Sophia 37: 2024.
© Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador
https://doi.org/10.17163/soph.n37.2024.04
el ProbleMa del ConoCiMiento de la SuStanCia
PenSante en laS Meditaciones y en laS objeciones
y Respuestas de renÉ deSCarteS
The problem of the knowledge of the thinking
substance in the Meditations and in the Objections
and Replies of Rene Descartes
V F F*
Universidade Federal de Minas Gerais, Belo Horizonte, Brasil
ffvinicius@yahoo.com.br
https://orcid.org/0000-0002-8304-4732
A C T S**
Universidade Federal de Minas Gerais, Belo Horizonte, Brasil
teodoro.claudia.ana@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2187-6725
Forma sugerida de citar: França Freitas, Vinícius & Teodoro Sousa, Ana Cláudia (2024). El problema del
conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones y en las Objeciones
y Respuestas de René Descartes. Sophia, Colección de Filosofía de la Educación,
(37), pp. 131-159.
* Licenciatura en Filosofía, maestría en Filosofía, doctorado en Filosofía. Actualmente es residen-
te posdoctoral (PNPD/CAPES) en el Programa de Posgrado en Filosofía de la Universidad Fe-
deral de Minas Gerais. Coordina las reuniones del Grupo de Escepticismo Moderno (CPNq) en
el Departamento de Filosofía de la misma institución y coedita la revista Estudios Hum(e)años
(ISSN 2177-1006). Participa como investigador asociado en el Grupo Hume UFMG/CNPq y
PHARE/Universisté Paris I Panthéon-Sorbonne, Francia. Sus estudios se centran en el área de
historia de la filosofía moderna, con énfasis en el empirismo, la filosofía del sentido común y las
teorías de la conciencia, trabajando principalmente en el pensamiento de autores de la tradición
racionalista y empirista de los siglos XVII y XVIII. En el ámbito de la docencia, tiene experien-
cia en educación primaria y superior (pregrado y posgrado).
** Licenciada en Filosofía, realizó investigaciones en las áreas de filosofía moderna, filosofía de las
ciencias y estética y filosofía del arte. Es magíster en Filosofía Moderna y estudiante de docto-
rado en la misma institución (a partir de 2020). En su maestría trabajó sobre la influencia del
escepticismo en la filosofía cartesiana y como estudiante de doctorado investiga continuidades
y rupturas dentro del pensamiento de Descartes, con énfasis en los escritos de la juventud del
filósofo. Participa del Grupo de Escepticismo Moderno (UFMG), de la Red Iberoamericana
Descartes y la Génesis del Pensamiento Moderno y de un proyecto de traducción de la corres-
pondencia de Descartes. Tiene experiencia en el área de historia de la filosofía moderna, con
énfasis en filosofía cartesiana, epistemología, escepticismo y metafísica.
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
e problem of the knowledge of the thinking substance in the Meditations of Rene Descartes
Resumen
En este artículo se desarrolla la hipótesis de que el conocimiento de la sustancia pensante en
las Meditaciones sobre la losofía primera y en Objeciones y Respuestas no es claramente explicitado
por René Descartes. Se entiende que tal exposición es necesaria para una comprensión integral del
estatus de la filosofía cartesiana en el momento de redactar las Meditaciones y, principalmente, para
asimilar cómo concebía Descartes el conocimiento de la sustancia pensante en los años 1641 y 1642.
El conocimiento de la sustancia pensante es, como se sabe, un elemento fundamental para toda la
filosofía cartesiana. Para ello, se recurre, primeramente, a los dos modos en que Descartes presenta
el conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones, destacando los problemas que cada
uno de estos conlleva. Posteriormente, a partir de las Objeciones y Respuestas —principalmente
la quinta y la séptima— se presenta las críticas de Pierre Gassendi y Pierre Bourdin sobre el
conocimiento de la sustancia pensante. Tanto Gassendi como Bourdin subrayan que el texto de
Meditaciones no es suficiente para esclarecer de qué manera la sustancia pensante es conocida.
En este sentido, Gassendi y Bourdin cuestionan la posibilidad de este conocimiento, destacando
la ambigüedad y oscuridad de las respuestas cartesianas. Se concluye que en las Meditaciones,
Descartes enfrenta una brecha insalvable entre la ontología de la sustancia y su conocimiento, lo
que lo llevará a desarrollar y explicar mejor su teoría en escritos posteriores.
Palabras clave
Conocimiento, metafísica, sustancia pensante, mente, alma, René Descartes.
Abstract
In this article, the hypothesis is developed that Descartes does not clearly articulate the
knowledge of the thinking substance in the Meditations on First Philosophy and in Objections
and Replies. It is argued that such exposition is necessary for a comprehensive understanding of
the status of Cartesian philosophy at the time of writing the Meditations, particularly to grasp
Descartes' conception of the knowledge of the thinking substance in the years 1641 and 1642. As
known, knowledge of the thinking substance is a fundamental element in Descartes' philosophy.
Firstly, Descartes' two modes of presenting knowledge of the thinking substance in the Meditations
are examined, highlighting the issues each entails. Secondly, drawing from the Objections and
Replies—especially the fih and seventh—criticisms from Pierre Gassendi and Pierre Bourdin
regarding the knowledge of the thinking substance are presented. Both Gassendi and Bourdin
emphasize that the text of the Meditations does not sufficiently clarify how the thinking substance
is known. ey question the possibility of such knowledge, pointing out the ambiguity and
obscurity of Cartesian responses. It is concluded that in the Meditations, Descartes confronts an
insurmountable gap between the ontology of substance and its knowledge, which prompts him to
further develop and clarify his theory in later writings.
Keywords
Knowledge, Metaphysics, inking Substance, Mind, Soul, René Descartes.
Introducción
Este artículo analiza cómo René Descartes (1596-1650) aborda el proble-
ma del conocimiento de la sustancia pensante, centrándose en dos textos:
Meditaciones sobre la losofía primera (2004)1 y la compilación conocida
como Objeciones y Respuestas (1904). No se pretende discutir el proceso
de descubrimiento de la propia existencia en cuanto cosa pensante en el
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itinerario meditativo, tampoco esta descubierto el resultado de una intui-
ción o de un proceso silogístico. Se supone, para la discusión que sigue,
que el proceso que conduce al conocimiento de la propia existencia no es
problemático. El objetivo es discutir, más específicamente, un problema
de carácter epistemológico: ¿cómo explica Descartes el conocimiento de
la naturaleza de lo que existe?, ¿cómo es posible conocer la esencia del
yo que realiza la actividad de pensar?,2 ¿sería capaz el filósofo de explicar
el conocimiento de la naturaleza de la sustancia más allá de sus modos,
cualidades y atributos?
Inicialmente (apartado 1) se plantea la hipótesis de que Descartes
no ofrece, en el texto de las Meditaciones, una respuesta clara a las pre-
guntas propuestas anteriormente. Esta hipótesis se basa en afirmaciones
oscuras y contradictorias del filósofo: (1.1) Descartes (2004) no tiene cla-
ra la forma en que la sustancia pensante podría ser aprehendida por el
intelecto (pp. 49-63); (1.2) Descartes sugiere que el yo puede ser captado
mediante una capacidad de percibir”, sin embargo, no está claro cuál es el
objeto de esa capacidad (p. 103); (1.3) Descartes parece sugerir, al menos
en un pasaje, que la aprehensión de la sustancia pensante no depende del
conocimiento de sus modos (p. 169). Una comprensión que parece estar
en conflicto con otros pasajes en el texto de las Meditaciones (pp. 89, 91).
A continuación (apartado 2), se presenta una hipótesis que es-
tablece que, en el texto de las Objeciones y Respuestas, dos cuestiona-
mientos propuestos por Pièrre Gassendi (1592-1655) y Pièrre Bourdin
(1595-1653) sobre el conocimiento de la sustancia pensante en el itine-
rario meditativo no son adecuadamente respondidos (Descartes, 1904,
pp. 266, 275, 328-331). En primer lugar: (2.1) se argumenta que el filósofo
no explica satisfactoriamente qué es esta sustancia pensante (Descartes,
1973, p. 256). Se cree que esta dificultad puede identificarse, por ejemplo,
a partir de sus declaraciones contradictorias en el texto de las Objeciones
y Respuestas, sobre cuáles serían sus objetivos en las Meditaciones. En al-
gunos casos, Descartes dice que no se propone conocer la naturaleza de
la sustancia pensante, habiéndose limitado a demostrar que su esencia no
es extensiva (1973, p. 256). En otras ocasiones, el filósofo afirma que este
conocimiento es posible a partir de la consideración de su atributo (1904,
pp. 487, 491, 518). En segundo lugar: (2.2) se argumenta que Descartes no
aclara cómo la sustancia pensante podría ser conocida clara y distinta-
mente (1973, p. 257; 1904, p. 518). Al parecer, los argumentos esgrimidos
por el filósofo —por ejemplo, el relativo al número de propiedades cono-
cidas de esta sustancia (1973, p. 257)— no satisfacen las exigencias de sus
objetores en este sentido.
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
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Finalmente (apartado 3), se propone que las dificultades y ambi-
güedades encontradas en relación con el conocimiento de la sustancia
pensante en el itinerario de las Meditaciones ocurren porque Descartes
encuentra la brecha insalvable entre el ser y el saber. Epistemológicamen-
te, el conocimiento de la sustancia es posible a partir de modos y atribu-
tos. Ontológicamente, la sustancia aparece como una cosa que existe por
sí misma y, por tanto, solo existe más allá del entendimiento humano,
lo que significa que no puede ser conocida. En consecuencia, es posible
explicar en qué dominio es factible el conocimiento de la sustancia pen-
sante y aclarar algunas de las ambigüedades presentes en las Meditaciones
y en las Objeciones y Respuestas.
Conocimiento de la sustancia pensante
en el itinerario de las
Meditaciones
Una discusión preliminar sobre las sustancias3 comienza en meditación
II, cuyo propio título, “Sobre la naturaleza de la mente humana: que es
mejor conocida que el cuerpo (Descartes, 2004, p. 41), sugiere el com-
promiso epistemológico positivo de Descartes con el conocimiento de la
naturaleza de aquello que lleva a cabo la actividad del pensar, que luego
será definido como sustancia.4 A partir de la duda radical que pone fin a
la meditación anterior, se hacen los primeros descubrimientos.5
En primer lugar, Descartes (2004) afirma que el meditador es algo
que realmente existe (pp. 43-45, 49). Este algo es una cosa pensante (p. 49)
que contiene modos en sí misma (p. 51). Descartes, entonces, afirma que
es posible conocer la cosa pensante de una manera que no solo es mucho
más verdadera, mucho más segura, sino también mucho más distinta y
evidente (p. 61) que cualquier cosa extensa.
En la meditación III, el filósofo se propone establecer el conoci-
miento de su existencia aclarando lo que entiende por esa cosa pensante.
A su juicio, la cosa pensante tiene dentro de sí modos de pensar que son
verdaderos (pp. 69-71). Además, existe una percepción clara y distinta
que resalta la existencia de la cosa pensante (pp. 71, 85). A esta idea de
sustancia pensante se le conoce por tener duración y número, además de
ser algo máximamente diferente de las cosas extensas (p. 89). Finalmente,
en meditación VI, Descartes reconoce que la cosa pensante es indivisible
(pp. 183-185) y que el pensamiento es su esencia (p. 169).6
A partir de ahora se problematiza la manera en que Descartes ex-
plica el conocimiento de la sustancia pensante.
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La aprehensión intelectual de la sustancia pensante
Descartes observa que la aprehensión de sustancias no es sensible ni ima-
ginativa, sino intelectual (Descartes, 2004, p. 63). Esto sería aún más evi-
dente cuando se trata del conocimiento de la sustancia pensante. Sin em-
bargo, este proceso intelectual no está claramente explicado por el filósofo.
Parece haber un esfuerzo más explícito por parte de Descartes por explicar
cómo un objeto extenso, como en el ejemplo del trozo de cera, podría ser
conocido intelectualmente (pp. 55-59). No ocurre lo mismo en el caso de
la mente. La cosa pensante, aún no definida como sustancia durante la me-
ditación II, es conocida por la conciencia del pensamiento mismo, único
atributo que no puede separarse del meditador (p. 49). Supuestamente, al
entender como evidente que esta conciencia solo puede hacerse efectiva a
partir de la existencia de una cosa que piensa, el filósofo se limita a afirmar,
sin explicar en detalle, que debido a que el objeto extenso puede ser cono-
cido intelectualmente, se reitera que el conocimiento de la naturaleza de la
mente ocurre de manera similar. En palabras del autor:
Si la percepción de la cera me parecía más distinta, después de haberla
conocido no solo por la vista o el tacto, sino por muchas causas, ¿con
cuánta más claridad la conozco ahora, puesto que todas las razones que
pueden ayudar a la percepción de la cera o de cualquier otro cuerpo prueba
también, y mejor, la naturaleza de mi mente? (p. 61) (cursivas agregadas).
Aunque Descartes infirió que el conocimiento de uno mismo
como cosa pensante era evidente para su lector, este no es el caso. Queda
por cuestionarse si reconocer intelectualmente la existencia del pensa-
miento es conocer de manera inmediata y no problemática el tema del
conocimiento. Más que eso, es necesario investigar cómo el conocimiento
intelectual de la cosa extensa puede demostrar mejor el conocimiento de
la cosa pensante.
La capacidad de percibir
En más de una ocasión, Descartes reconoce que existe una facultad de
percibirse a uno mismo, una capacidad de girar la punta de la mente
hacia sí misma. El filósofo afirma que:
Solo porque Él me creó, hay que creer, y mucho, que me hizo de alguna
manera a su imagen y semejanza y que yo percibiese esta semejanza, en
la que está contenida la idea de Dios, por la misma facultad por la cual me
percibo a mí mismo, es decir, que al volver la punta de mi mente hacia mí
mismo no comprendo simplemente que soy una cosa imperfecta, incom-
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
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pleta y dependiente de otra cosa, que aspira indefinidamente a cosas cada
vez mayores y mejores (Descartes, 2004, p. 103) (cursivas agregadas).
Sin embargo, el texto cartesiano no indica claramente cuál es exac-
tamente el objeto de esta capacidad de percibir. Por tanto, es necesario
suponer cuál sería dicho objeto. Se conjeturan aquí dos posibles objetos
para que esto sea percibido. En primer lugar, es posible que este objeto se
traduzca en el yo como sustancia pensante que está más allá de sus modos
y atributos, es decir, el yo como sujeto de operaciones mentales. En segun-
do lugar, el objeto puede entenderse como el yo como un conjunto de sus
particularidades, o sea, el yo como el conjunto de sus modos, atributos,
recuerdos, gustos, principios, etc.
En el primer caso, el objeto de percepción sería la sustancia pen-
sante cuyo conocimiento se adquiere durante el itinerario meditativo —
llamada por intérpretes como Martial Guéroult (1953, p. 58) “inteligencia
pura” (pure intelligence) o “yo puro (moi pur). El yo puro correspondería
a la sustancia abstraída de todos y cada uno de los predicados, modos o
atributos. De admitirse este caso, habría que aceptar que la sustancia se
emancipa de sus cualidades. De esta manera, como afirma Jean Laporte
(1988), la sustancia pensante sería una entidad indeterminada, accesible
al intelecto solamente en la medida en que es una estructura que recibe
atributos y modos, esto es, un sujeto de inherencia (p. 178). Si el objeto
de la percepción es el yo puro, la explicación del conocimiento de la sus-
tancia pensante es, en efecto, problemática. Una sustancia así entendida
estaría despojada de cualquier propiedad (pp. 178-179) y, en principio,
sería conocida por el intelecto únicamente como una entidad verbal o
mera abstracción.
En el segundo caso, Descartes tendría en mente el yo concreto, ese
yo adquirido a través del reconocimiento de sus formas de pensar, su atri-
buto esencial, recuerdos, pasiones, etc. —llamado por Guéroult (1953) el
“yo personal concreto (moi personal concret) o el “yo individual” (moi
individuel) (pp. 54, 58)7—. Este yo, aparentemente, podría identificarse
con la identidad personal que medio siglo después sería objeto de estudio
detallado por autores como, por ejemplo, John Locke (1632-1704). Cabe
señalar, sin embargo, que explicar el origen de la identidad personal no es
necesariamente explicar el conocimiento de la sustancia pensante, al me-
nos no como una entidad que se revela más allá del conocimiento de sus
cualidades. La preservación de la identidad personal, al menos desde una
perspectiva lockeana, independiente de esta sustancia que alberga todos
sus atributos, ya sean materiales o inmateriales, simples o compuestos.
Como explica Locke (1694/1999), “no serían dos personas, por distan-
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cia temporal o alteración de sustancia, como tampoco un hombre sería
dos hombres porque hoy vestía diferente ropa que ayer, sin importar si
dormía mucho o poco (pp. 444-445). Si el conocimiento de la sustancia
pensante ocurre de manera análoga a la conciencia de sí, propuesta por
Locke, entonces es necesario admitir que no habría conocimiento directo
de la sustancia en la doctrina cartesiana. Solamente se podrían conocer
particularidades que, por determinación del juicio —y no de la compren-
sión— serían deliberadas como constitutivas de un sujeto.
Aunque no está muy claro cómo se produciría el conocimiento
de la sustancia pensante en términos lockeanos, el análisis del trozo de
cera presente en meditación II puede aclarar este punto (Descartes, 2004,
pp. 55-63). La subsistencia de la cera, “la identidad mantenida como per-
manencia a través de la duración y sus cambios, explica Beyssade (1997,
p. 20), es percibida por el meditador como constante en su comprensión.
Descartes afirma que a pesar de todos los cambios físicos y químicos que
sufre la cera, “hay que confesar que [la cera] permanece, nadie lo niega,
nadie piensa lo contrario (Descartes, 2004, p. 55).
Considerando que, al igual que lo pensante, la cera también será
identificada como sustancia, es posible conferir el mismo procedimiento
cognoscible a ambos casos. El propio Descartes (2004, p. 89) afirma que
es posible trasladar la idea de sustancia a la cosa extensa. Teniendo en
cuenta que la sustancia pensante se conoce solo por sus cualidades —
aunque el entendimiento reconoce que hay algo que subsiste ante todas
las variaciones— se puede concluir que el objeto de la facultad de per-
cepción es el yo concreto. Este yo se conoce identificando su constancia
como una sola entidad más allá de las modificaciones de sus cualida-
des. Desde esta perspectiva, Descartes no explicaría, por lo visto, cómo se
conoce la naturaleza de la sustancia pensante. Sería necesario, en efecto,
argumentar en contra de una comprensión como la lockeana que afirma
que no es posible, basándose en el conocimiento de la identidad personal,
conocer la sustancia a la que se refiere este yo concreto.
En consecuencia, surgen dos problemas distintos. En primer lugar,
Descartes, al hablar de la capacidad de percibir, no aclara si este acto está
dirigido al yo puro o al yo concreto, existiendo así al menos dos objetos
posibles para percibir. En segundo lugar, al menos al principio, ninguno
de los dos objetos ofrecería un conocimiento directo e inteligible de la
sustancia pensante. Se cree, por tanto, que la facultad de percepción no
resolvería la cuestión epistemológica relativa al conocimiento de la sus-
tancia pensante en el texto de las Meditaciones.
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
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Conocimiento de modos y atributos
y conocimiento de la sustancia pensante
Finalmente, es necesario señalar algunos pasajes contradictorios sobre el
papel del conocimiento de los modos y atributos para el conocimiento
de la sustancia pensante en las Meditaciones. Inicialmente, observamos la
evidencia textual que sugiere que el conocimiento de la sustancia pensan-
te dependería de la conciencia,8 de sus modos. En este sentido, Descartes
(2004) afirma que otros [pensamientos], en verdad, tienen, además, cier-
tas otras formas, como cuando quiero, temo, afirmo, niego, y en ellas [en
los modos de sustancia] siempre aprehendo algo como sujeto de mi pensa-
miento (p. 75) (cursivas agregadas). Este pasaje parece revelar que Des-
cartes entiende que cada una de las operaciones mentales —cada modo
de pensamiento— va acompañada del conocimiento de lo que lo opera,
es decir, del sujeto de la actividad de pensar. Otro pasaje parece indicar la
misma comprensión al establecer que los modos son los trajes a través de
los cuales aparece la sustancia:
Sin embargo, las demás cosas que entran en la formación de las ideas de
las cosas corpóreas, a saber, extensión, figura, situación y movimiento,
no están formalmente contenidas en mí, porque no soy más que una
cosa pensante. Pero, como son solo ciertos modos de sustancia y como
trajes con los que la sustancia se nos aparece y yo, yo soy, no obstante,
sustancia, parece que pueden estar contenidos eminentemente en mí
(p. 91) (cursivas agregadas).
Si bien en este pasaje Descartes se refiere a los modos de la sustan-
cia extensa, no parece problemático suponer que se pueda decir lo mismo
de la sustancia pensante: sus operaciones son los trajes a través de los
cuales podría ser conocida.
Empero, hay al menos dos pasajes en el texto de las Meditaciones
que contradicen directamente la lectura presentada anteriormente. En
primer lugar, en la meditación III, Descartes (2004) identifica expresa-
mente la sustancia como una cosa capaz de existir por sí misma (p. 89) y
afirma que ella, como cosa pensante, también es una sustancia. Posterior-
mente, en la meditación VI, el filósofo afirma que:
Además, encuentro en mí facultades como las de imaginar y sentir, cu-
yos modos de pensar son especiales, y puedo comprenderme, sin ellas, cla-
ra y distintamente en su conjunto, pero, a la inversa, no puedo compren-
der estas facultades sin mí, esto es, sin la sustancia inteligente en la que
residen (p. 169) (cursivas agregadas).
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Los extractos citados son explícitos sobre la posibilidad de cono-
cerse a uno mismo, independientemente de los atributos y formas en que
aparecería la sustancia pensante.
La ambivalencia de la noción de sustancia en el texto de las Medi-
taciones dificulta, por tanto, la explicación intelectual del conocimiento
de la sustancia pensante. Para orientar el debate, resulta beneficioso in-
vocar interpretaciones como las de Ethel Rocha (2006), Beyssade (1997)
y Pierre Aubenque (1999). Estos autores, en general, entienden que el co-
nocimiento de la sustancia pensante se produce a partir de un proceso
inferencial, a saber, la sustancia pensante se inferiría a partir del conoci-
miento de su atributo y/o de sus modos. Rocha sostiene que la sustancia
cartesiana no puede ser conocida como un sujeto de inherencia, o sea, un
sujeto desprovisto de propiedades en las que estas son inherentes, pero no
constitutivas (2006, p. 103). Para la autora, dado que sustancia y atributo
esencial presentan solamente una distinción de razón, el conocimiento
de la sustancia pensante viene dado por el conocimiento de su atributo
esencial: el pensamiento (pp. 91-95). De manera similar, Beyssade sostie-
ne que Descartes postula la independencia de la sustancia en relación
con otras cosas en la naturaleza y establece que el atributo de pensar no
es, para el yo, un modo separable de su sustancialidad (1997, p. 16). Por
consiguiente, al igual que Rocha, Beyssade cree que el sujeto cognoscente
solo es percibido por sus cualidades, modos y atributos (p. 24). Aubenque
(1999, p. 91), a su vez, afirma que lo que se puede conocer clara y distinta-
mente sobre la sustancia pensante es su atributo.
La posición de Rocha, Beyssade y Aubenque de que la sustancia
solamente se conoce a través de su atributo está de acuerdo con la defi-
nición V ofrecida por Descartes en la “Exposición geométrica presente
en las “Segundas respuestas. Allí Descartes (1973) afirma que “no tene-
mos otra idea de sustancia tomada precisamente, excepto la de que es una
cosa en la que existe formal o eminentemente, aquello que concebimos
o aquello que está objetivamente en algunas de nuestras ideas (p. 235).
Sin embargo, esta lectura plantea al menos tres dificultades importantes.
En primer lugar, la sustancia pensante no sería independiente, sino que
necesitaría del atributo esencial para subsistir.9 Entonces, es necesario
aclarar cómo el conocimiento de la esencia implica conocimiento de la
existencia. Finalmente, si la sustancia se identifica completamente con su
atributo, es necesario responder por qué Descartes sintió la necesidad de
extrapolar lo que realmente sabe e invocar una entidad meramente lógica
o verbal. Incluso, Aubenque (1999, p. 87) reconoce que no sería posible
recurrir a la noción de intuición como fuente de conocimiento de la sus-
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
e problem of the knowledge of the thinking substance in the Meditations of Rene Descartes
tancia en este caso, ya que la intuición se centra en las propiedades de la
sustancia y no en ella misma. De ello se desprende que la sustancia no
puede ser conocida objetivamente por sí misma, sino solo por su atributo.
En oposición a estos intérpretes se encuentra la lectura de quienes
sostienen que Descartes creía en la existencia de una entidad sustancial
más allá de la concepción de un sujeto de atribución, como es el caso de
las interpretaciones de David S. Scarrow (1972), Laporte (1988) y Marco
Antônio Valentim (2009). La lectura de Scarrow se basa en el supuesto
de que, dentro de la filosofía cartesiana, el conocimiento del yo sería solo
indirecto, a través de sus modos y atributos, no directo. Según Scarrow,
“Descartes sugiere repetidamente que la sustancia es algo que no perci-
bimos y que se esconde detrás de los atributos y propiedades que perci-
bimos, por tal razón, que los atributos y propiedades pertenezcan a una
sustancia es algo que inferimos, no algo que percibimos (1972, p. 20). En
el mismo sentido, Laporte sostiene que descuidar la distinción entre sus-
tancia y atributo es también descuidar los modos de ser, quitando a la sus-
tancia lo que garantiza su sustancialidad, es decir, la posibilidad de existir
independientemente. El atributo esencial, en este sentido, aunque repre-
sente la cosa para el entendimiento, solo revela la esencia de la sustancia,
no su existencia. La existencia es una propiedad que únicamente puede
haber objetivamente fuera del entendimiento y, por tal razón, para Lapor-
te, la existencia de sustancia en la filosofía cartesiana siempre permanece
extra intellectum, incluida la noción de sustancia pensante (1988, p. 191).
Si bien es posible conocer la esencia de la sustancia pensante a partir de
su atributo principal, la existencia de la sustancia pensante siempre queda
fuera de los límites del conocimiento humano debido a la finitud de la
naturaleza humana. Del mismo modo, Valentim (2009) afirma que si:
Por un lado, Descartes es quizás el primer filósofo que reconoce la ob-
jetividad como una forma de ser, por otro, este reconocimiento siempre
va acompañado en su metafísica de la conciencia de que el ser objetivo
se distingue precisamente por su relatividad ontológica al ser sustancial
(p. 215).
En otras palabras, si bien la sustancia pensante aparece como la jus-
tificación epistemológica de toda la doctrina cartesiana, su conocimiento
objetivo no es posible dada la finitud del entendimiento humano, que no
puede ir más allá del conocimiento claro y distinto de la esencia de la sus-
tancia, teniendo en cuenta que esencia y existencia no son equivalentes.
La lectura que propone que la sustancia pensante es distinta de
sus modos y atributos también tiene al menos tres dificultades. En pri-
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mer lugar, para justificar esta disquisición, los intérpretes no apelan al
texto principal de las Meditaciones, seleccionando, en cambio, pasajes de
los Principios de losofía y de las Objeciones y Respuestas (Laporte, 1988;
Scarrow, 1972; Valentim, 2009), que es coherente con nuestra lectura de
que el texto de las Meditaciones no es claro al respecto. En segundo lugar,
esta interpretación no logra aclarar cómo es posible el conocimiento de
la sustancia objetivamente dada, en vista del conocimiento de sus modos
y atributos, ya que no hay identificación entre sustancia, modo y atributo.
Finalmente, Descartes (2004, pp. 35-107) recorre el itinerario meditativo
en el que la propia razón se ve amenazada por la hipótesis del engañador
supremo. La razón puede inferir, a partir de la premisa de que el pen-
samiento requiere un pensador, que el individuo que piensa existe. Sin
embargo, el engañador hace inviable esta creencia, ya que su poder es tan
grande que es capaz de engañar incluso en actividades de razonamien-
to muy simples, como sumar pequeñas cantidades10 (pp. 73-75). En este
sentido, el juicio de una sustancia que está más allá del conocimiento de
sus modos también podría ser un juicio engañoso, proyectado por una
entidad completamente poderosa y maligna. En consecuencia, Descartes
solo pudo afirmar el conocimiento de la sustancia después del final de la
meditación III, en la que la hipótesis del Genio Maligno es refutada por la
existencia del Dios veraz (pp. 103-105).
Sí la hipótesis señalada por Laporte (1988), Valentim (2009) y Sca-
rrow (1972) fuera correcta, entonces hay una posible explicación para
la dificultad encontrada por Descartes al revelar lo que concebía como
conocimiento de la sustancia pensante, ya que el conocimiento de esta,
solo ocurriría en un campo esencial y no existencial. Por otro lado, sería
necesario aclarar las dificultades anteriores y, más que eso, explicar por
qué Descartes insiste en que el conocimiento de la sustancia pensante
ocurre en términos existenciales y, en consecuencia, proporciona la base
de inteligibilidad para toda su epistemología.
La hipótesis planteada en este apartado establece, por consiguien-
te, que el texto de las Meditaciones no deja claro cómo el meditador es
capaz de conocer la naturaleza de la sustancia pensante. Se presentaron
algunas posibilidades interpretativas y, aparentemente, todas ellas pue-
den ser problematizadas.
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
e problem of the knowledge of the thinking substance in the Meditations of Rene Descartes
Los ataques de Gassendi y Bourdin
De ahora en adelante se continuará con la problematización de las com-
prensiones epistemológicas de Descartes sobre la sustancia pensante.
Para ello se usará las Objeciones y Respuestas. Algunas de las críticas más
incisivas de Gassendi y Bourdin se centran precisamente en la falta de
claridad de Descartes a la hora de explicar cuál sería la sustancia pensante
y cómo podría conocerse. Esta sección concluye argumentando que tales
objeciones están justificadas y que, en sus réplicas, Descartes no responde
legítimamente a ellas.
¿Qué es la sustancia pensante?
Comencemos con algunas de las consideraciones de Gassendi, que se
centran en el supuesto descubrimiento cartesiano de la sustancia pensan-
te. Al cuestionar las tesis de la meditación II, el objetor señala, en primer
lugar, que Descartes no explicaría qué es lo que lleva a cabo la actividad
de pensar, aunque este es el propósito principal de la meditación II (Des-
cartes, 1904, p. 265).s adelante, Gassendi afirma que decir “una cosa
que piensa no aclara qué es ese algo que realiza la actividad de pensar
(p. 266). Ante esto, Gassendi concluye que el único resultado positivo de
la meditación II sería probar la propia existencia del meditador (p. 275).
Gasendi añade, dado que nadie cuestionaba su existencia, este descubri-
miento sería inútil (p. 275).
El epicentro de las objeciones de Gassendi es la incapacidad de
Descartes para explicar la naturaleza de la sustancia pensante. En su res-
puesta, Descartes (1973, p. 255) parece adoptar la estrategia de no respon-
der directamente a las críticas, que es común en las respuestas escritas a
sus críticos empiristas más hostiles y acérrimos, como Gassendi y Bour-
din. En cambio, Descartes opta por reiterar su posición de la meditación
II, afirmando que cuando se conoce un objeto extenso, se conoce princi-
palmente el pensamiento mismo:
Me asombra que confeséis que todas las cosas que considero en cera
prueban que sé claramente que soy, pero no de qué manera soy ni cuál es
mi naturaleza, ya que lo uno no puede demostrarse sin lo otro. Y no veo
qué más podéis pedir al respecto, a menos que os diga cuál es el olor y
el sabor del espíritu humano, o de qué están compuestos la sal, el azufre
y el mercurio (p. 256).
Ahora bien, esta respuesta de Descartes pretende resaltar que el
conocimiento de la sustancia pensante como cosa pensante no viene dado
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por los sentidos, sino por el intelecto.11 Gassendi, como empirista, tiene
dificultades para concebir esta idea. Descartes, de esta manera, continúa
su explicación a Gassendi afirmando que en cuanto a mí, nunca pensé
que para hacer manifiesta una sustancia, fuera necesario algo más que
descubrir sus diversos atributos; de modo que, cuantos más atributos
conocemos de una sustancia, más perfectamente conocemos también su
naturaleza (p. 257).
Descartes admite así que las sustancias se conocen por sus modos
y atributos. De la misma manera que la cera se conoce mejor en función
de sus diferentes modos y atributos (Descartes, 2004, p. 61), existen mu-
chos atributos y modos en el espíritu que permiten conocer la sustancia
pensante. Descartes, con el objetivo de dejar clara su posición a su objetor,
enumera tales atributos:
Uno, tiene la virtud de conocer la blancura de la cera; otro, tiene la vir-
tud de conocer su dureza; otro, se puede conocer la modificación de esa
dureza o licuefacción, etc. […]. De aquí se ve claramente que no hay
nada de lo que conozcamos tantos atributos como los de nuestro espíri-
tu, porque en la medida en que los conocemos en otras cosas, podemos
contar otros tantos en el espíritu, debido al hecho de que los conoce; y
por tanto, su naturaleza es mejor conocida que la de cualquier otra cosa
(Descartes, 1973, p. 257).
El pasaje anterior refuerza la interpretación de que la sustancia se
conoce en función de sus atributos. Más específicamente, Descartes deja
claro que la sustancia pensante se conoce a partir de cada uno de sus actos
de conocimiento: no solo a sí misma, sino a cualquier otra cosa. En este
sentido, cuando Descartes enumera cómo se conoce el trozo de cera, tam-
bién es posible conocer mejor la mente misma que conoce el trozo de cera.
De esto se sigue que la sustancia pensante es mejor conocida que cualquier
otra sustancia, ya que siempre que conocemos algo, conocemos más per-
fectamente la sustancia pensante que nos permite conocer esa sustancia.
A partir de estas respuestas ofrecidas por Descartes a Gassendi,
es conveniente considerar que Descartes entiende la sustancia como un
sujeto de inherencia, es decir, mero soporte de modos y accidentes, como
lo sugieren Beyssade (1997), Rocha (2006) y Aubenque (1999). Se pue-
den conocer los modos y atributos de este sujeto y esto sería adecuado
para conocer la sustancia. Esta lectura, sin embargo, plantea numerosos
problemas, como ya se ha sugerido en este artículo. La principal es que
Descartes en ningún momento aborda la cuestión de que saber cómo co-
nocer los atributos es también saber conocer la sustancia. Si solo conocié-
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
e problem of the knowledge of the thinking substance in the Meditations of Rene Descartes
ramos las propiedades de una sustancia, ¿sería realmente posible conocer
la cosa misma?
Algunas de las objeciones de Bourdin también se desarrollan a par-
tir del problema de saber cuál es realmente la sustancia pensante. Según el
objetor, Descartes no demuestra la naturaleza de la sustancia pensante, ha-
biéndose limitado a suponer simplemente —sin pruebas— que la sustan-
cia pensante no es extensa (Descartes, 1904, pp. 486-487). En este sentido,
sigue Bourdin, Descartes habría supuesto, sin pruebas, que el pensamiento
es una propiedad de una cosa no extensa, para luego supuestamente des-
cubrir que la sustancia pensante es una cosa inextensa (p. 490). Bourdin,
de esta manera, acusa a Descartes de no haber logrado demostrar que el
pensamiento es un atributo exclusivo de la sustancia pensante (p. 490). En
términos más generales, Bourdin acusa a Descartes de no demostrar nada,
porque el meditador siempre ha sabido lo que es fundamental, habiéndose
limitado a afirmar lo que ya se sabe (p. 501). Las objeciones de Bourdin,
por tanto, se centran en la dificultad de encontrar explicaciones claras en
el texto de las Meditaciones sobre qué es la sustancia pensante y cómo sería
posible conocerla. Para Bourdin, Descartes no construye un argumento
sólido sobre estas cuestiones, sino que solo hace presuposiciones que care-
cen de fundamento sobre la cualidad incorpórea de la sustancia pensante
y establece la existencia del pensamiento de manera banal.
En sus respuestas, Descartes inicialmente parece no tomar en serio
las críticas de Bourdin. En efecto, el filósofo simplemente reafirma, sin
presentar argumento alguno, lo supuestamente descubierto en la medi-
tación II (p. 487). Su postura, sin embargo, parece cambiar en relación
a críticas posteriores que insisten en que el texto de las Meditaciones no
deja claro cuál es la sustancia pensante. Descartes reitera —haciéndose
eco de su respuesta a Gassendi— que su objetivo no es establecer que él, el
meditador, es una mente, ni decir que es un alma.12 Estas nociones fueron
ciertamente rechazadas por la duda de la meditación I y, en este senti-
do, no sería apropiado conferir terminologías indefinidas como mente
o alma a la cosa pensante (p. 491). La intención, afirma Descartes, sería
simplemente establecer que la sustancia que realiza la actividad de pensar
es una cosa que piensa (p. 491).
La respuesta de Descartes a Bourdin, por tanto, no es suficiente
para aclarar cómo se puede conocer la sustancia pensante, del mismo
modo que no explica qué es la sustancia pensante. Identificar la sustancia
pensante con una cosa pensante no dice nada sobre la naturaleza de lo
que piensa. Gassendi, en sus objeciones, ya advierte la dificultad de la
palabra res, cosa, para definir qué es el meditador:
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Y así nos llevas a tu resultado principal, que eres una cosa que piensa, es
decir, una cosa que duda, afirma, etc. Y para decir en primer lugar que es
una cosa, no hay nada conocido que decir. Esta es una palabra general
imprecisa y vaga que no se aplica a usted más que a cualquier cosa en el
mundo entero que no sea simplemente nada. Eres una cosa”; es decir,
no eres nada o, lo que es lo mismo, eres algo. Pero una piedra es algo y
no nada, como una mosca y todo lo demás (p. 276).
Gassendi no parece entender que por cosa Descartes busca identi-
ficar precisamente una entidad indeterminada, ya que en el momento de
la meditación II aún no tiene recursos y conocimientos suficientes para
identificar tal cosa como una sustancia, y mucho menos como mente o
alma. (Descartes, 2004, p. 51). El pensamiento, única característica de la
cosa, en cambio, logra revelar su naturaleza. Según Descartes, es una cosa
pensante, es decir, una cosa que duda, comprende, afirma, niega, quiere,
que no quiere, que también imagina y siente y esto no sería ciertamente
poco [conocimiento] si estas cosas juntas me pertenecen (p. 51). Asimis-
mo, es la extensión la que determina una entidad extensa y no el hecho de
que sea una cosa (pp. 169-171).
Así, señala Descartes, alguien que no ha recorrido el itinerario de
la meditación I, que no ha eliminado prejuicios previamente admitidos
como verdaderos, puede no ser capaz de reconocer, con claridad y dis-
tinción, lo que piensa (Descartes, 1904, p. 518). Sin embargo, recorrer las
etapas del itinerario meditativo, por sí solo, aunque permita comprender
la propia existencia del meditador en el contexto de la hipótesis del en-
gañador supremo,13 no parece suficiente para conducir al conocimien-
to completo de la sustancia pensante. Se sabe que la sustancia pensante
existe, pero, ¿se conoce la naturaleza de lo que se conoce? Si esto se sabe,
¿cómo surge este conocimiento? De las respuestas dadas a Gassendi y
Bourdin, tal como se presentan en esta sección, es evidente que Descar-
tes es incapaz de proponer soluciones a estas preguntas (pp. 276, 491). El
conocimiento de la sustancia pensante sigue siendo una parte oscura del
itinerario de las Meditaciones, aunque el filósofo piense que no es así.
¿Cómo puede el conocimiento de la mente ser claro y distinto?
Gassendi confiesa sorpresa ante la tesis cartesiana de que la mente sería
más clara y distintamente conocida que los objetos extensos, ya que Des-
cartes no habría explicado qué es eso que piensa (Descartes, 1904, p. 267).
En el ejemplo del trozo de cera, en opinión de Gassendi, la sustancia pen-
sante permanecería desconocida (p. 275). De manera similar, Bourdin, en
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
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una objeción reconocida por él mismo como su principal crítica, señala
la extrañeza en la transición abrupta del conocimiento de la propia exis-
tencia como cosa pensante a la adquisición de un conocimiento claro y
distinto de ella (p. 504). El origen del conocimiento claro y distinto de
una cosa pensante no se explica, afirma Bourdin, aunque la explicación de
qué es lo que piensa es el principal objetivo de Descartes (p. 504). ¿Cómo
puede ser claro y distinto este concepto? (pp. 504-505).
El texto de las Meditaciones no presenta —al menos explícitamen-
te— la explicación exigida por ambos objetores. Descartes, sin embargo,
en su respuesta a Gassendi, parece tener dificultades para fundamentar
su comprensión. Lo que haría que la mente fuera más conocida que los
cuerpos extensos sería precisamente el hecho de que es posible conocer
más modos de la sustancia pensante que de la sustancia extensa. Además,
todos los modos conocidos de la sustancia extensa también resultarían
en el conocimiento de más modos de la sustancia pensante, que efectúan
dicho conocimiento:
Donde se ve claramente que no hay nada de lo que conozcamos tantos
atributos como los de nuestro espíritu, porque en la medida en que los
conocemos en otras cosas, podemos contar otros tantos en el espíritu,
por el hecho de que este los conoce [cf. Descartes, 1973, p. 275], por tan-
to, su naturaleza es mejor conocida que la de cualquier otra cosa (Des-
cartes, 1973, p. 257).
En respuesta a Bourdin, concretamente a la acusación de que no
explicaría el origen del concepto claro y distinto de cosa pensante (1904,
p. 518), Descartes responde —en continuidad con lo dicho a Gassendi—
que entre la razón de conocer la cosa pensante y su conocimiento claro
y distinto:
Enumeré todas las propiedades de la cosa pensante, a saber, que com-
prende, desea, imagina, recuerda, siente, etc.; así como todas las demás
propiedades comúnmente conocidas, que no pertenecen a su concep-
ción, para distinguir unas de otras, que solo podrían desearse después
de eliminar prejuicios (p. 518).
La cuestión del conocimiento de los modos y su relación con el
conocimiento de la sustancia se discutirá con más detalle en la siguiente
sección. Por ahora, es necesario cuestionar la comprensión de Descartes
presentada en los pasajes anteriores. No está claro cómo el conocimiento
de un mayor número de modos puede hacer que el conocimiento de la
sustancia sea más claro y distinto,14 ni tampoco está claro cómo el filósofo
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puede afirmar con certeza que conoce todos los atributos de su mente
(Descartes, 1973, p. 257; 1904, pp. 491, 518).
Para ilustrar la dificultad de estas afirmaciones de Descartes, ape-
lamos a la historia de la filosofía, más específicamente, a las reflexiones de
Nicolas Malebranche (1638-1715), presentadas en De la Recherche de la
rité (2004),15 un filósofo ampliamente influenciado por el cartesianismo
(Solís Sotomayor, 2014, p. 63). Una de las principales tesis malebrechia-
nas al respecto establece que los modos son todo lo que el sujeto puede
saber sobre su espíritu.16 Sin embargo, incluso este conocimiento es pre-
cario. Dos razones para esta visión epistemológicamente negativa aparen-
temente se refieren precisamente a puntos mencionados por Descartes
en los pasajes citados anteriormente. Por un lado, para Malebranche, los
seres humanos ignoran qué modos pertenecen o no a sus espíritus. Gran
parte de la humanidad supone que las cualidades sensibles —colores,
olores, sabores, etc. — están en cosas extensas, cuando en realidad tales
sensaciones no serían más que modos de la sustancia pensante. Por tanto,
el espíritu estaría ciego acerca de sí mismo. En palabras de Malebranche
(2004), el alma, por tanto, es tan ciega que no se conoce a sí misma y
no ve que sus propias sensaciones le pertenecen (p. 136). Por otro lado,
Malebranche (2004) considera imposible que el ser humano sea capaz de
conocer todas las formas de lo que su espíritu es capaz:
Es necesario […] estar de acuerdo con que la capacidad del alma para
recibir distintas modificaciones es tan grande como su capacidad para
concebir; quiero decir que, así como el espíritu no puede agotar, ni com-
prender todas las formas de que es capaz la materia, tampoco puede
comprender todas las diferentes modificaciones que la mano poderosa
de Dios puede producir en el alma, aunque supiera tan claramente su
capacidad como la de la materia (p. 163).
El conocimiento del espíritu, por tanto, solo puede abarcar la parte
más pequeña de lo que es, ya que no basta, pues, conocer perfectamente
el alma, saber lo que sabemos de ella por la sensación interior, ya que la
conciencia que tenemos de ella nosotros mismos, tal vez, nos muestra solo
la más pequeña parte de nuestro ser (p. 207) (cursivas añadidas).
En sus respuestas a Bourdin, Descartes lo acusa de enfrentarse a un
fantasma, como si sus ataques no pudieran ser dirigidos a las tesis de las
Meditaciones (1904, pp. 511-512). Descartes afirma que los problemas a los
que se refiere Bourdin no aparecen en el texto de su obra, sino que surgen
de un malentendido por parte de su lector (p. 512). Se cree, sin embar-
go, que esta acusación de Descartes no sería del todo legítima. Al parecer,
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
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Bourdin y Gassendi identifican una dificultad real en el itinerario medi-
tativo (pp. 276, 386-490, 501). Es difícil entender cómo Descartes podría
responder a la objeción relativa al conocimiento claro y distinto de la sus-
tancia pensante si, en el texto de las Meditaciones, hay al menos dos expli-
caciones contradictorias para este problema, ninguna de las cuales elimina
las dificultades relativas al conocimiento de la sustancia pensante, como
se explicó en los apartados anteriores de este trabajo. ¿Creería Descartes
que la sustancia es una entidad independiente de cualquier otra cosa y que
puede existir por sí misma, o es una entidad que solo puede conocerse a
través de sus modos y atributos y que, por tanto, depende de ellos?
La sección concluye señalando que sí, de hecho, Descartes no acla-
ra cómo se puede conocer la sustancia pensante en las Meditaciones, se
deben considerar seriamente objeciones como las señaladas por Gassendi
y Bourdin. Se cree que son preguntas legítimas, dado que, aparentemen-
te, falta claridad en las reflexiones de Descartes sobre la naturaleza de la
sustancia pensante. En momentos donde el itinerario proporcionaría una
explicación sistemática sobre esto, como en la meditación II, Descartes
(2004, pp. 49-51) aborda rápidamente el tema. La actitud de Descartes
es la de afirmar como evidente algo que plantea grandes dificultades in-
terpretativas, incluso después del proceso de limpieza del espíritu de las
dudas (p. 49).
La relación entre el conocimiento de los modos
y el conocimiento de la sustancia pensante
Esta sección se centra en el papel del conocimiento de modos y atributos
para el conocimiento de la sustancia pensante, a partir de esta cita men-
cionada en la sección anterior:
En cuanto a mí, nunca pensé que, para hacer manifiesta una sustancia,
fuera necesario otra cosa que descubrir sus diversos atributos [nihil un-
quam aliud requiri putavi ad manifestandam substantiam, praeter varia
ejus atributa]; de modo que, cuantos más atributos conocemos de una
sustancia, más perfectamente conocemos también su naturaleza (Des-
cartes, 1973, p. 257).
Descartes deja claro que para conocer una sustancia bastaría con
conocer sus atributos. Según el filósofo, la manifestación del conocimien-
to de la sustancia se produciría precisamente a través de la aprehensión
de sus diversos atributos. No sería necesario conocer nada más allá de
los atributos, pues la sustancia se revela en ellos mismos, no siendo nada,
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más allá de ellos. Asimismo, en las Quintas respuestas, Descartes explica
a Gassendi que el concepto de sustancia no puede abstraerse del concepto
de sus accidentes:
Aquí, como suele ocurrir en otros lugares, solo demostráis que no en-
tendéis lo que intentáis reprender; porque no abstraje el concepto [abs-
traxi conceptum] de la cera del concepto de sus accidentes [accidentum
conceptu], sino que quería mostrar cómo su sustancia se manifiesta por
los accidentes y en qué medida su percepción, cuando es clara y distinta
[reexa et distinta] y cuando una reflexión exacta nos la hizo manifiesta,
se diferencia de la percepción vulgar y confusa (p. 256).
Es importante mencionar que Descartes tiene en mente la sustan-
cia extensa en ese pasaje. Sin embargo, se cree que este extracto puede
utilizarse, sin dificultad, para pensar en el caso del conocimiento de la
sustancia pensante, ya que como se señaló anteriormente, al hablar de
sustancia, Descartes cree que sus propiedades —al menos como sustan-
cia— pueden utilizarse invariablemente y, así, es posible trasladar lo que
se dice sobre la sustancia extensa a la sustancia pensante (Descartes, 2004,
pp. 89-91).
Por un lado, el pasaje citado anteriormente es importante porque
aclara que el concepto de sustancia no se abstrae de los accidentes (Des-
cartes, 1973, p. 256). Por el otro, hay algunas sugerencias en el pasaje que
no son tan claras. No está claro si los accidentes revelan la sustancia, como
cuando Descartes afirma que su sustancia se manifiesta por los acciden-
tes (p. 256) o sí, a partir de los accidentes, hay una “percepción reflexiva y
distinta de la sustancia. En otras palabras, ¿hasta qué punto los atributos
de una sustancia pueden revelar realmente qué es esa sustancia?, ¿cuál es
el estatus del conocimiento de la sustancia que permiten sus atributos?
“la sustancia se manifiesta por accidentes (Descartes, 1973,
p. 256), como afirma la primera sugerencia, entonces ¿cómo es posible
conocer la sustancia a partir de sus atributos?, ¿es la sustancia sus atri-
butos? Si es así, ¿cómo puede conciliarse esta concepción con la defini-
ción de sustancia como algo capaz de existir por sí misma”? (Descartes,
2004, p. 89). ¿Depender de un atributo (o atributos) no convertiría a la
sustancia en una entidad dependiente? Si un modo o atributo es, en sí
mismo, distinto y puede existir por sí mismo, ¿por qué sería necesario que
Descartes invocara la noción de sustancia? La reflexión sobre los modos
y atributos, por tanto, no parece suficiente —al menos no sin una explica-
ción explícita— para esclarecer el conocimiento de la sustancia pensante.
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
e problem of the knowledge of the thinking substance in the Meditations of Rene Descartes
La segunda sugerencia, que a partir de los accidentes surge una
percepción reflexiva y distinta de la sustancia (Descartes, 1973, 256), me-
rece una consideración más detallada. Descartes añade en este pasaje, sin
explicar, la noción de “percepción reflexiva. ¿A qué tipo de acto reflexivo
se refiere el filósofo? Se cree que pudo haber estado considerando una de
dos posibilidades. El primero se refiere a un acto racional de reflexión,
por ejemplo, el de inferir, a partir de modos y atributos, la existencia de
algo en lo que existen. La segunda se refiere a una percepción reflexiva —
en el caso de la sustancia pensante— que acompaña a cada acto particular
de pensamiento que permite el conocimiento de uno mismo. Esta última
posibilidad de interpretación, en la que se establece que cualquier acto de
pensamiento implica necesariamente el conocimiento de uno mismo, pa-
rece coherente con lo dicho en un pasaje de la meditación III citado en el
primer apartado del artículo, cuando el meditador dice que en cada ope-
ración mental siempre aprehendo algo como sujeto de mi pensamiento
(Descartes, 2004, p. 75).
Una vez más se apela a la historia de la filosofía como un intento de
comprender este proceso mental mediante el cual, según Descartes, sería
posible conocer la sustancia mental mediante la reflexión. En el capítulo
Sobre identidad y diversidad, Locke observa que cada acto mental va
acompañado de la conciencia de uno mismo:
Nos resultará difícil determinar hasta qué punto la conciencia está ligada
a un agente individual de tal manera que otro probablemente no pueda
tenerla hasta que sepamos qué tipo de acción es la que no puede realizar-
se sin la compañía de un acto reejo de la percepción y la forma cómo se
concretizan por las sustancias pensantes, que no pueden pensar sin ser
conscientes de ello (Locke, 1694/1999, pp. 446-447) (cursivas añadidas).
De esta manera, Locke logra determinar que la condición del au-
toconocimiento es precisamente la conciencia de estados mentales par-
ticulares (pp. 442-443). Al percibir una idea, el yo se conoce a sí mismo
a través de este acto, de modo que las operaciones mentales no pueden
realizarse sin la presencia de lo que Locke llama acto reflexivo de percep-
ción (pp. 446-447). Es importante señalar, sin embargo, que el filósofo
inglés no tiene en mente el conocimiento de la sustancia pensante, sino de
la persona. En la posibilidad de lectura actualmente propuesta, Descartes,
a su vez, tendría en mente la sustancia pensante misma.
Retomando al pasaje planteado anteriormente (Descartes, 1973,
256), se puede entender que la condición del conocimiento de la sustan-
cia pensante sería la conciencia de estados mentales particulares, es decir,
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el conocimiento de sus modos y atributos. Mientras uno piensa, es im-
posible no captar la sustancia pensante. Por tanto, los atributos podrían
revelarlo. De esta manera, la sustancia pensante podría ser conocida a tra-
vés de modos y atributos. Sin embargo, como se mencionó anteriormen-
te, es fundamental responder si conocer los modos y atributos sería, en
realidad, conocer la sustancia. En consecuencia, es necesario aclarar si, en
la concepción cartesiana, la sustancia está determinada por sus propieda-
des —sus modos y atributos— o si es un sujeto de inherencia, desprovisto
de propiedades, y que está más allá de sus modos y atributos. El problema
discutido en este artículo surge exactamente en este punto, ya que nin-
guna de las soluciones logra aclarar cómo se puede conocer realmente la
sustancia pensante.
En el caso en el que inferimos existencia a partir de modos y atri-
butos, como afirma Descartes en las “Séptimas objeciones (1904, p. 518),
tenemos la lectura sugerida por Rocha (2006), Aubenque (1999) y Beys-
sade (1997), que se analizó en la primera sección (“Conocimiento de mo-
dos y atributos y conocimiento de la sustancia pensante”). Esta lectura
sugiere que la sustancia solo podría existir en función de sus modos y
atributos. Sin embargo, esto implica que la sustancia depende de sus mo-
dos y atributos, así como estos dependen de un sujeto para existir. Des-
pués, no quedaría claro de qué manera se conocería la sustancia pensante
en función de sus modos y atributos: o es algo más allá de sus propiedades
y, por tal razón, no sería posible conocerla de hecho; o son sus modos y
atributos y, por ende, no está claro por qué Descartes habría recurrido a
otra noción para clasificar esta entidad. Para sustentar tal interpretación,
sus seguidores deben, sin demora, recurrir a diferentes explicaciones que
Descartes proporciona en escritos posteriores, como los Principios de -
losofía (1644) y las Notae in programma (1648). En estos escritos, Des-
cartes explica la diferencia entre las distinciones real, modal y de razón,
estableciendo además que todas las sustancias están compuestas de un
solo atributo esencial, el cual se encarga de determinar completamente
la naturaleza de la sustancia (Descartes, 1905, pp. 26-32, 342-369). Es ne-
cesario resaltar que estas aclaraciones no se encuentran en el texto de las
Meditaciones ni en el conjunto de Objeciones y Respuestas. Razón por la
cual, no es posible argumentar, basándose en ellos, que Descartes enten-
diera que era posible un conocimiento claro y distinto de la sustancia
pensante o que el filósofo explicara cómo se produciría tal conocimiento.
Asumiendo esta posición, el conocimiento claro y distinto de la sustancia
siempre está prohibido: ya sea porque es el resultado de un juicio o de
una inferencia —lo que ocurre antes de que se suprima la hipótesis del
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
e problem of the knowledge of the thinking substance in the Meditations of Rene Descartes
engañador supremo— ya sea porque efectivamente no habría sustancia
más allá de los modos y atributos que se entiendan claramente.
El segundo caso, es decir, que una percepción reflexiva acompañe
cada acto de pensamiento y permita el autoconocimiento, también des-
encadena problemas. Lo principal es que la sustancia pensante, conocida
como algo que acompaña a cada uno de los modos de pensamiento, es una
entidad que no puede conocerse objetivamente. Sin embargo, esta posi-
ción parece mejor fundada porque no apela a la identificación entre los
atributos (y/o modos) y la sustancia, algo que, aparentemente, Descartes
no apoya. Laporte (1988) es probablemente el defensor más notable de esta
interpretación. A los ojos del intérprete, Descartes entiende que el conoci-
miento de la esencia de la sustancia pensante es, de hecho, claro y distinto.
Se conocen sus caminos y atributos. El pensamiento, como esencia de la
sustancia, existe y se percibe claramente a través de la intuición intelectual.
También es posible distinguir claramente lo que constituye la sustancia
pensante de lo que no constituye su esencia. A partir de este conocimiento
cierto y evidente, se hace posible tener la idea de una entidad que guarda
en sí tales propiedades (pp. 178-179, 190). Sin embargo, aceptando esta
interpretación, hay que aceptar que la sustancia pensante no es clara ni
distinta para el espíritu humano, como lo entiende el propio Laporte:
La sustancia, en su realidad intrínseca, siempre permanece extra intellec-
tum. —¡Qué! ¿Incluso la sustancia pensante?— Al parecer: las fórmu-
las de Descartes no admiten excepciones. —¿Pero el Cogito ergo sum
nos revela “inmediatamente la sustancia del pensamiento? Sí, en cier-
to sentido, pero no en su totalidad reducible al pensamiento. Si los dos
términos coincidieran exactamente, ¿por qué Descartes insistiría tanto
en mantener, para designar el alma, la expresión cosa que piensa? ¿Y
la conexión necesaria que ergo marca entre ambos términos no tiene
como contrapartida la distinción entre ellos basada en una base in re?
No olvidemos que el Cogito pone en juego no solo el pensamiento, sino
una reflexión sobre el pensamiento (p. 191).
Dada esta concepción, la sustancia no puede identificarse comple-
tamente con sus atributos y modos. Por el contrario, la sustancia es una
entidad más allá de sus propiedades y puede existir por sí misma. Sin em-
bargo, todo lo que el intelecto humano puede percibir clara y distintamen-
te son los atributos y modos de una sustancia. La sustancia queda fuera del
ámbito del conocimiento humano (pp. 191-192). En otras palabras, Lapor-
te sostiene que tenemos acceso a la sustancia pensante en la medida en que
se revela a nuestra capacidad epistemológica, aunque no existe objetiva
y efectivamente en su atributo —incluso si entendemos el pensamiento
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como el atributo esencial y principal de esta sustancia—. Por lo tanto, la
existencia objetiva solo podría ocurrir fuera de la comprensión.
Como nos revela la meditación VI, la facultad de conocimiento
que existe en el ser humano es finita y limitada.17 Descartes deja claro que
siendo el hombre una cosa limitada, solo tiene perfección limitada y,
por tanto, el ser humano no puede saberlo todo (Descartes, 2004, p. 181).
Así, si bien la meditación II explica que el conocimiento del pensamiento
y sus modalidades está al alcance de la comprensión (p. 51), así como las
ideas que representan el mundo (pp. 177-179), las realidades objetivas —
las cosas— no se conocen. Captamos ideas y no cosas (p. 179). Solo así el
pensamiento llega a la cosa. ¿Y cuál es la sustancia pensante? Una cosa
que piensa, res cogitans (p. 51).
Por mucho que Descartes intenta unir los dominios del ser y del co-
nocimiento, existe una brecha insuperable entre la cosa misma y el pensa-
miento. En consecuencia, el conocimiento de la sustancia pensante no se
explica claramente en las Meditaciones, precisamente porque Descartes se
ocupa de esta laguna. A veces se refiere al conocimiento de la sustancia, a
veces a su estatus ontológico. Frente a esta ambigüedad en el tratamiento
de la sustancia, es posible comprender mejor por qué Descartes se revela
presionado ante las cuestiones que surgen en torno al conocimiento de la
sustancia pensante: es posible alcanzar un conocimiento claro y distinto
de la esencia de la sustancia, pero no de su existencia. Saber y ser no son
lo mismo, a pesar de ser parecidos. En las Meditaciones y en las Objeciones
y Respuestas, sin embargo, Descartes es incapaz de explicar con claridad
esta distinción y, por tanto, la discusión filosófica acaba guiada por la difi-
cultad de sus críticos empiristas a la hora de reconocer la distancia entre
la evidencia del pensamiento y la evidencia y el tratamiento ontológico
de la substancia pensante.
Las dificultades y confusión de sus lectores probablemente llevaron
a Descartes a configurar de manera más explícita la doctrina del conoci-
miento de la sustancia pensante en escritos posteriores. Ante esto, también
pudimos explicar la preferencia de los intérpretes por considerar los Prin-
cipios de losofía como un texto clave para abordar este tema. Las Medi-
taciones revelan claramente pasajes oscuros y confusos, que se confunden
aún más cuando abordamos las respuestas formuladas a sus críticos.18
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
e problem of the knowledge of the thinking substance in the Meditations of Rene Descartes
Conclusiones
Considerando la doctrina de las Meditaciones y las explicaciones ofre-
cidas por Descartes a Gassendi y Bourdin sobre el conocimiento de la
sustancia pensante, podemos concluir que, en el texto de 1641, Descartes
no logra explicar claramente cómo se produce el conocimiento de la res
cogitans. La ambigüedad que surge de la comparación de extractos sobre
la sustancia pensante se produce porque Descartes no demarca claramen-
te el alcance epistemológico y ontológico. Al intentar determinar que el
conocimiento de la sustancia pensante confiere inteligibilidad a todo su
proyecto epistemológico, el filósofo descuida la explicación insuperable
entre esencia y existencia.
La sustancia, ontológicamente hablando, es independiente y puede
existir por sí misma. Es precisamente la existencia la que distingue la sus-
tancia de sus atributos (Laporte, 1988, p. 189). Las sustancias finitas son ca-
paces de existir independientemente de otras sustancias y, en consecuen-
cia, de cualquier modo, atributo o propiedad. Por lo tanto, adoptar una
posición aristotélica de que la sustancia tiene su naturaleza determinada
por sus atributos y modos es incompatible con la independencia ontoló-
gica de la sustancia (Laporte, 1988, pp. 177-178; Glouberman, 1978). Sin
embargo, cuando se trata del conocimiento de la sustancia, entra en juego
otro elemento: la comprensión humana. Dada la finitud del entendimien-
to, no es posible extrapolar lo que hay en el pensamiento y, por tanto, epis-
temológicamente hablando, lo que se puede conocer de la sustancia son
sus modos y atributos, cuyo conocimiento es claro y distinto, revelando
además la existencia de una sustancia, aunque no se sepa del todo.
Partiendo de una concepción platónica, podemos entender que Des-
cartes cree que es completamente posible alcanzar el pensamiento, pero no
aquello que existe en sí mismo. Volvamos aquí a una de las respuestas ofre-
cidas a Gassendi en relación al conocimiento de la sustancia pensante:
Quería mostrar cómo su sustancia se manifiesta por accidentes y en qué
medida su percepción, cuando es clara y distinta [reexa et distincta] y
cuando una reflexión exacta nos la ha hecho manifiesta, difiere de la per-
cepción vulgar y confusa (Descartes, 1973, p. 256) (cursivas añadidas).
En ese pasaje, Descartes explica que son los atributos de la sustancia
los que pueden hacerla manifiesta al espíritu humano y esa es su intención.
Ir más allá de este conocimiento es imposible para la comprensión, no
obstante, dada la claridad y distinción con la que conocemos tales atribu-
tos, es posible encontrar buenas razones para aceptar la existencia de la
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sustancia pensante. Margaret Wilson (2005, p. 88) considera que la conclu-
sión de que la mente no es transparente en sí misma sería reconocer que
existe un cierto engaño de la propia mente. No obstante, ese no es el caso.
Si Descartes dice que todo lo que está en su mente es transparente, enfa-
tizamos que lo que es transparente es lo que está en la mente (Descartes,
1904, p. 107) —como ideas, pensamientos, etc.— y no la existencia de la
sustancia pensante. La teoría de Descartes sugiere que la mente no pue-
de conocerse como una sustancia concreta, es decir, como una existencia
completa. La esencia de la mente sigue siendo inteligible para sí misma.
Esta distancia entre el ser y el saber, lejos de ser un problema para
la filosofía cartesiana, es constantemente destacada. En las “Segundas res-
puestas, por ejemplo, Descartes deja claro que la certeza presente en las
Meditaciones se refiere a la certeza humana, que confiere una firme per-
suasión que no puede ser suprimida (1973, pp. 222-223). Para Descartes,
la sustancia pensante, al ser algo concreto, real —y no una mera abstrac-
ción hecha de sus atributos— no puede ser conocida ontológicamente
por el intelecto. Por tanto, creemos que en las Meditaciones —y en toda la
filosofía cartesiana— el conocimiento de la sustancia pensante es oscuro:
no puede ocurrir en términos ontológicos.
Notas
1 Publicado originalmente en 1641. Los pasajes aquí citados pertenecen a la edición
bilingüe de las Meditaciones traducidas al portugués por Fausto Castilho.
2 A lo largo del manuscrito, los términos res cogitans, sustancia pensante, alma, men-
te y yo, se utilizan indistintamente. Estas palabras pretenden designar aquello que
realiza la actividad de pensar y tiene el pensamiento como atributo esencial.
3 La definición más clara de sustancia la presenta en la tercera meditación (Descartes,
2004, p. 89). Mientras que Dios es la sustancia infinita que existe por sí misma,
la mente y el cuerpo son sustancias finitas que solo son capaces de existir por sí
mismas. En la Exposición geométrica que acompaña a las respuestas a las segundas
objeciones, Descartes (1973) presenta su definición de sustancia: Toda cosa en la
que reside inmediatamente como en su sujeto, o por la cual existe algo que conce-
bimos, es decir, cualquier propiedad, cualidad o atributo, de aquello que tenemos
en nosotros como idea real, se llama Sustancia. Porque no tenemos otra idea de
sustancia tomada con precisión, excepto la de que es una cosa en la que existe for-
mal o eminentemente lo que concebimos, o lo que está objetivamente en algunas
de nuestras ideas, ya que la luz natural nos enseña que nada no puede tener atributo
real (p. 235). Para una introducción al tema de la sustancia en las Meditaciones,
sugerimos las obras de Vere Chappell (2008, pp. 252-253, 257-259) y Jorge Secada
(2006). Para trabajos más críticos al respecto, sugerimos los textos de Jean-Marie
Beyssade (1997) y Anat Schechtman (2016), que abordan el problema de la cohe-
rencia de los usos del término sustancia en las obras cartesianas.
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El problema del conocimiento de la sustancia pensante en las Meditaciones de Descartes
e problem of the knowledge of the thinking substance in the Meditations of Rene Descartes
4 Como introducción a la discusión sobre el descubrimiento de la sustancia pensante
y su naturaleza en el itinerario meditativo, se sugiere la obra clásica de Martial Gué-
roult (1953, pp. 53-62, 63-67).
5 Respecto a los descubrimientos realizados en la segunda meditación, se sugiere el
trabajo introductorio de Marleen Rozemond (2006, pp. 49-54).
6 Obsérvese aquí la existencia de una discusión, en la literatura secundaria, sobre
en qué etapa del itinerario meditativo Descartes demostró efectivamente que el
pensamiento es la esencia. En cuanto a por qué este descubrimiento solo es posible
en sexta meditación, se sugiere el artículo de Stephen Schiffer, especialmente las
secciones tercera y cuarta (Schiffer, 1976, pp. 31-43).
7 Locke presenta su teoría de la identidad personal en el capítulo “Sobre identidad
y diversidad de la segunda edición del Ensayo sobre el entendimiento humano
(1694/1999). Para el filósofo, la conciencia produce la identidad personal. Es preci-
samente en este retorno a sí mismo permitido por la conciencia, según el filósofo,
que la persona descubre su identidad (p. 443). La persona descubre su propia exis-
tencia continua, como “la misma persona, a través de la facultad de la conciencia.
Olaya et al. (2018) presentan una interesante discusión sobre la forma de conocer
la propia mente en la filosofía lockeana.
8 En el itinerario meditativo, Descartes se apoya en las actividades de la conciencia
que se entienden como verdaderas. En efecto, el meditador desarrolla el curso de
las Meditaciones basándose en supuestos como, por ejemplo, soy consciente de lo
que pienso, soy consciente de dudar” y soy consciente de percibir ideas claras y
distintas. Ser consciente es poder saber algo sobre los propios fenómenos mentales.
Para un estudio detallado de la noción de conciencia en Descartes, sugerimos la
lectura de la obra de Emmanuel Faye (2012).
9 Esta dificultad contiene, en sí misma, otro problema: si bien Descartes (2004) en
realidad afirma en la segunda meditación que el pensamiento es un atributo del
alma y que él solo no puede separarse de mí (p. 49), en ninguna parte de las Medi-
taciones el pensamiento se define como un atributo esencial de la sustancia pensan-
te. Esta tesis solo quedará establecida en los Principios. Por tanto, en las Meditacio-
nes no queda claro que el pensamiento determine la naturaleza de la sustancia y, así,
aparezca como condición necesaria y suficiente para que una cosa pueda existir y
ser conocida. En este sentido, para hacer inteligible la doctrina de las Meditaciones,
estos intérpretes necesitan recurrir a otros textos del corpus cartesiano. En conse-
cuencia, incluso si se sustenta esta tesis de lectura, todavía no eliminaría la hipótesis
que se plantea en este artículo: en las Meditaciones Descartes no aclara hasta q
punto conocemos la sustancia pensante.
10 Se reconoce, sin embargo, que la cuestión del alcance de la duda cartesiana está sujeta
a discusión. ¿Están todas las operaciones —por ejemplo, los sentidos, la memoria y la
razón— y todos los contenidos —por ejemplo, las verdades matemáticas— de la men-
te al final de la primera meditación? Hay quienes sostienen que Descartes mantiene
la confianza en las operaciones de la razón y las verdades matemáticas en la segunda
meditación, limitándose a cuestionar la confiabilidad de los sentidos y la memoria (cf.
Kennington, 1971, p. 442; Grene, 1999, p. 561; Larmore, 2006; 2014, p. 54).
11 Todavía lidiando con cuestiones sobre la sustancia pensante, Descartes (1973)
responde a Gassendi afirmando que no añadí que el espíritu no era extenso para
explicar cómo es y dar a conocer su naturaleza, sino para advertir que se engañan
aquellos que piensan que él es extenso (p. 282). Este pasaje, sin embargo, no pre-
tende indicar que el objetivo de Descartes no es explicar qué es la sustancia pen-
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sante, sino solo enfatizar que su esencia no está compuesta de extensión, lo cual es
indispensable para que la doctrina dualista de Descartes se establezca con éxito. Al
respecto, se sugiere el trabajo de Rocha (2006).
12 Bourdin, en sus objeciones, distingue entre las nociones de mente y alma. Se cree
que esta distinción no es relevante para el tema tratado en este artículo.
13 Vinícius Freitas (2021, pp. 406-408) sostiene, en otro artículo, que el procedimiento
de Descartes respecto del primer descubrimiento —la existencia misma del medi-
tador como cosa pensante— es consistente desde un punto de vista epistemológico.
14 Se puede conjeturar, basándose en la regla VIII de Reglas para la guía del espíritu,
que Descartes (1999) pretende argumentar aquí que “ningún conocimiento puede
preceder al del entendimiento, ya que de este depende el conocimiento de todo lo
demás, y no al revés (p. 51) y no que el número de atributos conocidos corresponda
a una mayor comprensión de la sustancia. Respecto a la objeción de Gassendi de
que el conocimiento de objetos extensos no podría conducir al conocimiento de la
mente y la respuesta de Descartes, recomendamos los trabajos de Margaret Wilson
(2005, pp. 81-88) y Ted Schmaltz (1992).
15 Publicado originalmente en 1674 (libros I, II y III) y 1675 (libros IV, V y VI). Utili-
zamos la traducción al portugués de Plínio Smith (2004) de partes seleccionadas de
la Recherche.
16 El conocimiento de los modos de la sustancia pensante se produce mediante un
proceso mental llamado por el filósofo conciencia (conscience) o sensación in-
terior” (sentiment intérieur). En su opinión, los fenómenos mentales solo podían
sentirse, por tanto, la aprehensión intelectual del yo no sería posible. Malebranche
refuerza en varias ocasiones su perspectiva epistemológicamente negativa sobre
este conocimiento. Al respecto, sugerimos la lectura de los trabajos de Jacques Pa-
liard (1941), Tad M. Schmaltz (1992; 1996) y Stephan Nadler (2011).
17 Ana Sousa (2023) sostiene, en otro artículo, que esta concepción está presente en
todas las obras escritas por Descartes, lo que determinaría todo el proyecto filosófi-
co cartesiano.
18 Tal oscuridad es verdaderamente contraria al espíritu cartesiano y a su doctrina
pedagógica (cf. Gutiérrez Pozo, 2023).
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Fecha de recepción: 15 de julio de 2023
Fecha de revisión: 15 de septiembre de 2023
Fecha de aprobación: 15 de noviembre de 2023
Fecha de publicación: 15 de julio de 2024