Hughes, 2010;
Teller, 2001), esta perspectiva mixta seguiría sin estimar suficientemente
la gran importancia de los aspectos productivos (creadores), prácticos y
dinámicos de la modelación y del razonamiento generado por ella (Hum-
phreys, 2004), dirigidos a actuar y a obtener conocimiento (Knuuttila &
Loettgers, 2012). Este aspecto debe ser tenido en cuenta porque es clave
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para enseñar al alumnado a razonar y a producir inferencias con modelos
para responder a preguntas planteadas por hipótesis iniciales vinculadas
a las teorías manejadas.
Esto se puede observar claramente en el caso de los modelos com-
putacionales, ante todo cuando se diseñan y aplican simulaciones. Las
aproximaciones, las idealizaciones e incluso las falsificaciones de la mo-
delación están vinculadas a ciertas constricciones y aordances aplicados
a un objeto material y concreto: la computadora (Zuidema & de Boer,
2013). El género de representación implementado en la modelación com-
putacional se puede ver, ante todo, en los resultados de la modelación y no
tanto en la estructura pasiva de los modelos que, supuestamente, reflejan
la estructura del fenómeno empírico estudiado (Rost & Knuuttila, 2022).
En el caso de los análisis sintácticos del lenguaje, el criterio para su valo-
ración es más pragmático que representacionalista, dado que el lingüista
y el programador computacional representan cosas completamente di-
ferentes, a pesar de estar construyendo el mismo artefacto. El lingüista
busca representar el mundo lo más fielmente posible; el programador, en
cambio, valora el programa-analizador (parser) por lo que este produce
(Knuuttila, 2006, p. 42). En consecuencia, parece adecuado sostener que
los modelos prefabricados, prefinalizados, que supuestamente represen-
tan (stand for) fenómenos no configuran el concepto de modelo ni de
modelación más interesante en los procesos de producción modelar diri-
gidos a generar razonamiento, creencias-conocimiento y acciones.
Un análisis sintáctico mediante modelación artefactual
El análisis sintáctico es un procedimiento lingüístico que ha recibido
muestras abiertas de interés teórico en la filosofía de la modelación cien-
tífica. Desde una filosofía que mira a las prácticas científicas y no a proto-
tipos ideales de ciencia, Knuuttila (2006) se ha dedicado a analizar la tarea
computacional-experimental que rodea a la construcción tecnológica de
modelos de análisis sintáctico (Karlsson et al., 1995). Se puede sugerir,
por ende, que esta línea de investigación es altamente interesante para en-
tender algunas prácticas de razonamiento y generación de conocimiento
lingüístico dirigidas a la enseñanza en ciencias.
El análisis sintáctico (parsing) es un procedimiento gramatical de
descripción de palabras u oraciones, o de partes de un discurso cons-
tituidas por palabras con sus propios rasgos gramaticales compartidos
(sustantivos, verbos, adverbios, adjetivos, conjunciones, etc.). Este tipo de
análisis asigna automáticamente una estructura morfológica y sintácti-
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ca —sin una interpretación semántica— a textos de entrada (input) de
extensión y complejidad diversas (Knuuttila, 2006, p. 43; Karlsson et al.,
1995). Constituye, por lo tanto, un dispositivo tecno-lingüístico o progra-
ma orientado a producir un texto analizado sintácticamente, y sirve de
ilustración para ver cómo la construcción de modelos puede ayudar tanto
a entender científicamente los fenómenos estudiados como a producir
resultados útiles.
Hay dos enfoques generales del análisis sintáctico: por un lado, el
basado en la gramática, de naturaleza lingüística y descriptiva; por otro,
el enfoque orientado por datos, de naturaleza estadística y probabilista,
el cual incluye reglas de aprendizaje basadas en corpus, modelos ocul-
tos de Markov y concepciones del aprendizaje con máquinas (Knuutti-
la & Merz, 2009, p. 160). El caso particular del análisis de gramática de
constricción (CGP, en inglés) —bien desarrollado en la filosofía de la
modelación en lingüística— combina una base gramatical con el manejo
de características experimentales, y se fundamenta en corpus lingüísticos.
Se mantiene completamente en el nivel de la estructura superficial y, en
lugar de estipular reglas para expresiones bien formadas (como hacía la
gramática generativa universal chomskiana durante sus primeros años),
se constituye según constricciones que rechazan oraciones inadecuadas
(Knuuttila, 2006, p. 43). Ahora bien, el análisis sintáctico no describe o
representa de forma realista una competencia lingüística humana, ni
lo pretende. La comprensión científica que proporciona no se deriva de
una supuesta imagen “real” de un sistema empírico, sino más bien es algo
dinámico e inherente a la pericia del lingüista en el proceso de construc-
ción del modelo —pericia con el manejo y conocimiento del lenguaje, de
elementos cognitivos y de los artefactos tecnológicos empleados en la
práctica— (Knuuttila & Merz, 2009, p. 159).
El análisis sintáctico tiene por objetivo modelar computacional-
mente algún aspecto del lenguaje mediante una herramienta consisten-
te en un programa computacional. La gramática de constricción es un
formalismo del análisis sintáctico que suministra una interpretación
gramática correcta de cada palabra de un texto funcional, amén de enri-
quecer cada palabra con información sintáctica adicional. De esta mane-
ra, el CGP se erige a partir de un análisis metodológico previo realizado
mediante un analizador morfológico y sintético (Knuuttila, 2006, p. 43;
Knuuttila & Merz, 2009, p. 160).
Las palabras normalmente empleadas por los hablantes son tales
que su forma (por ejemplo, cuadrado”) se interpreta de distinta manera
en función del contexto de su uso. Es decir, muchas palabras arrastran
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Los modelos cientícos como herramientas epistémicas abstractas para aprender a razonar
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una naturaleza ambigua. El CPG entonces busca seleccionar cuál de las
interpretaciones es la apropiada en el contexto de la ocurrencia léxica,
normalmente en un texto o en un discurso hablado. A esto se lo deno-
mina desambiguación (DeRose, 1988; Knuuttila, 2006, p. 44). Esta bús-
queda de alguna interpretación es una de las formas más interesantes de
modelar el lenguaje y de obtener resultados relativamente satisfactorios y
ajustables al mundo (Eco, 1995).
Un CGP procede en tres etapas (Knuuttila, 2006), en las cuales lo
que se expresa como “interpretación puede ser traducido a modelación
en nuestro léxico más filosófico:
Una vez que el analizador morfológico ha proporcionado todas
las interpretaciones morfológicas admisibles, el CGP comprueba
o chequea cuáles son las apropiadas. Lo hace mediante la apli-
cación de constricciones morfológicas que aprovechan el cono-
cimiento contextual o vecindad de cada palabra. Por ejemplo, si
una palabra cuenta con una interpretación sustantiva y otra ver-
bal, y si está precedida por un artículo, las constricciones perti-
nentes restan las interpretaciones verbales acerca de esa palabra.
Una vez elucidado el carácter de las palabras morfológicamente
ambiguas, es el momento de analizarlas superficial y sintácti-
camente. El resultado del módulo de desambiguación morfo-
lógica se convierte en input para el siguiente módulo: a saber,
será un mapeo sintáctico. Este asignará todas las funciones sin-
tácticas superficiales posibles a cada interpretación morfológi-
ca aceptada. Nuevamente, la forma de una palabra puede tener
distintas funciones sintácticas (sujeto, objeto o complemento
directo, objeto o complemento indirecto, etc.), de modo que,
para conceder a cada palabra su interpretación sintáctica co-
rrecta, el lingüista aplicará constricciones sintácticas tras reali-
zar el mapeo y descartará asignaciones a las funciones sintácti-
cas contextualmente incorrectas o ilegítimas.
La etapa final es consecuencia directa de CGP, a saber, es un
texto en el que, en el mejor de los escenarios, cada palabra será
asignada con sus correspondientes interpretación morfológica
correcta y función sintáctica apropiada.
Dos tareas cruciales aquí son la forma de representar conjuntos de
reglas del lenguaje (Knuuttila, 2006, p. 45; Karlsson et al., 1995) y la imple-
mentación de la gramática a modo de programa computacional. Este reto
es muy delicado, puesto que el lingüista genera los modelos con el objetivo
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de describir el mundo y de computar intentos por producirlo, construirlo y
modificarlo de una manera dinámica e intervencionista (Knuuttila, 2006;
Hacking, 1983, p. 220). Esta construcción del modelo es un proceso conti-
nuado de modelación que involucra distintas capas (representacionales) y
comprobaciones replicadas de corpus varios (Knuuttila, 2006, p. 45). Tres
pasos necesarios de este tipo de modelación activa y productiva que em-
plea herramientas representacionales son los siguientes:
La escritura de la gramática CG para un corpus. Se parte de un
texto analizado morfológicamente, para el cual se establecen las
constricciones que desambigüen sus palabras.
Tras aplicar la gramática resultante a un corpus desambiguado ma-
nualmente (tarea empírica del lingüista), el soware del sistema ge-
nera una estadística aplicativa para cada una de las constricciones.
A partir de esta estadística y tras identificar las predicciones
equivocadas, el lingüista (gramático) o bien corrige y, o, descar-
ta constricciones previas, o bien crea otras nuevas. Este ciclo se
repite mediante el empleo de las evidencias de nuevos corpus
hasta que la gramática resulte lo suficientemente próxima a la
actuación humana (Knuuttila & Merz, 2009, pp. 160).
Como se puede observar, la construcción de un análisis sintáctico
de este tipo abre una vía interesante a las nociones de modelación y de
representación, que se alejan de la idea tradicional y estática propia de
la filosofía de la ciencia, más bien ocupada de la relación entre un tipo
de modelo prefabricado y un sistema diana real. Según ese tipo de fi-
losofía de la ciencia y de epistemología, un modelo es epistémicamente
útil si proporciona una imagen amplia del objeto o fenómeno estudiado.
Pero si se adopta un enfoque, si cabe, más pximo a la idea productiva
y pragmática de Knuuttila —y aunque el análisis sintáctico sea resulta-
do de ciertos usos de herramientas representacionales— dicho enfoque
será valorado básicamente por lo que produce según lo que los agentes
se hayan propuesto (preguntas), y no según el reflejo ontológico de una
realidad postulada.
Razonar, creer y conocer mediante modelos
para educar en ciencias
Es conveniente matizar analíticamente la función de la empresa mode-
ladora. Por un lado, cabe destacar que en la investigación científica los
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modelos se conciben sin necesidad de asignaciones ontológicas; esto es,
como herramientas epistémicas dirigidas a resolver problemas. Es la for-
ma más radicalmente pragmatista. En el campo educativo de la ciencia
también convendría proyectar el carácter pragmático de la modelación
para que los estudiantes aprendieran a razonar con vistas a metas: res-
ponder a preguntas científicas prácticas, resolver rompecabezas, etc. Sin
embargo, cabe también dejar un espacio a las cuestiones filosóficas vin-
culadas con la modelación, de tal modo que no resulte tan enigmático,
dada la milenaria tradición filosófica occidental, preguntarse por la na-
turaleza de aquello que se procura modelar. No permitir esto tendría
una consecuencia nefasta para muchos filósofos en ámbitos próximos
a la filosofía de la ciencia, a saber, su impericia y falta de preparación
en actividades empíricas en las que, a menudo, actuarían como meros
invitados. El supuesto rol de sociólogo, politólogo, experto en políticas
científicas, regulador o pedagogo, que muchos filósofos se arrogan so
pretexto de que las cuestiones propiamente filosóficas no interesan en
un campo como el de la modelación, debería —si encomiamos la since-
ridad— enviarlos al desempleo.
Fox-Keller (2000), así como Gouvea y Passmore (2017, p. 50),
entre otros, distinguen dos interpretaciones interesantes: los modelos
de y los “modelos para. Sostienen que los modelos de, ubicados en
un entorno de representación filosófica sustantiva, siempre aparecen
acompañados de modelos para porque los modelos científicos son
herramientas para entender, explicar y predecir, y no solo en la inves-
tigación propiamente dicha, sino también en la enseñanza en las aulas.
Consideran que los “modelos de son menos capaces de respaldar la
agencia epistémica de los experimentadores y de los alumnos a la hora
de hacer ciencia, ya que tienden a tratar los modelos como representa-
ciones de lo que ya conocemos, en lugar de actuar como herramientas
que se usen para generar conocimiento y razonamientos nuevos (Gou-
vea & Passmore, 2017).
No obstante, analizar filosóficamente las prácticas también tiene
su razón de ser. Debe reconocerse que concebir los modelos como he-
rramientas y artefactos construidos para razonar y generar conocimien-
to no es algo que tenga que partir necesariamente de asumir que tiene
que haber una representación directa de un sistema empírico. Puede
darse el caso, y a menudo se da, de que si un profesor quisiera presentar
cómo funciona la modelación científica, el razonamiento subrogado ba-
sado en una correspondencia simplificada entre, por ejemplo, moléculas
y un modelo material de bolas y palos, o entre el lenguaje y una facultad
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inherentemente humana del lenguaje, no añadiría ningún valor al en-
torno de aprendizaje (el aula o el laboratorio) a menos que el profesor
elaborase mucho mejor esa supuesta correspondencia. En un caso así,
la clave del ejercicio sería entender el carácter hipotético y práctico del
modelo. Sin embargo, desde un ángulo más filosófico y propio de las
humanidades, la comprensión y la interpretación de la noción de re-
presentación puede ser fuente de preguntas interesantes para entornos
científicos y educativos.
Conclusiones
En el texto se ha procurado exponer los dos polos del debate y respetar en
cierta medida las posibilidades que cada uno abre. Para ello, se ha consi-
derado que el trabajo de modelación ha de partir de cuestiones de interés,
conocimiento teórico previo y conocimiento empírico, amén de una re-
cogida de datos y evidencias que permitan construir modelos sucesivos,
continuadamente, del sistema (idealizado) elegido como objeto de estu-
dio. Un examen filosófico de esta práctica dirigida al razonamiento y que
sea útil en la investigación científica y en la enseñanza de las ciencias ha
permitido distinguir los conceptos de modelación y de representación, y
proyectar, dentro del debate filosófico actual, dos enfoques básicos, el re-
presentacional y el pragmático, así como sus conexiones mutuas. Por últi-
mo, se ha sugerido un esbozo de aplicación de las reflexiones propuestas al
estudio modelador del lenguaje y, en especial, al caso del análisis sintáctico.
La conclusión final, por lo tanto, pretende dejar sitio a la reflexión propia-
mente filosófica, sin menoscabo de la pragmática, en la que las diversas
herramientas representacionales (recursos simbólicos, semióticos o mate-
riales) también desempeñen un rol educativo con carácter propio.
Notas
1 El lector puede encontrar innumerables títulos dedicados a la metodología de las
ciencias escritos desde una perspectiva filosófica e introductoria. Recomiendo el
clásico, original de 1976, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? de Alan F. Chalmers
(1993) y el más novedoso y muy ameno A Philosopher Looks at Science, de Nancy
Cartwright (2022).
2 Cabe destacar que el uso de las pruebas empíricas viene dictado, al menos en parte,
por consideraciones axiológicas (pragmáticas y epistémicas, por ejemplo) con el
fin de tomar decisiones que pueden afectar a regulaciones en las políticas públicas,
la alimentación, la salud (fármacos) o —entre otros campos claramente importan-
tes— la educación (Cartwright & Hardy, 2012).
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3 Entre estas prácticas se incluyen las actividades relacionadas con la investigación
en educación científica. Al respecto, algunas referencias interesantes son Krell et al.
(2020) y Matthews (2007).
4 La investigación lingüística adelantaba así uno de los tópicos más en boga en la fi-
losofía de la ciencia: el debate entre la obtención intuitiva (de butaca) y la obtención
experimental de datos y evidencias para generar razonamientos (véase Sytsma &
Buckwalter, 2016).
5 Acerca de la modelación sin fenómeno diana, véase, por ejemplo, Weisberg (2013,
pp. 129-131).
6 Un ejemplo de esto en lingüística es el de los corpus, cuyos casos prototípicos son
los que pretenden ser representativos de un lenguaje particular, de una variedad de
este o de alguno de sus registros (Gries & Newman, 2013; Kepser & Reis, 2005).
7 Cabe destacar que la configuración y extensión de una muestra depende del juicio,
del conocimiento de fondo y de las herramientas representacionales del lingüista
experimental, mas no tanto de un algoritmo estadístico automatizado.
8 Este es el tema que subyace al debate entre Eco y Rorty (Eco, 1995) en torno a la
interpretación. Esta, y la modelación también, por analogía, puede ser una actividad
puramente pragmática, dirigida a razonar para resolver problemas prácticos (cien-
tíficos) que poco tienen que ver con lo que haya en el mundo (Rorty) o, en cambio,
puede depender de asunciones ontológicas y epistemológicas de carácter filosófico
que ocasionalmente son tachadas despectivamente de realistas ingenuas.
9 Aunque sea para criticarlas por no caracterizar adecuadamente la noción de repre-
sentación, Rost y Knuuttila (2022) repasan algunas propuestas representacionales
pragmáticas aplicadas al campo de la educación, entre ellas Cheng et al. (2019) (he-
rramientas para explicar los mecanismos subyacentes a los sistemas diana), Stieff
et al. (2016) (modelos moleculares concretos) y Oliva et al. (2015) (competencia de
los estudiantes de secundaria al modelar las transformaciones químicas).
10 La distinción entre los enfoques analítico (sustantivo) y pragmático de la repre-
sentación —algunos lo denominan de otras maneras: “informacional-funcional
(Chakravartty, 2010) o “informacional-deflacionario (Poznic, 2015)— establece
dos agendas de investigación que se pueden distinguir gracias a su relativa cone-
xión hipotética con el estudio de actividades científicas reales (Suárez, 2015). Los
enfoques analíticos buscan elucidar relaciones básicas entre la teoría y el mundo,
mientras que los pragmáticos intentan dar cuenta de la práctica científica de la
construcción de modelos (Boon & Knuutila, 2009; Bueno & French, 2018; Chakra-
vartty, 2010; Suárez, 2015; van Fraassen, 2008; Weisberg, 2007).
11 Rost y Knuuttila (2022) critican, una por una, cada propuesta representacionista-
pragmática porque ninguna de estas caracteriza o define adecuadamente la noción
de representación. Aparentemente, como sostendremos en la última sección, esto
les sirve para descalificar en su conjunto la empresa filosófica (representacionalista,
ontologicista, epistemológica) que intenta dar una respuesta a la cuestión de la na-
turaleza del conocimiento mediante modelación científica.
12 Knuuttila sostiene que los modelos son artefactos epistémicos (herramientas) crea-
dos para satisfacer o alcanzar ciertas metas específicas y que se hacen productivos
mediante el trabajo humano y la manipulación dentro de prácticas científicas par-
ticulares (Svetlova, 2015).
13 Para un breve análisis crítico de algunos aspectos fundamentales (así como de algu-
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Autor Contribuciones
Juan Bautista Bengoetxea Cousillas
Al tratarse de autoría única, la contribución
total corresponde al mismo autor.
El contenido presentado en el artículo es de
exclusiva responsabilidad del autor
Declaración de Uso de Inteligencia Articial
Juan Bautista Bengoetxea Cousillas, DECLARA que la elaboración del artículo Los
modelos científicos como herramientas epistémicas abstractas para aprender a ra-
zonar, no contó con el apoyo de Inteligencia Artificial (IA).
Fecha de recepción: 12 de julio de 2024
Fecha de revisión: 15 de septiembre de 2024
Fecha de aprobación: 15 de noviembre de 2024
Fecha de publicación: 15 de enero de 2025