Sophia 38: 2025.
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https://doi.org/10.17163soph.n38.2025.08
aPortes de la esCuela de frankfurt y edgar morin
Para fomentar el Pensar dialÉCtiCo y ComPlejo
en la eduCaCión
Contributions of the Frankfurt School and Edgar Morin
to Promote Dialectical and Complex
Thinking in Education
S L-P*
Universidad Isabel I, Burgos, España
sheila.lopez@ui1.es
https://orcid.org/0000-0003-4198-6884
Forma sugerida de citar: López Pérez, Sheila (2025). Aportes de la escuela de Frankfurt y Edgar Morin para
fomentar el pensar dialéctico y complejo en la educación. Sophia, Colección de
Filosofía de la Educación, (38), pp. 271-294.
Resumen
El presente texto tiene por objetivo plantear una propuesta educativa que complejice la manera de pensar
de los adolescentes escolarizados y, por lo tanto, su manera de convivir con la incertidumbre, el devenir y la
otredad. Con miras a ello, se parte de la formulación de un “método –palabra clave en este trabajo– basado en las
filosofías de la Escuela de Frankfurt y Edgar Morin, que sea capaz de hacerse cargo de la multidimensionalidad
y multirreferencialidad de la realidad: el pensar dialéctico y complejo. Se considera que solo un pensar de estas
características, un pensar que convierte al sujeto en estratega, construirá ciudadanos capaces de hacerse cargo de
sus democracias. Se procura esclarecer la conexión entre educación y política para poner la primera como base
y motor de la segunda. A continuación, se describe la propuesta educativa para formar ciudadanos complejos,
la cual se basa en la recuperación de una cultura profunda capaz de complejizar el pensar de los adolescentes y
alejarlos de discursos simplistas y totalizadores. Finalmente, se concluye que la única manera de evitar nuevas
barbaries como la de Auschwitz –como campo de exterminio, pero, sobre todo, como metáfora del lugar al que
se puede llevar el conocimiento sin un pensamiento educado que lo guíe– es promover una educación para la
complejidad, la comprensión y la libertad.
Palabras clave
Dialéctica, complejidad, democracia, barbarie, educación, método.
* Defensora universitaria y directora del Grado en Filosofía, Política y Economía en la Universidad
Isabel I. Es doctora en Filosofía Moral y Política por las Universidades de Salamanca y Valladolid. Su
línea de investigación gira en torno a la teoría crítica, el pensamiento complejo y la educación para la
democracia. Google Académico: https://scholar.google.com/citations?user=TlefLYsAAAAJ&hl=es
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Aportes de la escuela de Frankfurt y Edgar Morin
Contributions of the Frankfurt School and Edgar Morin
Abstract
e aim of this text is to present an educational proposal that challenges the way adolescents
in school think, and, consequently, how they relate to uncertainty, change, and otherness. To this
end, the text starts from the formulation of a "method" –a key term in this work– based on the
philosophies of the Frankfurt School and Edgar Morin, which can address the multidimensionality
and multireferentiality of reality: dialectical and complex thinking. It is believed that only such
a way of thinking, one that turns the individual into a strategist, will produce citizens capable
of taking responsibility for their democracies. e connection between education and politics
is clarified, with the first positioned as the foundation and engine of the latter. e educational
proposal for forming complex citizens is then described, which is based on the recovery of a
profound culture capable of deepening adolescents thinking and distancing them from simplistic
and totalizing discourses. Finally, it is concluded that the only way to avoid new barbarities, such
as Auschwitz –both as an extermination camp and, more importantly, as a metaphor for the place
knowledge can lead without an educated thought to guide it– is to promote an education for
complexity, understanding, and freedom.
Keywords
Dialectic, Complexity, Democracy, Barbarism, Education, Method.
Introducción
Mi convicción profunda es que el futuro no está escrito en ningún
sitio; será lo que nosotros hagamos de él. ¿Y el destino? Para el ser
humano, el destino es como viento para el velero. El que está al
timón no puede decidir de dónde sopla el viento, ni con qué fuerza,
pero sí puede orientar la vela. Y eso supone a veces una enorme
diferencia. El mismo viento que hará naufragar a un marino poco
experimentado, o imprudente, o mal inspirado, llevará a otro a
buen puerto (Amin Maalouf).
El presente texto abordará la conexión entre la educación recibida y nues-
tra manera de actuar como ciudadanos. Con este objetivo, se partirá de
una premisa: los currículos educativos deben tener por finalidad formar
ciudadanos complejos capaces de hacerse cargo de sociedades complejas.
La defensa de la dignidad humana y la resistencia a todo tipo de opresión
deben postularse como los principales objetivos de cualquier ejercicio
educativo para que Auschwitz —tanto el hecho histórico como el hecho
metafórico— no puedan repetirse. Con este fin se usarán los trabajos de
la escuela de Frankfurt y de Edgar Morin para fundamentar la siguiente
idea: solo la transmisión de un “método dialéctico y complejo en educa-
ción —un método que otorgue la capacidad de inventar estrategias para
enfrentar un contexto cambiante, un método que sustituya a la educación
como programa (directrices sólidas y deductibles que deben ser segui-
das en cualquier contexto)— es adecuado para crear individuos comple-
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jos, capaces de participar activamente en sus democracias. La transmisión
de este método, entonces, se defenderá en este trabajo como la misión de
toda educación que se precie.
Recogiendo las enseñanzas de Morin (2003), se presentará dicho
método como un camino que se inventa a cada momento y que nos in-
venta en cada contexto en que lo ponemos en práctica. El método, en-
tendido como una herramienta para crear estrategias, tanto en el ámbito
del conocimiento como en el de la acción, será expuesto como la vía para
organizar y contextualizar los conocimientos y las decisiones de los indi-
viduos en su día a día. Solo a través de un método dialéctico, modificable
y complejo, podrá sobrevivir con éxito una civilización que navega en la
era planetaria, “una humanidad que se desenvuelve a través de una ten-
sión contradictoria y complementaria de dos hélices mundializadoras: el
cuatrimotor (ciencia, técnica, industria e interés económico) y las ideas
humanistas y emancipadoras del hombre (Morin, 2003, p. 11).
El pensamiento dialéctico y complejo se presentará como la base
natural del método descrito. Según la escuela de Frankfurt, el pensar dia-
léctico es una forma de abordar, tanto el conocimiento (episteme) como
la acción (praxis), un tipo de pensar que parte de y toma en cuenta las
contradicciones internas de la una y de la otra. Nada es tan racional, co-
herente ni cerrado como defienden las teorías totalizadoras acerca de la
realidad, dirán los de Frankfurt (Horkheimer, 2015, p. 218). Todo fenó-
meno humano y social está atravesado por diferentes lógicas que luchan
entre sí y se impugnan mutuamente. Esto, tal y como veremos a lo largo
del presente estudio, puede llevarnos a dos posturas: la petrificación por
estar ante un mundo incierto y mutante o el avance hacia formas de com-
prensión y de actuación más complejas.
El presente trabajo navegará entre los principales textos de la es-
cuela de Frankfurt y Edgar Morin, de acuerdo con su pertinencia para
cada cuestión a tratar. En el primer bloque presentaremos el pensar dia-
léctico y complejo a partir de ambas filosofías. El segundo bloque, de-
dicado a la complejidad, beberá en mayor medida de las enseñanzas de
Morin. El tercer bloque, dedicado a la propuesta educativa, se fundamen-
tará en los estudios de la escuela de Frankfurt hace un siglo ante el auge
del radicalismo en Alemania. El cuarto y quinto bloques, dedicados a la
metáfora de Auschwitz y a las conclusiones, compendiarán las enseñan-
zas de ambas filosofías y evidenciarán su conexión con la misión de la
educación en la actualidad.
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Aportes de la escuela de Frankfurt y Edgar Morin
Contributions of the Frankfurt School and Edgar Morin
La dialéctica y la complejidad como las dos caras
de una misma moneda
El pensar dialéctico y complejo, más que una metodología, es una actitud,
un modo de mirar, una estrategia para buscar herramientas que nos per-
mitan asimilar un mundo incierto, imprevisible y en constante construc-
ción. Si la realidad es abierta y se transforma, debemos disponer de un
método lo más acorde posible para acercarnos a ella. Una concepción de
este método como programa cerrado es insuficiente, porque ante situa-
ciones cambiantes e inciertas los programas sirven de poco, en cambio,
es necesaria la presencia de un sujeto pensante y estratega (López Pérez,
2023a, p. 203). Por esta razón, el método no puede disponerse antes de la
propia experiencia, a modo de reglas apriorísticas que puedan ser utili-
zadas en cualquier situación: el método emerge durante la experiencia y,
quizás, puede teorizarse al final.
Para poder hacer uso de un método pertinente en cada situación
concreta, el sujeto necesita de la teoría, de los diferentes saberes apren-
didos a través de la educación. Aquí es importante comprender qué es
la teoría para la escuela de Frankfurt y para Edgar Morin y cómo se re-
laciona la teoría con la educación y con la propia creación del método.
La teoría es lo que nos permite pensar, lo que forma nuestras categorías
de pensamiento, lo que determina la episteme con la que observamos el
mundo. La teoría no es el conocimiento: permite el conocimiento. La teo-
ría no es una llegada: es la posibilidad de una partida. La teoría no es una
solución: es la posibilidad de tratar un problema. La teoría solo cumple
su papel cognitivo, solo adquiere vida con el pleno empleo de la actividad
del sujeto: la teoría convierte al individuo solidificado en estratega, tal y
como explica Morin (2003, p. 25).
La defensa de la escuela de Frankfurt de la teoría, por su parte, no
ampara la teorización —permanecer en la mera especulación acerca de la
realidad— sino que busca mostrar que la teoría debe preceder a la acción
concreta para darle un rumbo. No hay una teoría definitiva ni una acción
definitiva, sino que la acción debe ser revisada constantemente por una
teoría capaz de poner a prueba su legitimidad y su pertinencia. La pro-
pia teoría, asimismo, debe ser revisada y contrastada asiduamente por la
realidad, de modo que demuestre que sigue siendo capaz de interpretar
aquello que tiene delante (López Pérez, 2023b, p. 169). Toda teoría do-
tada de alguna complejidad solamente puede conservar su complejidad
al precio de una recreación intelectual permanente. La teoría que no se
revisa corre el riesgo de degradarse, esto es, de simplificarse. Tal y como
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indica Morin (2011, p. 51), lo que no se regenera degenera. Toda teoría
abandonada a su peso teórico tiende a allanarse, a unidimensionalizarse
y a reificarse: la teoría debe conservar siempre la ligereza de la transfor-
mación. En palabras de Jorge Wagensberg (1994):
Un plan para la adquisición de ideas solo es bueno si nos tienta con-
tinuamente a abandonarlo, si nos invita a desviarnos de él, a olfatear a
derecha e izquierda, a alejarnos, a girar en redondo, a divagar, a dejarnos
llevar no a la obtención de ideas sino al tratamiento de estas (p. 17).
La teoría es el principio fundamental del pensar dialéctico y com-
plejo, ya que permite visualizar diferentes perspectivas y niveles. De lo
que se trata es de capacitar al sujeto para pensar, en un mismo espacio-
tiempo,gicas que se complementan y que al mismo tiempo pueden
excluirse. Se trata de pensar en movimiento recursivo y dialógico para
posicionarnos frente al pensar de la fragmentación, la desarticulación y la
censura, que hace que perdamos capacidad de comprensión de fenóme-
nos no reductibles a una sola lógica o dimensión.
El pensar dialéctico y complejo educa a los individuos en la estra-
tegia, en la iniciativa y en la invención de nuevas pautas de acción para
moverse en la realidad. Este método crea entonces una relación recursiva
entre individuo y sociedad. Esbocemos, pues, una primera aproximación
a la oposición método-programa que hemos introducido paulatinamente.
El programa constituye una organización predeterminada de la acción; el
método encuentra recursos y rodeos, realiza inversiones y desvíos. El pro-
grama efectúa la repetición de lo siempre igual (Adorno & Horkheimer,
1998, p. 80), es decir, necesita de condiciones estables para su ejecución; el
método es abierto, evolutivo, afronta lo imprevisto, lo nuevo. El programa
no improvisa ni innova, el método improvisa e innova. El programa solo
puede experimentar una dosis débil y superficial de alea y de obstáculos
en su desarrollo; el método se despliega en las situaciones más aleatorias,
utiliza el alea, el obstáculo, para alcanzar sus fines.
El método es obra de un ser inteligente que ensaya estrategias para
responder a las situaciones con las que se va encontrando. En este sentido,
reducir el método a programa es creer que existe una forma a priori para
eliminar la incertidumbre del contexto. Gaston Bachelard (2000, pp. 121-
122) decía que todo discurso del método es siempre discurso de circuns-
tancias. Esto significa que no se puede crear un programa que funcione
en todos los contextos, pero sí se puede educar a los individuos para que,
a través de un método revisable, aprendan a gestionar la incertidumbre y
la impredecibilidad.
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Aportes de la escuela de Frankfurt y Edgar Morin
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El pensar dialéctico y complejo es también una actividad de resis-
tencia espiritual organizada que, como decía Adorno (2019, p. 79), impli-
ca un ejercicio permanente contra la ceguera y el anquilosamiento gene-
rados por las convenciones y clichés establecidos en la sociedad. Debido
a ello, el pensar dialéctico y complejo no es solo una estrategia: es sobre
todo una herramienta generativa de sus propias estrategias. La idea de
estrategia va unida a la del alea (en latín significa juego de dados, juego de
azar, riesgo, suerte e incertidumbre) y el aleator es el jugador de profesión,
es decir, aquel que puede aprovechar los aleas para lograr sus fines.
Se debe tener presente que el pensar dialéctico y complejo es el
único capaz de superar alternativas aparentemente insuperables no es-
quivándolas, sino situándolas en un horizonte más rico que dé lugar a
nuevas posibilidades. Estas posibilidades surgen cuando se articula lo
anti- —lo que parece anti mirado desde una perspectiva simplificadora—
en lo meta- en un contexto más amplio que pueda contener en su seno
diferentes ideas en fricción. “Solo una mente educada puede entender un
pensamiento diferente al suyo sin la necesidad de aceptarlo, decía Aris-
tóteles (2001, p. 139). El pensar dialéctico y complejo es capaz de convivir
con la contradicción y el antagonismo sin suprimirlos, integrándolos en
un horizonte en el que puedan seguir fermentando a través de sus poten-
cialidades constructivas y destructivas.
A diferencia del pensar simplificador, el cual identifica una sola
lógica con el propio acto de pensar, el pensar dialéctico y complejo evita
la fragmentación y la desarticulación de los conocimientos adquiridos
(Morin, 2003, p. 71). En este sentido, este pensar no se erige como una
nueva lógica, hace uso de la lógica, pero la transgrede. O lo que igual:
muestra otros modos de articular la(s) lógica(s).
De esta forma, pensar dialéctico y complejo y pensar lógico se si-
túan en las antípodas. Siguiendo a Adorno (1973), el pensar lógico se ba-
saría en la lógica aristotélica que dicta que A = A bajo cualquier contexto
y circunstancia. Esto significa que todo elemento de la realidad es esen-
cialmente la misma cosa en todo momento de su historia. Ni el contexto,
ni el tiempo, ni la autodeterminación pueden modificar la esencia de los
elementos: solo pueden modificar sus accidentes. Por lo tanto, y aunque
a primera vista algo parezca cambiar a lo largo del tiempo, en realidad
solo cambia su apariencia, mientras que su esencia es inmodificable y se
encamina a un fin prefijado de antemano. Debido a ello, sus procesos son
deductibles y, si damos con el método adecuado, los podremos prever. La
inventiva, la creación y la intervención no tienen cabida en este tipo de
pensar. Garaudy (1970) describe así la diferencia entre el pensar dialéc-
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tico y el pensar lógico: “La razón dialéctica es primeramente la razón ha-
ciéndose, por oposición a una racionalidad ya constituida, con sus leyes
inmutables como las de la lógica formal (p. 59).
El pensar dialéctico y complejo rompe con la dictadura de la pre-
determinación y de la inmutabilidad del pensar lógico. Pensar de forma
dialéctica y compleja es pertinente allí donde nos encontramos con la
necesidad de articular, relacionar y contextualizar elementos que se trans-
forman. Pensar de forma dialéctica y compleja es pertinente allí donde
hay que pensar. Donde no se puede reducir lo real ni a una lógica ni a
una Idea. Donde se busca encontrar algo más de lo que se sabía por anti-
cipado. Donde se busca no solo comprender lo que se tiene delante, sino
también pautas nuevas para actuar sobre ello. Las claves de bóveda del
pensamiento dialéctico y complejo surgen del encuentro entre formida-
bles empujones antagonistas. Por ello, es preciso que toda educación par-
ta de la conciencia de la multidimensionalidad de la realidad, por tanto,
del inacabamiento del pensar; de este modo, los individuos no intentarán
ocultar dicho inacabamiento, sino que lo señalarán y se harán cargo de él.
Así las cosas, se debe tener en cuenta que:
El conocimiento, como la vida, es una búsqueda sin fin. Una búsqueda en
la que también vamos encontrando algunos puertos de llegada y de des-
canso y que nos sirven para, volviendo la vista atrás, recapitular y ver qué
nos va sirviendo y qué podemos ir eliminando en esa búsqueda. Ver qué
estrategias planteadas nos van sirviendo en nuestro negocio con la rea-
lidad y qué estrategias son desechables (Roger & Regalado, 2016, p. 17).
Si, como decía Pascal (1981, p. 81), el bien pensar la realidad es la
base de la ética, es necesario que hagamos buenas, adecuadas, pertinentes
lecturas, lo menos reduccionistas posible, del contexto para actuar de la
manera más civilizada posible. “Reducir un todo a uno solo de sus com-
ponentes es una falta intelectual, y ello es peor en la ética que en la cien-
cia (Varona, 2020, p. 103). Es necesario, por lo tanto, no solo mirar, sino
sobre todo saber mirar. O como decía Montaigne (2005, p. 155): lo que
necesitamos es educar la mirada. Pues el conocimiento no es la suma de
datos, sino la consciente organización de los mismos. En este sentido no
podemos hablar de recetas, pero sí de aptitudes mentales generales que
nos sirvan en la movilización del pensamiento hacia la construcción de
un conocimiento lo menos simplista posible en los contextos en los que
se sitúa el sujeto, allí donde nunca se puede asegurar la constancia del
medio (Roger & Regalado, 2016: 32).
Diagnóstico, comprensión y gestión del contexto van de la mano.
A pesar de que la incertidumbre siempre está ahí y es imposible hacer
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una lectura total y absoluta, es posible leer el contexto del modo más per-
tinente posible, y ello es una cuestión exclusivamente epistemológica. El
único modo de reducir la incertidumbre, o mejor dicho, de saber ges-
tionarla, es aumentar la complejidad mental. Es el sujeto quien debe ser
complejo: quien conoce, quien se equivoca, quien comete errores, quien
puede aportar no recetas, sino medios-estrategias lo más pertinentes po-
sibles para establecer relaciones con la realidad, es el sujeto.
Desde un punto de vista etimológico, la palabra complejidad, de
origen latino, proviene de complectere, cuya raíz plectere significa “tren-
zar” o enlazar” (Joaqui & Ortiz, 2020, p. 163). El agregado del prefijo
com- añade el sentido de la dualidad de dos elementos opuestos que se
enlazan íntimamente, pero sin anular su dualidad. La complejidad, por
tanto, es un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente aso-
ciados, que presentan la paradójica relación de lo uno y lo múltiple (Mo-
rin, 2003, p. 54). La palabra dialéctica, por su parte, proviene del griego
dialektik tékhnē, que significa técnica de la conversación. La dialéctica
es el arte de contraponer una determinada idea, concepción o tradición,
entendida como tesis, con otras diferentes a ella, entendidas como an-
títesis. De esta confrontación surge, en un tercer momento, la síntesis,
una nueva comprensión del problema que, más que a una solución, nos
asciende a un nuevo nivel de complejidad del propio problema. Comple-
jidad y dialéctica se erigen, así, como dos partes del mismo proceso y se
resumen como la actividad de articular elementos disímiles cuyo resulta-
do final nos lleva a otro nivel de comprensión más elevado. Sin embargo,
desde el pensamiento complejo, articular no es poner una cosa junto a
la otra, como lo hacen las praxis posmodernas (Ernesto Laclau, Donna
Haraway, etc.). La actividad de articular consiste en que las relaciones su-
perficiales, tangenciales o de simple proximidad se profundicen y sirvan
para crear una verdadera unidad en la diversidad, la misma que, siendo
una unidad abierta, posibilita todo un proceso de morfogénesis, es decir,
de nuevas emergencias de sentido.
Si un elemento nunca se agota en lo ensídico, tal y como denunció
Cornelius Castoriadis (2013); si un elemento no es un en sí y para sí, tal
y como indicó la escuela de Frankfurt; si un elemento no es una mónada
estática, tal y como apuntó Morin… entonces, no está prescrito en su esen-
cia lo que puede llegar a ser. Todo elemento tiene una dimensión poiética,
creativa, que le permite manifestar novedad, invención y posibilidad. Y esta
dimensión es la que deberá fomentar la educación, tal y como veremos.
Por todo ello, el pensar dialéctico y complejo deberá hacer suya la
frase de Adorno (2002), “la totalidad es la no verdad (p. 73), para rechazar
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toda lectura de la realidad que aparente unificación, coherencia e integra-
ción en sus elementos. Asimismo, deberá reconocer el estado transitorio
y cuasi esquemático de toda idea. A pesar de que el pensamiento siempre
anhela hacerse con un saber total y no parcelado, este anhelo puede ser
compatible con el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de cual-
quier conocimiento. Se podría decir que el camino del conocimiento es
para el pensar dialéctico y complejo lo que para Paul Valéry era la elabo-
ración de un poema: aquello que no se termina, sino solo se abandona.
Hacia una educación para proteger las democracias
Una de las preocupaciones fundamentales de toda educación que se pre-
cie es la de procurar el mejor modo de convivencia a sus educandos. En
este sentido, toda estrategia que evite educar en esquemas simplificado-
res, reductores y castradores debe ser bien recibida. Sin duda alguna, el
gran desafío de hoy y siempre es educar en y para la comprensión de la
complejidad humana.
A lo largo de este apartado se planteará una pregunta que, aunque
parezca simple, es más problemática que las vías que se le suelen tender para
abordarla: ¿qué es un “individuo educado”? Se trata de ese tipo de pregun-
tas que se vuelven más confusas a medida que avanzamos en su resolución.
Cavilar sobre la educación implica pensar muchos elementos, ar-
ticular muchos niveles, cuestionar muchas ideas arraigadas que parecen
evidentes. Y cavilar sobre una educación dialéctica y compleja, una edu-
cación que haga converger diferentes lógicas y paradigmas, se torna aún
más complicado. Si buscamos fortalecer las democracias, debemos for-
talecer la capacidad de pensar y convivir con la pluralidad, y esto solo es
posible educando para la diferencia.
A expensas de lo dicho, se puede partir de una premisa clara: por
naturaleza, los seres humanos no somos democráticos. Es decir, no nace-
mos programados genéticamente para vivir en una democracia. Tam-
poco lo hacemos para vivir en una tiranía. Los seres humanos nacemos
como posibilidad de ser muchas cosas y depende de los genes culturales
que se nos inyecten por medio de la educación, se nos habilitará para
materializar unas posibilidades u otras.
Para hablar de educación —una actividad puramente humana— se
necesita partir de lo que nos constituye como humanos: la palabra. Es la
posibilidad de diálogo, la capacidad de comunicación reflexiva —mas no
la transmisión acrítica de información— lo que nos separa del resto de
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seres vivos. Solo en la naturaleza y en los aparatos cibernéticos la comu-
nicación se reduce a la transmisión de datos. El ser humano es el único
ser vivo que construye su mundo lingüística y semióticamente, por ello, la
manera en que nos acerquemos a estos ámbitos —el uso de la palabra y la
comunicación— perfilará las posibilidades de la sociedad en que vivimos,
así como la amplitud de su diversidad.
Nuestra propuesta es que una educación que posibilite la vida in-
dividual y emancipada en un espacio siempre compartido, es uno de los
muchos proyectos que se pueden construir. Asimismo, se propone es ne-
cesario desactivar el carácter excluyente de la educación para lograr esto,
puesto que la educación sirve, tanto para respetar como para infravalorar,
para crear posibilidades de libertad como para homogeneizar, para crear
proyectos que nos lleven más allá del determinismo y del inmovilismo
como para tratar la realidad cosificándola y cuantificándola.
A continuación, se rescatarán algunas estrategias para que la educa-
ción desemboque en una mejor convivencia, una mayor libertad y una de-
mocracia real. El marco de fondo para el desarrollo de estas posibilidades es
un marco político: se trata de buscar cómo convivir en la pluralidad man-
teniéndonos distintos y no homogéneos, proyecto que, sin conocimiento de
esa otredad que soy tanto yo como tú, no se puede materializar. Se trata, por
tanto, de cambiar nuestro modo de conocer, nuestra epistemología, para
poder cambiar nuestra praxis, nuestro modo de actuar. Todo ello basado en
un pensar dialéctico y complejo que permita a los individuos hacer conver-
ger múltiples perspectivas y niveles dentro de sí. Recordemos las palabras
de Adorno (2002): “El pensamiento es, por su misma naturaleza, negación
de todo contenido concreto, resistencia a lo que se le impone (p. 27).
Este proyecto requiere de una epistemología concreta. A saber: el
modo en que tratamos al otro refleja una concepción determinada de la
realidad y de sus identidades, y no es lo mismo tratar estas como algo abier-
to, procesual y en constante cambio que como algo clausurado, estático y
excluyente. No es lo mismo pensar la realidad con un marco lógico que con
un marco dialéctico y complejo. “Toda política debe basarse en una con-
cepción del hombre, de la sociedad y de la historia (Morin, 2020, p. 11). Por
tanto, pensar los elementos de la realidad de modo que puedan articular
su particularidad se sitúa en las antípodas de pensarlos de modo aislado y
fronterizo. Creemos, pues, que la característica principal de un ciudadano
educado es poseer un pensar dialéctico y complejo que le permita convivir
con personas diferentes a él. El civismo a la hora de buscar la comunicación
con el otro y de construir algo juntos será el signo de su educación.
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La gestión política y su relación con la educación
Una de las características de la gestión política de nuestros actuales go-
bernantes es la ausencia de sentido de lo multidimensional, así como de
sus posibles mezclas y conexiones. Su pensamiento es unidimensional,
por tanto, poco efectivo: descontextualizan y distorsionan lo que tienen
delante porque no lo comprenden, y no lo comprenden porque una epis-
teme simplificadora y reduccionista no puede entender lo que es comple-
jo y está en constante evolución. Ocurre lo mismo con las instituciones
educativas: son ejemplo del pensamiento unidimensional, simplificador
y sobre todo identitario, siendo este último el defecto más visible en la
política y en el discurso social contemporáneos.
Entre el modo de actuar de una persona y su estructura de pen-
samiento está tendido un puente que es cincelado por la educación que
recibe. Se puede educar para la libertad, la autonomía y la convivencia en
la diversidad, y se puede educar para el rechazo de patrones que no son
los nuestros. Si optamos por lo primero, posibilitaremos una sociedad
de ciudadanos que sabrá gestionar valores compartidos en un espacio de
inclusión y pertenencia; en este caso seríamos buenos herederos de los
filósofos de la Antigüedad. Si optamos por la segunda alternativa, nos su-
mergiremos en una sociedad hostil hacia lo desconocido y lo diferente,
incapaz de comunicarse con lo que no pertenece a su grupo identitario,
fomentaremos la barbarie y la incivilidad, y perpetuaremos problemas
que en la actualidad deberían estar ya erradicados.
Si construir libertad en compañía es una de las muchas posibilida-
des de las que dispone el ser humano, su contrario, construir el miedo a la
libertad” —parafraseando a Erich Fromm— es la posibilidad más deshu-
manizadora de entre todas. Lo deseable para una sociedad que a todas
luces no deja de evolucionar y cuyos contextos son siempre inciertos, de-
bería ser un individuo sin miedo a ser libre y autónomo, un estratega listo
para hacerse cargo de su lugar en un mundo en devenir. Esto, por contra,
es lo menos productivo para una sociedad que busca la automatización
de sus ciudadanos para dar cancha libre al desarrollo del mercado. Lo
más útil para la polis —como espacio público en construcción— es lo más
inútil para el mercado, ya que este último no necesita ciudadanos, sino
consumidores cosificados y cosificadores.
Un ciudadano educado debe tener recursos para no ser un mero
consumidor que se desentiende del espacio público. El ciudadano educa-
do, en una comunidad entre iguales, debe cumplir la idea que Aristóteles
(2001) formuló como base de su antropología filosófica:
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Solo el hombre, entre los animales, posee la palabra […]. La palabra
existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo
injusto. Y esto es lo propio de los humanos frente a los demás animales:
poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y de lo malo, lo justo y
lo injusto, y las demás apreciaciones (p. 48).
No se debe olvidar que el logos griego no hace referencia solo a pa-
labra, sino también a la “razón, el “lenguaje y el diálogo, es decir, el ser
humano es el animal que no solo habla, sino que razona en compañía, que
dia-loga. Lo que nos desarrolla como seres humanos es el ejercicio del len-
guaje a través del diálogo en comunidad y con uno mismo, una comunidad
en la que no debemos priorizar quién tiene la razón, sino cómo podemos
convivir mejor de acuerdo con la razón. No se dialoga para imponer los
propios esquemas: se dialoga para abandonar parte de nuestra ignorancia
por medio del intercambio de ideas y argumentos con los demás.
La política es, ante todo, el modo en que lo ético se puede encarnar
y materializar en la comunidad, una comunidad que es histórica y por
lo tanto está en continuo devenir, en constante creación. La educación,
en este sentido, siempre es política, puesto que somos seres inacabados
que necesitan seguir construyéndose no para terminarse, sino para vivir
y convivir. La educación es el medio mediante el cual las ideas se insertan
en el individuo y por lo tanto en la sociedad, ponen a prueba cada con-
texto establecido y materializan una forma de (con)vivir u otra. Dewey
(2004) decía que la educación es aquella reconstrucción o reorganiza-
ción de la experiencia que da sentido a la experiencia y que aumenta la
capacidad para dirigir el curso de la experiencia subsiguiente (p. 74). La
educación, por tanto, es el laboratorio del pensamiento y, en consecuen-
cia, el preámbulo de la acción y también de la democracia.
Educar en la pluralidad: aproximaciones
desde diferentes pensadores
La educación en la pluralidad es necesaria, por un lado, porque vivimos
en compañía de seres diferentes a nosotros, incluso cuando son de nues-
tra misma cultura, nacionalidad o religión, y por otro, porque todos ne-
cesitamos vivir en un entorno acogedor y no hostil. El Estado no puede
obligar a nadie a estudiar una carrera ni a desarrollar ciertos rasgos de la
personalidad, sin embargo, en lo que respecta al espacio público, puede y
debe construir un modelo educativo que ayude a conocer y ejercer nues-
tras obligaciones como ciudadanos.
Bauman (2003, p. 27) decía que se necesita aprender a pensar de
modo líquido para vacunarnos contra la tendencia a lo sólido, pues tal
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y como indicó Norbert Elias (1990): “Lo que los individuos forman uno
con otros no es cemento (p. 27) y Octavio Paz (RTVE, 2014): “Doble
amenaza: volvernos aire, convertirnos en piedras. La gran reforma de
la educación no radica, entonces, en impartir otros contenidos, sino en
enseñar a pensar de otra forma, tal y como señalaron Freire (2023): “En-
señar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su
propia producción o construcción (p. 79) y Morin (2016): “La visión de
las cosas depende menos de las informaciones recibidas que de la forma
en que está estructurado nuestro modo de pensar” (p. 89).
Noam Chomsky (2013, p. 160) escribió en La (des)educación que
el objetivo último de la productividad alcanzada en la época contempo-
ránea no debería ser la producción de bienes, sino la producción de seres
humanos capaces de asociarse entre sí para crear posibilidades de desa-
rrollo y de evolución. Esta producción sería la única capaz de establecer
una comunidad libre, una comunidad que siempre se está haciendo y que
es consciente de ello. En otras palabras, se trata de apostar —de nuevo,
siempre— por el humanismo y por su transmisión de valores, de ideas
que vayan más allá de lo que tienen delante, de perspectivas multidimen-
sionales, flexibles y tolerantes. Se trata de apostar por el diálogo y no por
el monólogo. Se trata de apostar por el pensar dialéctico y complejo y no
por el pensar lógico y unidimensional.
Erasmo de Rotterdam (2007, p. 87) enseñó, aun viviendo en un si-
glo muy diferente al nuestro, algo muy importante: sin diálogo no puede
haber libertad, sino solo imposición. En el principio, dice Erasmo, es el
sermo (diálogo) no el verbo (imposición de la palabra/verdad). En el prin-
cipio debe estar el diálogo y no la palabra verdadera, absoluta, evidente.
Erasmo sabía que solo por medio de la palabra dialogada se podía apagar
el fuego del fanatismo. No obstante, hoy se constata que nuestro incons-
ciente epistémico sigue siendo “bíblico”: en el principio es el verbo y la
verdad, y no el diálogo.
No es lo mismo una sociedad de ciudadanos educados para en-
tender la convivencia como sermo —como construcción a través del diá-
logo— que una sociedad de siervos obedientes al verbo, gente que toma
como naturales las consignas que dicta el poder. Se debe educar a ciu-
dadanos que piensen y decidan por sí mismos, y no ciudadanos que se
reduzcan a las identidades y verdades transmitidas; ciudadanos que re-
chacen recibir una vida hecha, puesto que, de lo contrario, quedan redu-
cidos a ser masa, tal y como presagiaba Ortega y Gasset (2013, p. 32). Y el
ser humano no es del orden de la masa, sino que es capaz de confrontarse
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con el poder y proponer nuevos sentidos, lo que a veces implica decir no.
Una palabra que necesita de valor y contundencia filosófica.
Para que un individuo sea capaz de decir no ha tenido que recibir
una educación que le permita localizar el momento en que una lógica, a
pesar de contener lógica interna, se revela insuficiente para acercarse a la
realidad, y por lo tanto se torna perniciosa para la protección de la digni-
dad de todos. Desde los tiempos de Sócrates, la educación —que para él se
basaba en el método mayéutico— se postula como la única capaz de hacer
emerger un individuo desarrollado, culto y capaz de pensar por sí mismo.
El término mayéutica proviene del griego maieutikós y significa
dar a luz, haciendo referencia al proceso mediante el cual la mente de un
estudiante es guiada para que dé a luz” las ideas por sí mismo y no las asu-
ma de manera impostada desde fuera. En la educación mayéutica, el profe-
sor actúa como facilitador del proceso de aprendizaje, haciendo preguntas
y llevando al estudiante a descubrir las respuestas por sí solo. El estudiante
es considerado un agente activo de su propio aprendizaje y no un receptor
pasivo de información. Si la educación mayéutica se basa en el diálogo, la
búsqueda de la verdad y el cuestionamiento constante de las ideas precon-
cebidas, en el extremo contrario se encuentra una educación basada en la
transmisión pasiva de la información, la ausencia de reflexión crítica y la
falta de diálogo entre el maestro y el alumno. Esta forma de enseñanza es
denominada por Freire (2023) como educación bancaria (p. 91).
La educación bancaria refiere a un modelo de enseñanza en el que el
conocimiento es considerado como un depósito en la mente del estudiante,
reduciéndose el papel del maestro al de mero transactor y el del estudiante
al de recurso o instrumento. En este modelo, no se anima a los estudiantes
a cuestionar o desafiar las ideas establecidas y a llegar a las conclusiones
por sí mismos, ni tampoco se les trata como sujetos activos y autónomos.
Podríamos definir la diferencia entre estos dos tipos de educación con la
siguiente frase, atribuida a Sócrates: “La educación es el encendido de una
llama, no el llenado de un recipiente (Roger & Regalado, 2016: 84).
Ante estos factores cabe preguntarse, una vez más, ¿qué es la edu-
cación? La educación, podemos aventurar, es la capacidad de compren-
der, de la manera menos reduccionista posible, un mundo compuesto
por innumerables niveles. Niveles que van desde lo más rudimentario y
material —ruedas, chupetes, botellas— a lo más simbólico e inmaterial
—lenguaje, religiones, pensamientos—. En este sentido, el pensamiento
simplificador, bancario o unidimensional, además de falsear la realidad,
es poco efectivo: descontextualiza y distorsiona lo que es complejo y está
en constante devenir, por tanto, impide actuar de manera pertinente. Este
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tipo de pensar, como señaló Herbert Marcuse (2016), se limita a constatar
una única perspectiva o dimensión de la realidad sin considerar otros
niveles, interpretaciones o aspectos relevantes. De esta manera, crea una
disonancia entre lo que se está interpretando y el interpretador, pues los
puentes tendidos entre ellos no son eficientes: el interpretador solo capta
un 1 % de lo que tiene delante y se frustra con el 99 % que no comprende.
Y esto es precisamente lo que ocurrió en la pandemia COVID-19, tal y
como veremos a continuación.
Las enseñanzas de la pandemia sobre el pensar unidimensional
La pandemia ha demostrado que presentar la sociedad como un cúmulo
de incertidumbres, desajustes e inseguridades es la mayor herramienta
del radicalismo, el totalitarismo y los discursos identitarios. Fácilmente se
puede comprobar cómo el COVID-19 se convirtió en un virus ideológico:
lo que fue ideológico no es el virus, sino lo que se hizo con el virus a nivel
sociopolítico. Durante la pandemia, representantes de todos los frentes
e ideologías decidieron aprovechar la oportunidad para culpar de la in-
capacidad de contener el virus a algún movimiento, presente o pasado,
acometido por el adversario. De este modo, una pandemia mundial se
alejó de ser una batalla sanitaria ante la que se erigiera un frente plane-
tario común y se convirtió en una batalla entre identidades e ideologías,
una guerra en la que enfrente del virus comenzó una disgregación que ha
acabado con lo político, que siempre es el espacio de comunicación y de
coimplicación. Una cruzada donde los discursos sesgados, unidimensio-
nales y dogmáticos se han querido presentar como la única alternativa
posible ante una realidad demasiado plural y caótica.
Lejos de tratar el mundo tal y como este exige ser tratado, de mane-
ra compleja, pluricausal y multidimensional, los ciudadanos, exasperados
de tantas crisis posteriores al año 2008, miran el mundo con un discur-
so cada vez más simplificado y reduccionista que se extiende a través de
los canales de socialización y los medios de comunicación. Este discurso
asegura que las crisis que asolan al planeta son causa directa de adversa-
rios concretos, y no un rasgo inherente al propio sistema neoliberal. Un
sistema que, por otro lado, no tiene nada que ver con el concepto liberal
de ciudadano: el neoliberalismo excluye al ciudadano de la política y lo
reduce a mero consumidor/instrumento.
En este punto, el espacio público, la polis, ha sido desgajado en una
lucha entre espacios privados, en una batalla entre discursos radicalizados
y monolíticos que pretenden explicar toda la realidad a través de un solo lo-
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gos. Debido a ello, se hace necesaria una educación en el pensar dialéctico y
complejo capaz de subvertir la paulatina simplificación —lo que se traduce
espontáneamente en radicalización— de la capacidad de pensar y de actuar.
El fanatismo al que lleva el pensamiento unidimensional no es ya un reto a
nivel local, sino un obstáculo para la convivencia global. Por ello:
La educación debe ofrecer a los alumnos un método para mirar
con otros ojos la incertidumbre, la pluralidad y la otredad que
atraviesan —y siempre atravesarán— el mundo. El fomento del
pensar dialéctico y complejo debe ser el puente hacia este objetivo.
La política debe volver a hacer política. Esto significa que el
espacio público, la polis, debe insistir en su esencia de espacio
compartido, un lugar en el que la pluralidad es un hecho desde
el que se parte y no una posibilidad a debate.
Propuesta educativa
La propuesta que aquí se presenta se encamina a analizar el pensamiento
de los adolescentes escolarizados que viven en sociedades democráticas
con el ánimo de comprender su relación con el espacio público, los dis-
cursos identitarios y sus conciudadanos. Retomando los estudios de la
escuela de Frankfurt cuando trataron de esclarecer, en el contexto pre-
y poshitleriano, la relación entre los ciudadanos y la aceptación sumisa
del radicalismo (Adorno, 2006), propondremos dos vías para prevenir e
intervenir la radicalización del pensamiento en los jóvenes: la elabora-
ción de encuestas dirigidas a analizar el ascenso de corrientes populistas
antidemocráticas, por un lado, y la recuperación curricular de la cultura
profunda, por otro. Una cultura compuesta por obras complejas que los
alumnos, lejos de poder asimilar instantáneamente —tal y como ocurre
con las obras de la cultura de masas— deben enfrentar con una mirada
diferente, activa y emancipada de la lógica imperante.
Las encuestas, por un lado, se encaminan a desentrañar el puente
que une el aún vigente y masivo apoyo a la democracia con la aceptación
de pensamientos que van en contra de ella, tales como la apelación a la
propia democracia para manifestarse contra los enemigos políticos, la
búsqueda del “tercero judío necesario en cualquier relato cerrado sobre
sí mismo: “Nuestra sociedad no funciona porque está X en ella, o el inten-
to de cancelación de toda acción y pensamiento considerados contrarios
a los pensamientos del propio grupo. De este modo, las encuestas tratarán
de rastrear las tendencias antidemocráticas aceptadas y naturalizadas en
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las sociedades democráticas, desvelando, a través de diversas preguntas,
el potencial antidemocrático de las ideas enquistadas en el pensamiento
de los jóvenes. Estas encuestas se componen de preguntas como las que
planteamos a continuación, aunque se pueden expandir o concretar de
manera diferente según el contexto:
Indique del 0 al 10 qué tan de acuerdo está con las siguientes
afirmaciones:
1. La obediencia y el respeto a lo que la autoridad dicta constitu-
yen la base para el buen funcionamiento de cualquier sociedad.
2. Lo que cualquier país necesita, más que leyes y programas po-
líticos, es a unos pocos líderes valientes, fuertes y comprometi-
dos, en quienes el pueblo pueda depositar su confianza.
3. El modo de vida nacional está desapareciendo tan rápidamente
que es necesario un programa educativo fuerte que lo imponga
con disciplina y dignidad.
4. La crisis democrática actual tiene su causa en la permisividad
de tendencias y opiniones demasiado diversas.
5. Más que una participación democrática de todos los ciuda-
danos, lo que se necesita son unos pocos tecnócratas que no
precisen del respaldo público para actuar de acuerdo a lo que
consideran necesario dentro de sus ámbitos.
6. Las tiendas de autónomos locales cesan su actividad debido a
que llegan personas extranjeras que abren sus propios comercios.
7. La única vía para que la cultura occidental sobreviva consiste
en retornar a unos valores fuertes que puedan competir con los
valores fuertes de otras culturas.
Estas preguntas irían de la mano de dos preguntas adicionales, más
informativas, para conocer el contexto de los jóvenes:
8. ¿A qué clase social pertenece (nivel educativo de los padres y
posición laboral)?
9. ¿Cuáles son sus principales fuentes de información (familia, re-
des sociales, libros, periódicos, amigos, etc.)?
Así, las respuestas serían leídas a través de resultados tipológicos
que irían desde la “inclinación radical —jóvenes duros, malhumorados,
manipuladores, que afirman no cambiar por nada ni por nadie— has-
ta la “inclinación no radical —jóvenes sumisos, conformistas, ingenuos,
abiertos al cambio y a la permeabilidad—.
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El objetivo de estas encuestas es evidenciar que la democracia es la
única vía posible dentro de un mundo compuesto por sentidos y formas
de pensar diferentes. Se trata de mostrar la diversidad que ya existe, que
siempre ha existido y que siempre existirá. Una diversidad que muchas
veces es omitida por familias enteras, pero también por discursos edu-
cativos que muestran una única de las muchas caras que componen las
materias, sobre todo las humanísticas: colonialismo, desarrollo ambiental,
racismo, revoluciones, opresiones, cruzadas, etc. Cada una de estas acep-
ciones puede ser interpretada de modos antagónicos y desembocar en
modelos de acción asimismo antagónicos.
La etapa final de esta propuesta pedagógica se centra en rechazar
cualquier modelo educativo que haga de los estudiantes ciudadanos ce-
rrados en su propio paradigma, ciudadanos acorazados y acríticos, y lo
hace poniendo a los jóvenes ante obras, dilemas y problemas complejos
a los que deban mirar con ojos nuevos. Unos ojos que prescindan de la
lógica unidimensional que tienen naturalizada debido a los mensajes po-
pulistas que gobiernan el paradigma sociocultural.
Estas obras complejas deberán alejarse de las obras que gobiernan
el paradigma juvenil y provienen de la industria cultural, pues aunque
muchas contengan valores positivos y muestren la diversidad existente en
sociedad, siguen siendo simplistas y fomentan que la mirada de los jóve-
nes se vuelva parcial y unidimensional. Así las cosas, el cine y la literatura
serían las principales vías para romper con el paradigma de la simplifica-
ción, a través de ejemplos como los siguientes:
En el cine:
Soñadores (Bertolucci)
Al este del Edén (Kazan)
Vivir su vida (Godard)
Una canta, la otra no (Varda)
Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha (Petri)
Hannah y sus hermanas (Allen)
El ángel exterminador (Buñuel)
El grito (Skolimowski)
En la literatura:
Un mundo feliz (Huxley)
1984 (Orwell)
Fahrenheit 451 (Bradbury)
De ratones y hombres (Steinbeck)
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El cuento de la criada (Atwood)
La naranja mecánica (Burgess)
Ficciones (Borges)
Frankenstein o el moderno Prometeo (Shelley)
¿El objetivo? Complejizar su comprensión del mundo, hacerles en-
tender que no todo tiene un final feliz, ponerlos ante lógicas en fricción
y permitirlos desarrollar un pensamiento estratega que sea apto para la
incertidumbre y el cambio. Se trata de desarrollar su capacidad para de-
tectar aquello que no debería perpetuarse y que puedan buscar estrate-
gias para encauzarlo. Y todo esto para evitar que un nuevo radicalismo,
nacido de una nueva forma radical de pensar, no tenga cabida en nuestras
sociedades presentes y futuras.
Una educación para la protección de la humanidad
Adorno, a mediados del siglo XX, analizó la barbarie acometida por los
nazis en su ensayo Cultura y barbarie, escrito en 1949 y hoy presente en
el libro Crítica de la cultura y sociedad II (2009). Allí argumentó que la
cultura europea, la misma que había producido grandes logros intelec-
tuales, técnicos y artísticos, era el germen del delirio supremacista que
culminó en las cámaras de gas. Esto significaba que la Ilustración y el
progreso de la razón, aun logrando perfeccionar el dominio humano so-
bre la naturaleza y el desarrollo de herramientas tecnológicas y científicas
que nos permitían un mayor bienestar material, no nos había conducido
al progreso moral y ético que cabría esperar.
El motivo de este descarrilamiento era claro: la razón instrumen-
tal”, aquella enfocada a perfeccionar los bienes materiales a través de
mejoras técnicas, se tornó destructiva al no contener una base ética que
delineara la dirección de sus inventos. Los campos de concentración y las
cámaras de gas, dos de los mayores inventos técnicos y logísticos del siglo
XX, eran sus más claros ejemplos.
Adorno señaló la importancia de que la educación mostrara la mul-
titud de asunciones, prejuicios y naturalizaciones que podían desembocar
en un ambiente de odio e intolerancia como el que propició el Holocausto.
Asunciones como las expuestas en la encuesta mencionada (“La obedien-
cia y el respeto a lo que la autoridad dicta constituyen la base para el buen
funcionamiento de cualquier sociedad; Lo que cualquier país necesita, más
que leyes y programas políticos, es a unos pocos líderes valientes, fuertes y
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comprometidos, en quienes el pueblo pueda depositar su confianza”) con-
dujeron —y podrían volver a conducir— a lo que Morin llama “la barbarie.
De todo esto se derivaba una conclusión. El Holocausto impuso
a la educación un nuevo imperativo moral: el deber de que Auschwitz
—como campo de concentración y como deshumanización simbólica—
no vuelva a repetirse. Adorno argumentó que el delirio nazi representaba
una ruptura fundamental con los valores morales y éticos perseguidos
por la civilización occidental hasta ese momento. Se trataba de un antes y
un después en la historia, puesto que todos los avances del conocimiento
se habían puesto al servicio del extermino. Precedentemente, las atrocida-
des cometidas por otras épocas y pueblos habían sido, en cierto sentido,
más “ingenuas, ya que los medios disponibles eran más rudimentarios.
Auschwitz supuso una brecha al utilizar el conocimiento intelectual y
científico acumulado desde los albores de la civilización para exterminar
a una parte de la humanidad. Esto, según Adorno, desmentía la memora-
ble creencia portada desde los tiempos de la filosofía griega clásica: que
la inmoralidad era consecuencia de la falta de conocimiento y que, a ma-
yor cultura y educación, mayor tolerancia y mejor comportamiento ético.
El quid de la cuestión no consistía, a ojos del alemán, lograr una mayor
educación, sino perseguir otra educación, una educación con fines huma-
nísticos, una educación que inyectara los genes democráticos de los que
hablábamos al inicio de esta disertación.
Auschwitz se convirtió en un hito que puso en jaque las concep-
ciones sobre la misión de la educación y su relación con la política. Para
Adorno (2009), la escala y la naturaleza sistemática del genocidio eviden-
ciaba que una humanidad educada —los comisarios nazis eran en su ma-
yoría personas con estudios— también podía cometer actos inimaginables
de crueldad y deshumanización. En este contexto, el alemán concluyó que
una educación civilizada era aquella que dirigía los logros científicos a fi-
nes humanamente deseables y, sobre todo, a la protección de una máxima:
la de que la dignidad humana está por encima de toda idea y discurso.
Este nuevo imperativo moral, según Adorno, requería de una
revisión crítica de las estructuras sociales y educativas existentes, co-
menzando por sus medios y siguiendo por sus objetivos. La masacre de
Auschwitz, desde su perspectiva, obligaba a repensar los valores funda-
mentales de la civilización y a trabajar por una comprensión más profun-
da de la responsabilidad ética en un mundo marcado por la posibilidad
de la brutalidad impersonal en la era de las nuevas tecnologías. Por todo
lo dicho, Auschwitz nos enseña hoy dos cosas: que el progreso material no
conlleva necesariamente un progreso moral y que los logros en materia
de conocimiento necesitan de un pensamiento educado que los guíe.
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Conclusiones
La educación, si es fiel a su misión, debe evitar verse reducida a una educa-
ción unidimensional, bancaria o simplificadora. La educación debe propor-
cionar una comprensión multirreferencial y multinivel de lo que nos rodea.
El conocimiento, al igual que la realidad que intenta aprehender, no tiene
fronteras. Las fronteras las pone nuestra episteme y de esto depende que
algo complejo se vea así o, por contra, se vea extremadamente simplificado.
Se debe recordar que el objetivo de la educación es construir ciuda-
danos, personas capaces de manejarse tanto en el ámbito personal como
en el comunitario. Si la educación quiere desarrollar un pensar dialécti-
co y complejo en los jóvenes, deberá emprender una enseñanza holística
que parta, inevitablemente, de la interrelación entre los saberes. De esta
forma, la educación no limitará al alumnado a una sola dimensión de
la realidad, sino que promoverá una comprensión amplia y profunda de
los temas y problemas que emergen constantemente ante ellos. Pues tal y
como indica De la Barra (2019):
El objetivo principal de un enfoque educativo es la integración entre dis-
ciplinas. Con esto se apunta a conseguir la transdisciplinariedad como
nivel de integración máximo. Esto significa que, a través de problemas
reales, los estudiantes aplican conocimiento y habilidades desde dos o más
disciplinas, lo que ayuda a darle forma a la experiencia del aprendizaje.
Y darle forma a la experiencia del aprendizaje es, desde los tiempos
de Sócrates y la mayéutica, el objetivo último de la educación. Así las cosas:
Existe una relación estrecha entre la transdisciplinariedad y la comple-
jidad, ya que ambos enfoques abogan por una visión integradora y con-
textualizada del conocimiento. La transdisciplinariedad proporciona
una base epistemológica para enfrentar problemas complejos desde una
perspectiva más amplia y holística, mientras que la complejidad ofrece
un marco teórico y filosófico para el enfoque transdisciplinario, desta-
cando la importancia de reconocer y abordar la interconexión, la incer-
tidumbre, la emergencia y la autoorganización en la realidad (Moreno
Guaicha et al., 2024, p. 89).
La misión de la educación en la era planetaria consiste en fortale-
cer las condiciones de posibilidad de una sociedad-mundo compuesta por
ciudadanos activos y estrategas, ciudadanos que estén consciente y crítica-
mente comprometidos con la construcción de una civilización civilizada.
Por ende, la educación tiene que dejar de ser solamente una profesión y
convertirse en la tarea política por excelencia, en una misión de transmi-
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sión de estrategias para la vida en comunidad. Esta transmisión necesita
como base lo que no está indicado en ningún manual, pero ya Platón se-
ñaló como condición indispensable de toda enseñanza: el eros, que es al
mismo tiempo deseo, placer y amor por dar y recibir. De este modo, nos
gustaría concluir este trabajo con una cita de Morin y otra de Adorno que
pueden arrojar luz sobre la problemática que aquí nos ha ocupado:
Hay que abandonar la idea de una revolución violenta que haga tabula
rasa del pasado y derribe una sociedad mala para fundar una sociedad
buena. Nosotros proponemos una vía progresiva trazada por una nueva
política arraigada en la cultura humanista del pasado, y reivindicamos
los principios republicanos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Esta
complementariedad comporta antagonismos que un pensamiento po-
lítico debe gestionar, danto prioridad alternativamente a cada uno de
estos términos (Morin, 2020, pp. 72-73).
Yo diría que la figura en la que hoy se concreta la emancipación consiste
en que las personas que creen necesario caminar en ese sentido influyan
del modo más enérgico para que la educación sea una educación para la
contradicción y la resistencia. Pienso, por ejemplo, en la posibilidad de
ir a ver películas comerciales con los últimos cursos de los institutos y,
quizá también de las escuelas, mostrando luego sin más a los alumnos la
clase de patraña con que han tenido que enfrentarse, lo falaz de todo eso.
O en la de inmunizarlos, en un sentido similar, contra ciertos programas
matinales, tan comunes en la radio, en donde los domingos a primera
hora se les invita a escuchar una música radiante, como si viviéramos,
como se dice tan bellamente, en un mundo sano. O un profesor de mú-
sica podría analizarles alguna canción de moda, mostrándoles por qué
una canción de este tipo, o incluso una pieza del movimiento musical,
es incomprensiblemente peor, hablando del modo más objetivo, que un
cuarteto de Mozart o de Beethoven (Adorno, 1998, p. 125).
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Declaración de Autoría - Taxonomía CRediT
Autor Contribuciones
Sheila López Pérez
Al tratarse de autoría única, la contribución
total corresponde a la misma autora.
El contenido presentado en el artículo es de
exclusiva responsabilidad de la autora
Declaración de Uso de Inteligencia Articial
Sheila López-Pérez, DECLARA que la elaboración del artículo Aportes de la escuela
de Frankfurt y Edgar Morin para fomentar el pensar dialéctico y complejo en la
educación, no contó con el apoyo de Inteligencia Artificial (IA).
Fecha de recepción: 26 de enero de 2024
Fecha de revisión: 20 de abril de 2024
Fecha de aprobación: 15 de octubre de 2024
Fecha de publicación: 15 de enero de 2025