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Sophia 37: 2024.
© Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador
ISSN impreso:1390-3861 / ISSN electrónico: 1390-8626,
V F C M
En la imagen aparece sensiblemente algo ausente. Husserl (1980) distingue
la conciencia perceptiva de la conciencia de imagen, donde esta última se
dirige a la articulación de tres objetos: la cosa imagen (el papel fotográ-
fico, la pantalla), la imagen propiamente dicha, y el referente existente o
ficticio que la imagen trae a presencia. Con todo, la vivencia de la imagen
fotográfica y la animada asumen formas específicamente diferentes. A pe-
sar de ser una imagen fija, la fotografía de un mar embravecido o de una
bailarina saltando permiten vivenciar el movimiento porque la percepción
visual no involucra únicamente la actividad ocular sino a la integridad del
cuerpo vivo del sujeto. Esta corporalidad viva no es solo sensiblemente re-
ceptiva sino capaz de movimiento en relación con el mundo circundante.
Percibir es sintonizar corporalmente con ese mundo circundante (Abram,
1996) y, en particular, con la porción de mundo que viene a presencia en
la imagen. Si en la fotografía el movimiento se da en forma potencial, en
la animación las imágenes se mueven efectivamente y el sujeto aprende a
reconocer y disfrutar escenarios, personajes y acciones tridimensionales
traídas a presencia bidimensionalmente. Aprende también a comprender y
seguir la continuidad espacio-temporal articulada a través de la riqueza del
lenguaje audiovisual (ángulos, planos, movimientos de cámara, etc.) con
sus posibilidades narrativas (elipsis, prolepsis, analepsis, etc. ejecutadas a
través de la edición) y estéticas (iluminación, fotografía, dirección de acto-
res, maquillaje, caracterización, etc.) propias. A diferencia de otras formas
de narración audiovisual, la animación abre desde el dibujo que le sirve
como base material para la cosa imagen, posibilidades de mundo inaccesi-
bles a las producciones live action. Así como se puede reconocer a persona-
jes humanos viviendo un drama estremecedor a pesar de que sus cuerpos
estén dibujados solo con trazos esquemáticos, también se pueden aceptar
expresiones, proezas atléticas y deformaciones —cuando, por ejemplo, una
piedra aplasta y aplana a un personaje que luego se levanta y camina—
como verosímiles, a pesar de que serían imposibles en el mundo cotidiano.
Como precisa Dufrenne (1989), el objeto estético se da como un
mundo o, más bien, como una atmósfera de mundo cuya incompletitud
debe ser suplida por la participación activa del espectador. Esta tarea, le-
jos de gravar la vivencia, la hace más provocativa y disfrutable. De hecho,
la expresividad de la animación, cuanto más tiende a lo esquemático y no
se preocupa por el detalle, demanda de sus participantes una participa-
ción mayor (McCloud, 1994). Si bien la vivencia de toda narración audio-
visual presupone el entretejimiento con toda la corporalidad y afectivi-
dad (Sobchack, 1992), esta participación puede ser incluso más intensa en
ciertas narrativas centradas en el cuerpo y la acción, en comparación con