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Sophia 38: 2025.
© Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador
ISSN impreso:1390-3861 / ISSN electrónico: 1390-8626, pp. 271-294.
Aportes de la escuela de Frankfurt y Edgar Morin
Contributions of the Frankfurt School and Edgar Morin
una lectura total y absoluta, es posible leer el contexto del modo más per-
tinente posible, y ello es una cuestión exclusivamente epistemológica. El
único modo de reducir la incertidumbre, o mejor dicho, de saber ges-
tionarla, es aumentar la complejidad mental. Es el sujeto quien debe ser
complejo: quien conoce, quien se equivoca, quien comete errores, quien
puede aportar no recetas, sino medios-estrategias lo más pertinentes po-
sibles para establecer relaciones con la realidad, es el sujeto.
Desde un punto de vista etimológico, la palabra “complejidad”, de
origen latino, proviene de complectere, cuya raíz plectere significa “tren-
zar” o “enlazar” (Joaqui & Ortiz, 2020, p. 163). El agregado del prefijo
com- añade el sentido de la dualidad de dos elementos opuestos que se
enlazan íntimamente, pero sin anular su dualidad. La complejidad, por
tanto, “es un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente aso-
ciados, que presentan la paradójica relación de lo uno y lo múltiple” (Mo-
rin, 2003, p. 54). La palabra “dialéctica”, por su parte, proviene del griego
dialektikḗ tékhnē, que significa “técnica de la conversación”. La dialéctica
es el arte de contraponer una determinada idea, concepción o tradición,
entendida como tesis, con otras diferentes a ella, entendidas como an-
títesis. De esta confrontación surge, en un tercer momento, la síntesis,
una nueva comprensión del problema que, más que a una solución, nos
asciende a un nuevo nivel de complejidad del propio problema. Comple-
jidad y dialéctica se erigen, así, como dos partes del mismo proceso y se
resumen como la actividad de articular elementos disímiles cuyo resulta-
do final nos lleva a otro nivel de comprensión más elevado. Sin embargo,
desde el pensamiento complejo, articular no es poner una cosa junto a
la otra, como lo hacen las praxis posmodernas (Ernesto Laclau, Donna
Haraway, etc.). La actividad de articular consiste en que las relaciones su-
perficiales, tangenciales o de simple proximidad se profundicen y sirvan
para crear una verdadera unidad en la diversidad, la misma que, siendo
una unidad abierta, posibilita todo un proceso de morfogénesis, es decir,
de nuevas emergencias de sentido.
Si un elemento nunca se agota en lo ensídico, tal y como denunció
Cornelius Castoriadis (2013); si un elemento no es un en sí y para sí, tal
y como indicó la escuela de Frankfurt; si un elemento no es una mónada
estática, tal y como apuntó Morin… entonces, no está prescrito en su “esen-
cia” lo que puede llegar a ser. Todo elemento tiene una dimensión poiética,
creativa, que le permite manifestar novedad, invención y posibilidad. Y esta
dimensión es la que deberá fomentar la educación, tal y como veremos.
Por todo ello, el pensar dialéctico y complejo deberá hacer suya la
frase de Adorno (2002), “la totalidad es la no verdad” (p. 73), para rechazar