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https://doi.org/10.17163/soph.n37.2024.05
fenoMenología de la narraCión audioviSual
Para la forMaCión ÉtiCa eMPleando elaniMe
Phenomenology of audiovisualnarrative
for an ethical formation employing “anime”
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Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Lima, Perú
victor.casallo@uarm.pe
https://orcid.org/0000-0001-7954-5780
Forma sugerida de citar: Casallo Mesías, Víctor Francisco (2024). Fenomenología de la narración audiovisual
para la formación ética empleando el anime. Sophia, Colección de Filosofía de la
Educación, (37), pp. 161-187.
Resumen
La formación ética enfrenta el reto de ser comprensible para los estudiantes, pero, sobre todo, de formularse
desde las formas de comprender y discutir sus propias vidas, para que les sea relevante. Una de esas formas
especialmente atractiva entre niños y jóvenes es la comunicación audiovisual, cuyo potencial formativo ha sido
comprendido usualmente en términos instrumentales, cuando no negado absolutamente. Este artículo presenta
una propuesta fenomenológica para trabajar dialógicamente en el aula la problematización de una ética centrada
en el deber, tal como es puesta en escena en dos productos de animación japonesa (“anime”). En primer lugar,
discute fenomenológicamente cómo comprender el potencial formativo de la experiencia de ver una narración
animada. En segundo lugar, argumenta cómo la reinterpretación fenomenológica del imperativo categórico
puede superar su desconexión de la dimensión afectiva del sujeto ético y sus contextos fácticos de acción para
centrarse en el cuidado de la condición humana de vulnerabilidad. En tercer lugar, muestra cómo las discusiones
anteriores son elaboradas en dos animes que permiten que los estudiantes se involucren vivencialmente en
estas interpelaciones éticas y que los docentes puedan acoger sus vivencias en una experiencia dialógica de
aprendizaje comprendida narrativamente. Concluye recapitulando las oportunidades y exigencias planteadas
a los docentes desde esta clave de lectura del sentido de las creaciones audiovisuales en la actividad educativa.
Palabras clave
Educación, fenomenología, ética, estética, animación, vulnerabilidad.
* Docente investigador, coordinador de la Maestría en Filosofía y director del Instituto Fe y Cul-
tura de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (Perú). Es doctor y magíster en Filosofía,
miembro del Círculo Latinoamericano de Fenomenología y Hermenéutica y de la Red Latinoa-
mericana de Investigaciones en Prácticas y Medios de la Imagen.
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Fenomenología de la narración audiovisual para la formación ética empleando el “anime
Phenomenology of audiovisualnarrative for an ethical formation employing “anime”
Abstract
Ethic formation faces the challenge of being understandable for students, but, above
all, of being expressed in their own ways of understanding and discussing their lives, in order
to be relevant. One especially attractive form among children and young people is audiovisual
communication, whose formative potential has been usually understood in instrumental terms,
when not absolutely denied. is article presents a phenomenological proposal to dialogically
elaborate in the classroom the problematization of duty centered ethics, as it is dramatized in two
Japanese animation productions (“anime”). In first place, it discusses phenomenologically how
to understand the formative potential of the experience of watching an animated narrative. In
second place, it claims that the phenomenological reinterpretation of the categorical imperative
can overcome its disconnection from the affective dimension of the ethical subject and his factual
contexts of action to focus on the caring of the human condition of vulnerability. In third place,
it shows how the previous discussions are elaborated in two anime, which allow students to
experientially involve themselves in these ethical interpellations and offer teachers the opportunity
to embrace their students insights in a dialogical learning experience understood narratively.
It concludes summarizing the opportunities and challenges presented to teachers from this
perspective of the meaning of audiovisual creations in the education activity.
Keywords
Education, Phenomenology, Ethics, Aesthetics, Animation, Vulnerability.
Introducción
El tema discutido en el presente artículo es el potencial éticamente for-
mativo de las narraciones, considerando las diferentes formas que asume
en una comunidad cultural determinada. El objeto de estudio específico
en el que se instancia este tema, es una narrativa audiovisual particular
cada vez más popular entre los públicos latinoamericanos y a nivel glo-
bal: la animación japonesa o anime. Se busca ofrecer una comprensión
actualizada del potencial ético de esta forma de consumo cultural, orien-
tada por la pretensión de disfrute estético, a fin de fortalecer el atractivo y
relevancia práctica de las actividades formativas en el aula.
El problema al que se pretende responder es la pretensión de ac-
tualizar y fortalecer la formación ética como uno desafíos más urgentes
en las sociedades contemporáneas. En las instituciones educativas hay
conciencia de que esta formación no se limita a lograr la comprensión de
conceptos y criterios éticos, sino que apunta a conmover las certezas co-
tidianas, impulsar diálogos críticos y mover a una acción solidaria reno-
vada (Nava Preciado, 2022). Esta pretensión presupone que los desafíos
y discusiones éticas ya están presentes en esa vida cotidiana y que una de
las raíces del problema es no advertirlos. Por esta razón se ha selecciona-
do como perspectiva para la presente discusión a la fenomenología de
Husserl, cuya comprensión de la relación entre vida y reflexión ética, per-
mitirá aclarar cómo la aspiración a articular en una narrativa unitaria los
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avatares de la historia personal se puede alimentar y orientar al sumergir-
se en narrativas audiovisuales contemporáneas, como las consideradas en
el tema propuesto.
La idea central a defender es que una comprensión pertinente de
las narrativas significativas para los estudiantes permite sintonizar mejor
con cómo estos viven sus desafíos éticos actuales y, a partir de ello, hace
posible generar diálogos que permitan compartir, enriquecer y orientar
esas vivencias, con el apoyo del docente. La importancia del tema no se
limita, entonces, a un aprovechamiento oportunista de la popularidad co-
yuntural del consumo de anime, sino que responde al intento de com-
prender cabalmente —tanto docentes como estudiantes— el valor de la
innovadora calidad estética y narrativa que ha alcanzado en produccio-
nes donde se plasman aspectos relevantes de la experiencia humana, sin
dejar de constituir productos de entretenimiento.
En ese sentido, la actualidad del tema reside en que se articula
con el intento más amplio de aprovechar pedagógicamente el universo
de creaciones estéticas —ya sean audiovisuales, literarias o escénicas—
que ha alimentado la educación humanista en los últimos siglos y que
lo puede seguir haciendo hoy, siempre que sea comprendido, junto con
las creaciones contemporáneas, desde una sensibilidad ética y estética en
clave dialógica.
Con este fin, se ha optado por la metodología descriptivo-inter-
pretativa de la fenomenología de Husserl, porque permite advertir la es-
pecificidad de, por un lado, el potencial ético en la experiencia de ver
estos “animes y, por el otro, del diálogo formativo que se puede generar al
interior de su articulación narrativa. Como se precisa en la siguiente sec-
ción, la perspectiva fenomenológica sitúa al investigador en el punto de
vista del sujeto que vive una experiencia para describir las estructuras y
dinámicas de esta, en las que se constituyen el sentido particular de lo que
se experimenta. Se analizará, entonces, la vivencia de ver una narración
animada para precisar cómo se relaciona con la vivencia de pretender dar
un sentido a la existencia propia, dando razón de ella narrativamente. Es-
tos productos del análisis constituyen, a la vez, recursos para esa preten-
sión de maduración ética: las descripciones e interpretaciones producidas
pretenden que el sujeto experimentante se reconozca en ellas y pueda, así,
hacerse más responsable por ellas. En ese sentido, como lo formula expre-
samente Husserl (2002), la fenomenología se comprende filosóficamente
como un proyecto de renovación educativa y cultural que busca incorpo-
rar en su diálogo crítico y creativo a sectores cada vez más amplios de la
comunidad humana. En esa misma línea, este artículo ofrece, como parte
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de sus resultados, el análisis básico de dos animes, como un modelo re-
plicable para la interpretación y discusión éticas de creaciones culturales.
En cuanto ejemplos modélicos, pueden y requieren ser enriquecido por
los docentes según los contextos vitales —discernibles fenomenológica-
mente, según se discute más adelante— en los que desarrolle su actividad.
Este esfuerzo por hacer más significativa una formación ética ape-
lando a narrativas audiovisuales populares enfrenta algunas objeciones
de partida. En primer lugar, podría señalarse que confunde un problema
didáctico con una discusión propiamente ética: solo estaría proponiendo
ejemplos más cercanos a sus estudiantes y, lejos de recuperar el valor de las
narraciones, las estaría instrumentalizando. En segundo lugar, si efectiva-
mente el cuestionamiento y reorientación de la vida involucra una dimen-
sión narrativa inescapable, parecería que se compromete la pretensión de
universalidad del deber ético y la reduce a la condicionalidad de prescrip-
ciones prácticas según la situación particular. En tercer lugar, podría obje-
tarse que, en lugar de promover el pensamiento crítico, (mal)trata condes-
cendientemente a adolescentes y jóvenes al ofrecerles una ética simplificada
que podrían consumir desde los medios de comunicación hegemónicos.
La estructura de la argumentación responde, desde la fenomeno-
logía, a estas posibles objeciones para mostrar cómo pueden ayudar a ge-
nerar y orientar diálogos éticos formativos a partir de la discusión de dos
animes. En primer lugar, mostrará la necesidad de una comprensión re-
novada de la relación entre las narrativas audiovisuales contemporáneas
y sus públicos. Fundamentará fenomenológicamente esa comprensión
exponiendo cómo se enraíza en la capacidad de la experiencia estética
para renovar el proceso de formación originario del yo personal y su inte-
gración comunitaria, comprometiéndolo éticamente. En un segundo mo-
mento, se fundamentará esa perspectiva ética a partir de la interpretación
fenomenológica de la racionalidad y el imperativo categórico, donde se
recupera el rol irreemplazable de la afectividad y la atención a los contex-
tos fácticos de acción para la maduración ética. Aclarará cómo ese creci-
miento ético del yo mantiene la relevancia del deber dentro del horizonte
mayor del cuidado de la vulnerabilidad humana. En un tercer momento,
mostrará, a través de la discusión de dos animes, cómo los conceptos,
criterios y orientaciones aclarados en las secciones previas pueden tra-
bajarse dialógicamente en el aula aprovechando el espacio narrativo que
abren. Como conclusión, recapitulará lo que esta propuesta exige de los
docentes en el esfuerzo de formar éticamente a sus estudiantes.
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El potencial ético en la experiencia estética
de ver animación
Esta sección parte de problematizar una (in)comprensión vigente sobre la
vivencia de las narraciones audiovisuales en los medios de comunicación
masivos, para aclarar, desde una perspectiva fenomenológica, cómo no se
limita a una recepción pasiva, sino que requiere la participación activa de
sus espectadores para cobrar sentido. Luego de precisar la forma específi-
ca de participación que requiere la narración animada, mostrará cómo el
carácter estético de esta vivencia, al reactualizar la capacidad de aprender
a percibir con sentido el mundo, ofrece una oportunidad de renovación
personal y, con ello, de crecimiento ético. Desde esta perspectiva, plantea-
rá, finalmente, que la relación entre investigación académica de las narra-
tivas audiovisuales y sus pretensiones de formación requiere profundizar
en su comprensión de la ética.
La investigación sobre el poder de los medios de comunicación
audiovisuales ha producido, en el último siglo, perspectivas esclarecedo-
ras para comprender mejor el fenómeno de su consumo y su posible in-
fluencia en el público. Un referente dramático en esa investigación fue el
uso propagandístico de los medios como el que sufrieron los miembros
de la escuela de Frankfurt con el ascenso del totalitarismo nazi. La pre-
tensión de reducir a los públicos a una única masa ideologizada se mos-
tró, sin embargo, como un fenómeno complejo. Incluso antes de que los
estudios culturales desarrollados por la escuela de Birmingham resalta-
ran la capacidad de los públicos para resignificar el flujo comunicacional
hegemónico, ya autores como Walter Benjamin (1989) supieron advertir
en los nuevos medios audiovisuales posibilidades inéditas para que sus
espectadores generen sus propias dinámicas de reconocimiento y toma
de conciencia.
Con todo, persiste hasta nuestros días una vulgarización de la teoría
crítica en una suerte de teoría de la aguja hipodérmica que asume una
relación causal directa entre el alcance masivo de los medios audiovisuales
y el comportamiento del espectador individual. Investigadores que ini-
cialmente partieron de la idea de causalidad, como Harold Laswell o Paul
Lazarsfeld, concluyeron refutando teórica y empíricamente sus principa-
les presupuestos (Otero, 1999). Tres de ellos son especialmente relevantes:
que se puede identificar unívocamente un mensaje decodificable por el
receptor en los mismos términos en que fue codificado por el emisor; que
al estudiar un presunto efecto se puede distinguir la influencia mediática
de otras influencias del entorno; y que la vivencia del espectador es estric-
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tamente individual, ajena a mediaciones como la familia, la comunidad
local y otros grupos de pertenencia. A pesar de estas aclaraciones, hoy se
sigue leyendo y publicando investigaciones que identifican el consumo de
cine, televisión o videojuegos como causa directa de conductas machistas,
racistas y, en general, violentas. Problematizar este prejuicio no implica
negar que haya alguna influencia, pero sí cuestionar el determinismo en su
concepción individualista y pasiva del espectador. Esta discusión teórica
y empírica en las ciencias de la comunicación puede enriquecerse con la
discusión fenomenológica de los fundamentos de la vivencia de ver una
narración audiovisual y, específicamente, de una animación.
La metodología fenomenológica exige poner entre paréntesis (epo-
) los presupuestos de las teorías y creencias sobre esta vivencia, situan-
do al investigador en la perspectiva de primera persona de quien está
viviéndola (reducción), para aclarar cómo le aparece su objeto y cómo lo
aprehende (Zahavi y Gallagher, 2013). Esta atención al aparecer (fenóme-
no) permite constatar que el sujeto de la vivencia no busca ni se preocupa
por algún supuesto mensaje, sino que lo guía una intención específica
de sumergirse en esa narración animada. En términos fenomenológicos:
no está orientado por una intencionalidad cognitiva, sino por una inten-
cionalidad estética que subordina aquella (Casallo, 2021). En esta actitud
estética, su intención no se dirige al qué de lo que aparece sino al cómo
le aparece sensiblemente cautivándolo y sumergiéndolo en ese mundo
imaginario. Otras actitudes posibles, como la científico-natural, también
se dirigen a este cómo del aparecer, pero lo objetivan matemáticamen-
te, mientras que la actitud estética no sirve a ningún interés ulterior: se
concentra y entrega en el disfrute del aparecer sensible por sí mismo. La
actitud estética se configura, entonces, alrededor de una intencionalidad
afectivo-valorativa, aunque también integra lo cognitivo y práctico.
Esta configuración asume diferentes formas, según se trate de escu-
char un relato oral, leer una novela, etc. (Ong, 1996). Para la vivencia de ver
una animación el análisis fenomenológico busca identificar la especifici-
dad, tanto del aparecer de esa narración audiovisual, como las correlativas
disposiciones y capacidades que activa en el espectador. Se constata inme-
diatamente que, aunque se habla de ver una animación, se trata de una
vivencia diferente a la percepción cotidiana de los objetos que nos rodean.
Permaneciendo en la mera percepción, una fotografía podría describirse
como un papel cubierto de manchas irregulares, o una animación como
píxeles cuyo brillo y color cambian continuamente en la pantalla; y, sin
embargo, en la imagen fotográfica se reconoce a la familia propia retratada
y en la imagen animada es posible sumergirse en un drama cyberpunk.
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En la imagen aparece sensiblemente algo ausente. Husserl (1980) distingue
la conciencia perceptiva de la conciencia de imagen, donde esta última se
dirige a la articulación de tres objetos: la cosa imagen (el papel fotográ-
fico, la pantalla), la imagen propiamente dicha, y el referente existente o
ficticio que la imagen trae a presencia. Con todo, la vivencia de la imagen
fotográfica y la animada asumen formas específicamente diferentes. A pe-
sar de ser una imagen fija, la fotografía de un mar embravecido o de una
bailarina saltando permiten vivenciar el movimiento porque la percepción
visual no involucra únicamente la actividad ocular sino a la integridad del
cuerpo vivo del sujeto. Esta corporalidad viva no es solo sensiblemente re-
ceptiva sino capaz de movimiento en relación con el mundo circundante.
Percibir es sintonizar corporalmente con ese mundo circundante (Abram,
1996) y, en particular, con la porción de mundo que viene a presencia en
la imagen. Si en la fotografía el movimiento se da en forma potencial, en
la animación las imágenes se mueven efectivamente y el sujeto aprende a
reconocer y disfrutar escenarios, personajes y acciones tridimensionales
traídas a presencia bidimensionalmente. Aprende también a comprender y
seguir la continuidad espacio-temporal articulada a través de la riqueza del
lenguaje audiovisual (ángulos, planos, movimientos de cámara, etc.) con
sus posibilidades narrativas (elipsis, prolepsis, analepsis, etc. ejecutadas a
través de la edición) y estéticas (iluminación, fotografía, dirección de acto-
res, maquillaje, caracterización, etc.) propias. A diferencia de otras formas
de narración audiovisual, la animación abre desde el dibujo que le sirve
como base material para la cosa imagen, posibilidades de mundo inaccesi-
bles a las producciones live action. Así como se puede reconocer a persona-
jes humanos viviendo un drama estremecedor a pesar de que sus cuerpos
estén dibujados solo con trazos esquemáticos, también se pueden aceptar
expresiones, proezas atléticas y deformaciones —cuando, por ejemplo, una
piedra aplasta y aplana a un personaje que luego se levanta y camina—
como verosímiles, a pesar de que serían imposibles en el mundo cotidiano.
Como precisa Dufrenne (1989), el objeto estético se da como un
mundo o, más bien, como una atmósfera de mundo cuya incompletitud
debe ser suplida por la participación activa del espectador. Esta tarea, le-
jos de gravar la vivencia, la hace más provocativa y disfrutable. De hecho,
la expresividad de la animación, cuanto más tiende a lo esquemático y no
se preocupa por el detalle, demanda de sus participantes una participa-
ción mayor (McCloud, 1994). Si bien la vivencia de toda narración audio-
visual presupone el entretejimiento con toda la corporalidad y afectivi-
dad (Sobchack, 1992), esta participación puede ser incluso más intensa en
ciertas narrativas centradas en el cuerpo y la acción, en comparación con
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Fenomenología de la narración audiovisual para la formación ética empleando el “anime
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producciones live action (Ortega Brena, 2009). Una fenomenología de la
vivencia de la imagen animada escapa al objetivo de este trabajo, pero este
breve esbozo permite advertir que el sujeto no es un mero espectador,
sino que participa activamente en la emergencia de la imagen animada
en la que se sumerge afectiva y valorativamente. El sujeto puede apren-
der a sumergirse en estos mundos alternativos de experiencia porque al
participar en su constitución de sentido recupera y reactualiza su propio
proceso de autoconstitución personal en el que el mundo cotidiano fue
comenzando a aparecerle con sentido.
El sujeto puede experimentar con sentido el mundo porque en su
primera infancia fue capaz de ir aprendiendo a percibirlo gracias a otros
con quienes se comprendía, incluso antes de aprender a hablar. Esta in-
tercomprensión prelingüística es la apertura compartida al mundo, como
afectividad receptiva y creativa, que hace posible toda forma de experien-
cia y conocimiento (Gazmuri, 2022). En estricto sentido, el recién nacido
solo se va haciendo gradualmente capaz de reconocerse como un yo en la
medida que su mundo circundante va cobrando sentido en su vida expe-
riencial gracias a la mediación de los otros. Este descubrimiento paulatino
no es, en esta primera etapa de la vida, una tarea teórica; más bien tiene
un sentido fundamentalmente valorativo y práctico. El infante va descu-
briendo objetos deseables, punzantes, amargos, brillantes, inalcanzables,
etc. Aunque todavía no los pueda nombrar así, los vive desde ese sentir y
querer que van constituyendo en él una capacidad de agencia creciente.
Esta capacidad de acción del yo presupone su autoidentificación corporal:
no solo tiene un cuerpo, sino que es corporalidad viva (Husserl, 1997).
Esta autoidentificación se funda en la interacción corporal con otros yos
personales. Aquellos que lo cuidaron al limpiarlo, abrigarlo y, sobre todo,
acariciarlo, le permitieron ir diferenciando las vivencias de ser tocado, to-
car y tocarse, constituyendo su experiencia corporal como la de un yo per-
sonal que espera, agarra, desea, disfruta, teme, etc. en relación a los demás
con quienes comparte un mundo. Aprender a experimentar ese mundo
solo es posible, desde su incepción, sobre un horizonte intersubjetivo.
Si en su primera infancia, el yo se autoconstituye en su salir de
sí mismo mediado por los otros que le va descubriendo un mundo con
sentido, su crecimiento personal posterior prolonga este movimiento de
autodescentramiento. Las sorpresas, conflictos y fracasos que encuentra
en su vida cotidiana le revelan un mundo cada vez más amplio y diferen-
ciado que desafía en menor o mayor medida su autocomprensión como
yo personal. Así, sus acciones y los proyectos cada vez más complejos que
estas pueden articular solo cobran sentido desde una pretensión, a menu-
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do implícita, sobre quién quisiera ser y cómo quisiera (con)vivir. Madurar
éticamente implica la posibilidad de dar un sentido integral a la historia
de la propia vida (Husserl, 2002). Esta posibilidad de asumir el conjun-
to de lo vivido puede formularse a través del discurso filosófico o, más
usualmente, plasmarse narrativamente (Čapek, 2017). Cotidianamente el
sujeto da razón de sí mismo ante otros narrándose; así también, ocasio-
nalmente enfrenta situaciones que lo cuestionan personalmente al des-
estabilizar aquella pretensión sobre quién aspira a ser. Aunque se pueda
vivir dando respuestas dispersas, también es posible madurar personal-
mente esforzándose con sus acciones en articular una narración coheren-
te de la propia vida —donde puede haber tanto constancia renovada, ma-
tices graduales o cambios radicales— en la que el yo pueda reconocerse.
Ser crecientemente capaz de dar razón fundada de esa narración es poder
responder —en acciones y palabras— ante uno mismo y ante los demás
por la vida propia; es decir, hacerse éticamente responsable. De ahí la im-
portancia de las experiencias estéticas en las que el yo es cautivado por
otras narraciones que se confrontan con la suya porque en ambas se pone
en juego su capacidad de salir de sí para vivir con sentido en el mundo.
En esa misma línea, Nussbaum (2010) destaca la importancia de la
experiencia de aprendizaje en las artes y humanidades como cultivo ético
de salir de sí mismo a otras formas de sentir y comprender el mundo, sin
pretender reducirlas a un único discurso. Explica, desde la perspectiva
psicoanalítica de Winnicott, cómo la experiencia estética reactualiza la
capacidad infantil de constituir un espacio transicional donde la aspereza
de la realidad y los deseos del ego puedan mediarse simbólicamente. La
literatura y, en particular, la tragedia griega clásica serían el paradigma del
espacio donde se puede contemplar y asumir los desafíos de la libertad
y vulnerabilidad humanas. Aunque las narraciones audiovisuales no son
consideradas por Nussbaum ni por algunas lecturas más recientes de su
propuesta (Gazmuri, 2022), las dinámicas comunicacionales que genera
sí ofrecen posibilidades propias para abordar esos mismos desafíos.
La literatura, como otras artes, genera diálogos donde se prolonga
el ejercicio empático de salir de sí destacado por Nussbaum. Hoy, quienes
disfrutan de animaciones se comunican de manera cada vez más intensa
gracias al desarrollo de los medios digitales en las últimas décadas. Además
de reseñas, recomendaciones, críticas y discusiones, esta comunicación se
materializa en imágenes, ya sea reproducidas o creadas desde la animación
original. Así, los dibujos de personajes y escenas se extienden desde la ani-
mación hasta salvapantallas, afiches, cubiertas de cuaderno, mochilas, etc.
En un sentido todavía más radical, el cosplay no se limita a disfrazarse de
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Fenomenología de la narración audiovisual para la formación ética empleando el “anime
Phenomenology of audiovisualnarrative for an ethical formation employing “anime”
un personaje, sino que asume el reto de encarnarlo efectivamente y mos-
trarse así ante otros. Como en este entretejimiento corporal entre ficción y
cotidianidad, la interacción digital y presencial se articulan en encuentros
como convenciones, ferias o centros comerciales donde se constata que el
consumo de la animación, como el de otros productos culturales excede
lo meramente económico. La investigación sobre consumo cultural mues-
tra cómo este se orienta por expectativas de realización identitaria y de
su reconocimiento, a menudo porque estas no se satisfacen en el mundo
circundante inmediato (Huber, 2002). Así, la comunidad de aficionados
a un “anime puede ofrecer una vivencia de cercanía y reconocimiento
más satisfactoria que espacios físicamente más cercanos como la familia,
barrio o escuela. La participación personal requerida por la vivencia de ver
una animación se concreta socialmente en una capacidad compartida de
resignificación que solo se comprende en relación con el contexto local y,
en particular, con sus posibilidades o limitaciones para el reconocimien-
to. Sobre ese horizonte intersubjetivo, se puede apreciar la relevancia de
adaptaciones animadas de clásicos de las tradiciones culturales europea
o asiática que hoy son disfrutadas por públicos que quizás aún no se han
acercado a sus textos (Rosain, 2021). Ristola (2021) muestra, por su parte,
cómo la articulación gráfica de ciertos animes de ciencia ficción permite
desplegar la participación del público en una deconstrucción crítica de sus
narrativas. La aclaración fenomenológica de estas posibilidades de crítica
y resignificación específicas del carácter intersubjetivo de la experiencia
de ver una animación sirve de fundamento para su investigación desde las
ciencias de la comunicación y, en particular, para su diálogo con la educa-
ción, a fin de aprovechar su potencial formativo.
Lamentablemente persiste la suspicacia o la valoración puramente
instrumental de las narraciones audiovisuales. El motivo no es una de-
ficiencia puramente teórica. Ya el siglo pasado Umberto Eco (2006) en-
contraba en la aproximación de la institucionalidad académica europea
a los productos de entretenimiento de las industrias culturales, una mal
disimulada actitud de superioridad, tanto en quienes se rasgan las vesti-
duras ante la degradación de la “verdadera cultura, como en quienes, en
el extremo contrario, celebran su disolución en el ascenso de la cultura
popular. En realidad, apocalípticos e integrados, al descartar a priori la
capacidad de resignificación los públicos, ponen en evidencia que, para
autoafirmar su autoridad cultural, necesitan presuponer su posición de
ventaja epistémica y ética en comparación con un público presumible-
mente incapaz de aclararse sobre el sentido de sus prácticas (Nugent,
2016). En contraste, investigaciones como las de Martín Barbero (1987)
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sobre las telenovelas latinoamericanas, muestran la importancia de com-
prender el sentido en el que los públicos viven su experiencia. Desde esa
mirada fenomenológica, las telenovelas no aparecen como productos
simplistas diseñados a la medida de un público poco instruido y atrapado
en ideologías románticas, machistas, racistas, etc. Permite apreciar cómo
sus narrativas ofrecieron temas y categorías compartidas a millones de
migrantes cuando necesitaban establecer vínculos de comunicación y re-
conocimiento, ya no en sus comunidades culturales tradicionales, sino en
las grandes urbes. Como señala Nugent (2010):
Los medios de comunicación masiva han permitido la disolución de
los tradicionales monopolios del saber y la legitimación de la opinión
pública. Las posibilidades de participación masiva y la importancia ga-
nada por la persuasión a costa de la obediencia han tenido lugar en un
contexto de ampliación de la cobertura de los servicios de educación
pública y los medios audiovisuales (p. 60).
Comprender la vivencia del anime hoy exige caer en la cuenta de
cómo las aproximaciones teóricas del investigador o, más específicamen-
te, del educador lo sitúan en relación con la capacidad de sus públicos
para dar sentido a su experiencia, porque ahí también se configura su
comprensión de lo ético y de formar éticamente.
Esta primera sección ha mostrado, desde una fenomenología del
ver una animación, que las narrativas animadas no solo tienen un va-
lor instrumental para la formación, sino que, en cuanto objetos estéticos,
ofrecen la posibilidad de enriquecer la experiencia del mundo y del su-
jeto como un yo personal llamado a crecer éticamente. Aprovechar este
potencial formativo requiere mostrar cómo esa perspectiva ética puede
mantener su dimensión normativa, aunque se enraíce en la particulari-
dad de la vivencia personal.
Recuperación fenomenológica de la afectividad
y los contextos prácticos
Esta sección profundiza en la comprensión fenomenológica de la racio-
nalidad y la ética empleada más arriba, para mostrar cómo permite una
reinterpretación del imperativo categórico que, al incorporar la dimensión
afectiva y la relevancia de las posibilidades fácticas de acción, dota de con-
tenido orientador el deber formal, moviéndolo a su realización concreta.
Esta concreción se da en forma del cuidado de la vulnerabilidad, como
condición fundante del yo y telos ideal de una comunidad ética humana.
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Fenomenología de la narración audiovisual para la formación ética empleando el “anime
Phenomenology of audiovisualnarrative for an ethical formation employing “anime”
La sección anterior expuso cómo el yo personal solo se va consti-
tuyendo como tal por su integración gradual en una comunidad intersub-
jetiva habitando un mundo compartido. Ese mundo no es, entonces, una
exterioridad trascendente que la conciencia subjetiva debe alcanzar cons-
truyendo el conocimiento, sino el horizonte que hace posible todo objeto
de experiencia. A ese mundo de la vida corresponde entonces, un sujeto
cuya racionalidad no admite ninguna diferenciación entre teórica, prác-
tica y estética (Husserl, 2008, p. 308). Esta comprensión fenomenológica
de la racionalidad funda su idea de la filosofía como ciencia; es decir, como
recuperación del proyecto occidental de una vida fundada en la evidencia
de la razón. La crisis de las ciencias que Husserl discute en el texto ho-
nimo consiste en el abandono de la pregunta por su fundamento y sentido,
para concentrarse en la formalización matemática con fines pragmáticos.
Recuperar para la filosofía, que asumió también esa autocomprensión re-
duccionista, la amplitud de la vida de la razón, permite aclarar cómo se
puede entender la posibilidad de una vida auténticamente ética. En ade-
lante, se tomará como base la comprensión de la racionalidad, la ética y
la vida comunitaria expuesta por Husserl (2002) en sus artículos para la
revista japonesa Kaizou (“Renovación”). Estas se gestan dentro de un largo
de proceso reflexión que comenzó con la aclaración del carácter racional
de la ética como discurso normativo, prosiguió precisando su concreción
en la respuesta a un llamado personal para la maduración ética en la reali-
zación del bien común, y culminó en una ética de apertura y autodonación
en los valores absolutos del amor (Melle, 2005).
En Kaizou, una vida racional es una vida en autorresponsabilidad
compartida en una comunidad ética que se realiza en un creciente au-
todescentramiento empeñado en el bien común, comprendido cada vez
más exigentemente. Ser racional es empeñarse sostenidamente en ser más
racional. Ese autodescentrarse solo se realiza auténticamente cuando se
abre a los otros en cuanto otros, en vez de reducirlos a meras proyeccio-
nes egocéntricas o etnocéntricas. La ética fenomenológica presupone el
cuidado de la alteridad cuya mediación permite el reconocerse y dejarse
sorprender en el encuentro con los otros. En ese sentido, el bien personal
como crecimiento ético se comprende sobre el horizonte del bien común,
como posibilidad de que los otros puedan realizarse en el esfuerzo por ser
más auténticamente quienes aspiran a ser. La idea de la persona ética es
correlativa, entonces, a la de una comunidad ética. Desde esta perspectiva
fenomenológica se puede plantear dos discusiones que permiten com-
prender la fecundidad de la reinterpretación husserliana del imperativo
categórico para la formación ética.
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En primer lugar, Husserl objeta la comprensión del deber implícita
en la versión kantiana del imperativo categórico. Kant (2012) no podía
admitir una dimensión afectiva en la determinación del deber, porque la
particularidad de los afectos comprometería la incondicionalidad propia
de lo moral, solo garantizada por la universalidad de la razón. Husserl
(2020) objeta que conceptos morales como deber, bien y, en general, ra-
zón práctica solo cobran sentido desde la vida afectiva: la acción es mo-
vida y orientada por un valorar fundado en afectos. Esta objeción pue-
de mantener la fuerza normativa del deber porque aclara la estructura a
priori en la vida afectiva; así se comprende que los afectos sean el origen
de los conceptos morales, pero que las normas no sean simplemente una
inducción de las regularidades afectivas fácticas (Crespo, 2017). Husserl
muestra que, así como el pensamiento se puede juzgar por su corrección
lógica, la vida afectiva entraña una normatividad propia que organiza la
sedimentación de habitualidades en el yo como sus formas personales de
dejarse afectar por el mundo. Este carácter a priori se puede formular en
términos de leyes axiológicas; por ejemplo, cuando el valor de un bien se
suma al valor de otro (un trabajo está bien remunerado y es personal-
mente satisfactorio) o cuando el disvalor del primero es absorbido por el
valor del segundo (aunque no pague bien, realiza a la persona profesio-
nalmente). Asimismo, en contraste con las leyes lógicas, no hay contra-
dicción en querer un bien y querer otro simultáneamente (dos opciones
profesionales), o en sufrir el querer y no querer un mismo objeto (porque
es placentero, pero daña la salud). Este carácter a priori de la afectividad
que anima la vida práctica presupone, entonces, no solo un desear que
desencadena y orienta la acción, sino también un empeñarse creativa-
mente en su despliegue para alcanzar lo deseado: actuar es procurar un
bien, atendiendo en cada momento qué se debe hacer, cómo y con q
recursos. Entre el mundo de bienes y la actividad del agente se estable-
ce una relación de causalidad que Husserl (1997) prefiere llamar moti-
vación, para distinguirla de la causalidad de los fenómenos físicos. Ese
mundo también está integrado por las acciones de los otros y los hechos
que acaecen independientemente de cualquier acción humana, condicio-
nando, a la vez que posibilitando, su capacidad de agencia. Como precisa
Husserl (2013): “Mi vida no es, sin embargo, nada para sí; está unida a las
vidas de los otros, es parte de la unidad de la vida comunitaria y alcanza,
por sobre ella, a la vida de la humanidad (p. 302) (la traducción es mía).
En segundo lugar, Husserl (2020) argumenta que solo es posible
realizar el deber —y no permanecer solo en el reconocimiento formal
de su obligatoriedad— si se comprende en qué puede consistir su cum-
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Fenomenología de la narración audiovisual para la formación ética empleando el “anime
Phenomenology of audiovisualnarrative for an ethical formation employing “anime”
plimiento, lo cual presupone saber discernir éticamente las posibilidades
fácticas de acción en las que se encuentra el agente: “En ella [la preferen-
cia realizada sentimentalmente en la voluntad], no se es consciente de
una de las posibilidades prácticas solo como un bien práctico, así como
también para las otras, sino como lo mejor prácticamente y eventualmen-
te como lo debido (p. 235).
En este sentido, el contenido material axiológico de la voluntad no
solo impulsa la acción, sino que la orienta a buscar lo mejor posible, dado
el contexto práctico que se habita. Ese contenido no confina la ética al re-
pertorio de bienes o acciones legitimados por una comunidad particular
porque la dimensión normativa de la esfera axiológica le exige abrirse a
un horizonte cada vez más universal. Así, la vida ética no se limita al reco-
nocimiento formal del deber, pero tampoco a su cumplimiento puntual:
Pero [el imperativo categórico kantiano que es el mismo para todos] para
cada uno recibe su contenido particular mediante las situaciones motiva-
cionales materiales, las cuales confieren a los actos singulares de la volun-
tad no solo la racionalidad que se funda en la motivación por los valores
auténticos y aquellos respectiva mente mejores, sino también la racionali-
dad categórica que procede del categórico debes” que coloca a la voluntad
en el contexto universal de esta vida individual toda y la subordina a un
fundante quiero hacer el bien que abarca esta vida toda (p. 255).
Por eso, la persona requiere acreditar la concepción propia de
vida buena cómo la más valiosa ante los cuestionamientos surgidos de
las dificultades prácticas para su realización, las objeciones de los otros
o la autocrítica.
La reformulación husserliana del imperativo categórico de Kant y
Brentano en forma de “¡Haz lo mejor entre lo alcanzable en toda tu esfera
de influencia práctica!” (Husserl, 1988, p. 142, en Cabrera, 2017, p. 32),
involucra, entonces, la responsabilidad de aclararse permanente sobre lo
axiológicamente mejor y sobre la mejor manera de realizarlo. En este sen-
tido, la ética fenomenológica no descarta toda preocupación por la racio-
nalidad práctica como meramente instrumental para limitarse a destacar
la importancia de la apertura afectiva a la realidad, como parecen sugerir
ciertas aproximaciones hermenéuticas (Gazmuri, 2022). Asumir la res-
ponsabilidad por la acción es, simultáneamente, comprometerse con el
autoconocimiento personal para crecer en autorresponsabilidad. Como
ya se señaló, este crecimiento tiene como condición la apertura a críticas,
confirmaciones o aportes novedosos de los otros.
Esta acreditación comunicacional de la racionalidad no se limita a
la necesidad de la comunicación como instrumento de socialización ni del
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otro como mero interlocutor. El proceso mismo de autoconstitución ori-
ginaria del yo tiene la forma de un autodescentramiento en el otro, como
quien despierta y orienta su incipiente capacidad de agencia. En ese sentido,
el otro que acoge y cuida es, en sentido estricto, el primer yo (Hart, 1992).
Ese cuidado es vivido por el yo en emergencia como una gracia, en el sen-
tido de que no la consigue con su esfuerzo ni puede todavía reconocer lo
que necesita. Su capacidad de agencia y, en particular, de cognición, se irá
constituyendo desde la apertura de su vida afectiva y volitiva al cuidado.
Como precisa Hart (1992): “Porque el Otro es la primera persona que el
infante conoce y por quien se guía en su calidad de persona, el Otro y la
medida del Otro es el estándar de su valor” (p. 200) (la traducción es mía).
El reconocimiento de la alteridad del otro no se limita, entonces,
a la identificación de otro sujeto, sino que se realiza como el entreteji-
miento afectivo con quien hace posible vivir. En ese sentido, la gracia del
cuidado tiene como correlato el respeto por el otro; esto es, no solo su
irreductibilidad a los deseos del yo emergente, sino su valor modélico
como aquel que le hace posible reconocerse, orientando el crecimiento
de su ser y actuar en el mundo (Drummond, 2006). Ese sentimiento de
respeto al otro como modelo que aparece por primera vez en la persona
cuidadora funda la posibilidad del respeto a la persona en general; es de-
cir, a la posibilidad de apreciar la dignidad de la alteridad humana y su
capacidad de ser y actuar auténticamente, incluso cuando no siempre lo
haga y se dañe a sí mismo y a otros.
Este respeto a la dignidad del otro lo comprende, entonces, en re-
ferencia al mundo concreto donde su vulneración se da fácticamente y
no solo como posibilidad. En ese mundo, el yo aparece a los otros en su
condición humana de vulnerabilidad, no solo en su primera infancia sino,
a lo largo de su vida, en el empeño por una vida plena con ellos: “Es un
activo hacernos vulnerables lo que nos permitirá recuperar el mundo de
la vida como un mundo interpersonal pacífico (Quepons, 2020, p. 9) (la
traducción es mía). En ese sentido, el bien común no es solo una despensa
de propiedades compartidas, sino la vida de una comunidad ética que
tiene en el amor su origen y telos último (Hart, 1992). Husserl compren-
de éticamente el amor como el autodescentramiento personal que crece
hasta hacerse capaz de la autodonación que alguna vez lo acogió en el
cuidado. Esta entrega de uno mismo para que los otros puedan ser cada
vez más auténticamente sí mismos, mueve a la persona éticamente madu-
ra incluso cuando la teoría ética no puede formular más razones. Husserl
(2013) discute esta resolución de la vida ética proponiendo la imagen de
una madre que, sabiendo que la destrucción del mundo es inminente, se
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Fenomenología de la narración audiovisual para la formación ética empleando el “anime
Phenomenology of audiovisualnarrative for an ethical formation employing “anime”
empeña en el cuidado de su hijo. Cuidar del otro en el amor, cuando la
propia vulnerabilidad se sufre en toda su radicalidad, hace visible el valor
absoluto de la vida ética no como omnipotencia suprahumana, sino como
servicio solidario abierto a todo sufrimiento. Husserl (1987) refiere esta
realización ética en el amor al modelo de Cristo. Desde él pudo reconocer
durante el ascenso del totalitarismo nazi el valor de la lucha de las perso-
nas auténticamente éticas. Un siglo después, hay que buscar, compartir y
elaborar formativamente nuestros propios modelos comprensibles, cues-
tionadores y movilizadores para estas nuevas generaciones.
Drummond (2006) apunta que el respeto por el otro como modelo
de persona ética no se limita a los prójimos fácticamente existentes. Puede
haber personas ya fallecidas cuya presencia se sigue viviendo en la tradi-
ción familiar o comunitaria como una inspiración movilizadora. Más aún,
también los personajes de ficción pueden encarnar esos modelos cuando el
sujeto, al sumergirse en sus mundos alternativos, reactualiza su capacidad
de aprender a percibir su mundo cotidiano, como se discutió en la primera
sección. Objetos estéticos como las narraciones audiovisuales y, específi-
camente, la animación, entrañan esta dimensión ética que ahora familias
y docentes pueden comprender mejor para aprovecharla formativamente:
El acceso público a una ficción animada ofrece a espectadores, que pue-
den no conocerse entre sí, formas compartidas de narrarse: modelos de
persona(je), aspiraciones, peripecias, valores, etc. Les ayuda así a com-
prender e imaginar mutuamente quiénes son y quiénes quisieran ser, no
porque todos digan o hagan lo mismo, sino porque comparten un sen-
tido común narrativo que les permite reconocerse en la ruta que cada
cual sigue (Casallo, 2023, p. 47).
El anime, en particular, tematiza en sus tramas algunas de estas
discusiones éticas y la pretensión formativa misma.
Esta sección ha mostrado cómo la comprensión fenomenológica
de la afectividad y los contextos de acción fundamenta una reformula-
ción del imperativo categórico que no debilita el deber ético, sino que lo
radicaliza en el amor como la exigencia del cuidado concreto de la vul-
nerabilidad humana. La importancia del respeto y las figuras modélicas,
incluso ficticias, en ese proceso de crecimiento ético permite aprovechar
las discusiones desarrolladas en la sección anterior sobre la experiencia
estética de las narraciones animadas para mostrar cómo ofrecen un esce-
nario y claves para trabajar formativamente estos temas con estudiantes.
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Ensayo de diálogo ético formativo a partir de dos “animes”
Esta sección articula las discusiones fenomenológicas precedentes sobre
la vida ética con la interpretación previas del potencial formativo en la ex-
periencia estética de narraciones animadas. Esta articulación se aplicará
a dos animes que ponen en escena algunas de las problemáticas éticas
abordadas en aquellas discusiones, para mostrar cómo una comprensión
narrativa de la experiencia educativa permite a los docentes abrir diálo-
gos formativos con los estudiantes sobre la vulnerabilidad y el cuidado.
Se propone, entonces, ver y trabajar en el aula con: Psycho-Pass (Dir.
Katsuyuki Motohiro y Naoyoshi Shiotani, 2012-2013, 22 episodios) y Death
Parade (Dir. Yuzuru Tachikawa, 2015, 12 episodios). Ambos son accesibles
en Latinoamérica a través de servicios de streaming pagados y gratuitos. La
cuestión de la accesibilidad puede motivar un diálogo preparatorio donde
los estudiantes compartan sus hábitos de consumo audiovisual —qué ven,
con qué frecuencia, qué les gusta más, etc.— en contraste con sus docentes.
Este compartir mostrará, por ejemplo, si conocen los animes propues-
tos. Intencionalmente no se ha seleccionado los más vistos internacional-
mente, precisamente para animar a los participantes a generar un discurso
original. Con todo, quienes no los conozcan probablemente se informen
rápidamente por internet de la trama, críticas, etc. El docente no necesita
evitar esta situación hermenéutica que hoy involucra a todas las materias
—los estudiantes pueden encontrar rápidamente recursos en internet para
completar, cuestionar o suplir los contenidos y actividades trabajados en
el aula— sino insertarse en ella para mostrar con sus preguntas que el diá-
logo se inicia con la disposición a aprender de los otros.
Ambos animes transportan al espectador al futuro. En Psycho-
Pass asistimos a una sociedad gestionada y planificada por el sistema Sy-
bil, una inteligencia artificial capaz de evaluar en tiempo real el potencial
violento de cada ciudadano para determinar si sigue siendo aceptable
para la vida social o si es necesario someterlo a terapia, encarcelarlo o eli-
minarlo. Sybil determina ese coeficiente con objetividad científica, anali-
zando la actividad cerebral de cada persona y prescindiendo de cualquier
consideración sobre su historia previa o situación particular que pudiera
afectar su imparcialidad. Death Parade transcurre en otra forma de futu-
ro: un bar donde aparecen personas que acaban de morir para participar
en juegos que deben sacar a la luz su verdadera personalidad moral. Los
jugadores ignoran que han muerto y que el árbitro de los juegos decidirá
si se reencarnarán o desaparecerán en el vacío; de lo contrario, perderían
interés en el juego. Según esa misma lógica, la imparcialidad de los árbi-
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Fenomenología de la narración audiovisual para la formación ética empleando el “anime
Phenomenology of audiovisualnarrative for an ethical formation employing “anime”
tros está garantizada porque estos no pueden morir, sentir emociones ni
eximirse de juzgar. A continuación, se explicita, como guía para que el
docente motive la discusión, cómo cada anime problematiza la certeza
ética que sostiene implícitamente su narrativa.
Psycho-Pass pone en pantalla la inevitabilidad de la violencia sis-
temática cuando se pretende suprimir toda violencia. La sociedad gestio-
nada por Sibyl no solo es administrativamente eficiente, sino que ubica a
cada ciudadano en un trabajo de acuerdo con sus capacidades y expecta-
tivas, para que al final del día disfrute su vida privada. Mientras el orden
garantiza paz y seguridad, el consumo ofrece felicidad. Sibyl no es una
máquina, sino un sistema: un conjunto de protocolos capaces de calcular
los cambios en las fuerzas del entorno para automodificarse y responder
mejor. Juzga a cada ciudadano por lo que hace, pero también por lo que
podría hacer, incluso antes de que lo decida. Por eso, evalúa también a la
víctima de un crimen, por si el shock afectivo elevara tanto su coeficien-
te de violencia, que debiera ser ejecutada inmediatamente. En ese Japón
que prospera económicamente cuando el resto de países sufre la anarquía
política y social, cada cual se ocupa solo de sus asuntos y procura que su
coeficiente de violencia se mantenga en niveles suficientemente bajos.
La narrativa ubica a los espectadores —docente y estudiantes—
en un equipo del Ministerio de Bienestar encargado de intervenir en los
(posibles) brotes de crímenes detectados por los sensores de Sibyl. Los
inspectores lideran las intervenciones del equipo y realizan los arrestos o
ejecuciones necesarios. Son asistidos por ejecutores, antiguos inspectores
que perdieron su libertad cuando su coeficiente de violencia superó lo
permisible. El conflicto comienza cuando aparece un criminal indetec-
table por el sistema y se desarrolla siguiendo cómo Sibyl respondería a
esta anomalía. Esta respuesta gira en torno a Akane, una joven inspec-
tora que, aunque cumple escrupulosamente las reglas, tiende a ver a las
personas más allá de ellas, incluso a sus colegas ejecutores y a los (poten-
ciales) criminales. Las perplejidades de Akane transforman la aventura
policial en un thriller que va revelando la verdadera naturaleza de Sibyl:
una red de cerebros humanos interconectados capaces de procesar y re-
solver conflictos confrontando sus diferentes puntos de vista en un pro-
ceso estrictamente lógico. El sistema está programado para adaptarse a la
imprevisibilidad de las acciones humanas, pero solo la puede formalizar
en términos de una insuficiencia en su perspectiva de análisis. Por eso, la
única solución que puede producir es incrementar su diversidad interna
con puntos de vista radicalmente diferentes al del sistema: incorporar los
cerebros de los criminales más violentos, extraídos en secreto antes de
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su ejecución oficial. Cuando la inspectora Akane descubre la verdad, su
confrontación con Sybil encarna narrativamente el debate entre la inhu-
manidad de una ética del deber recortada según el modelo de objetividad
científica y la relevancia de la particularidad del agente y su situación vi-
tal. El sistema tiene normas bien definidas, pero la generalidad de esa de-
finición necesita excluir la referencia a casos específicos. Esta centralidad
de la norma reduce su aplicación a un problema secundario que, en la na-
rración, se resuelve técnicamente con el algoritmo al que los Inspectores
obedecen cuando liberan, arrestan o ejecutan a alguien. Cuando Akane
le reclama a la red de cerebros qué orden y qué sociedad ha construi-
do, está recuperando una pregunta por el sentido de lo ético que, en ese
mundo imaginado, como en el mundo real, parece ya no tener espacio.
Aunque Psycho-Pass pone en escena muchas otras problemáticas éticas
en sus tramas secundarias y sus siguientes temporadas, no pretende al-
canzar una refutación definitiva de las pretensiones de una ética deonto-
lógica. Ofrece, en cambio, un horizonte narrativo desde el que el docente
puede apreciar y acoger las preguntas y comentarios de los estudiantes,
ayudándoles a advertir las discusiones éticas en las que han tomado posi-
ción al sumergirse en ese anime. Las puede relacionar, por ejemplo, con
las tomas de posición cotidianas frente al crecimiento de la violencia en
América Latina, la insatisfacción frente a las respuestas estatales, los lími-
tes que prescribe la ley para el uso de la fuerza y, finalmente, la disposición
a aceptar medidas que sobrepasen, en nombre del orden, ese marco legal.
Death Parade deconstruye, por su parte, la noción moderna de su-
jeto ético y la posibilidad de juzgarlo. Como Nietzsche, cuestiona la idea
de ese sujeto unitario y estable, como una construcción tranquilizadora
que presupone la autotransparencia de la conciencia, al costo de reprimir
la fuerza vital y tumultuosa que anima su sí mismo (Parmeggiani, 1998).
La moral y la verdad que la justifica serían herramientas centrales para esa
represión. Por eso, en Death Parade, el juicio de los árbitros es necesario: se
asume que la personalidad moral de alguien es más compleja que la conta-
bilidad de sus buenas y malas acciones en vida. Esta complejidad solo sal-
dría a la luz en situaciones extremas como los juegos donde las decisiones
involucran inescapablemente el sufrimiento propio y ajeno. Cada juego
está configurado según sus participantes: ya sea que ganen o pierdan en
cada etapa, revivirán simbólica y corporalmente los momentos más fuer-
tes de sus vidas. El conflicto se inicia cuando una misteriosa joven humana
aparece en el bar del árbitro Decim, aunque no estaba en la lista para ser
juzgada. Pronto comenzarán a cuestionar si los juegos pueden revelar la
verdadera identidad personal o si solo fuerzan violentamente una respues-
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Phenomenology of audiovisualnarrative for an ethical formation employing “anime”
ta más, porque quizás no hay ningún yo central inmutable que subyazca
a todos sus actos. La duda se plasma narrativamente; por ejemplo, en una
mujer que, a pesar del maltrato de su esposo durante el juego cuando se
revela que le fue infiel, perjudica su propio puntaje para que ella sea con-
denada al vacío y él pueda reencarnarse. Cuando Decim advierte el posible
error en su juicio, se pregunta si todo ser humano no debería merecer su
respeto, porque parece ser siempre una posibilidad abierta.
Como en Psycho-Pass, una intriga mueve Death Parade. La jefa
de Decim quería probar la corrección de los juicios de sus árbitros; por
eso lo hizo capaz de interesarse por las emociones humanas y le asignó
a Chiyuki, la joven misteriosa. Esta plantea el cuestionamiento final al
sistema de juegos y jueces cuando por fin recuerda quién era: una exitosa
patinadora sobre hielo que, luego de un accidente que destruyó su carre-
ra, no pudo soportar la depresión y se quitó la vida. Cuando Decim le
permite ver cómo su familia la sigue extrañando y le ofrece la posibilidad
de revivir —a cambio de que algún otro desconocido muera— Chiyuki
no puede dejar de recordar a quienes vio juzgados y declina la oferta. En
vez de aceptar la lógica de los juegos e intentar salvarse, opta por hacer
la paz con ella misma y sus decisiones, más allá de cuál sea su destino
final. Decim y su jefa saben que es imposible dejar de juzgar —o sería
imposible orientarse al actuar— pero se preguntan desconcertados si no
es más importante, antes y después del juicio, comprender a la persona
en su realidad que casi nunca puede controlar del todo. Death Parade no
se abandona, entonces, al desencanto posmoderno frente a la ética como
discurso normativo ni a la disolución total del ideal moderno de un suje-
to autónomo desde su autotransparencia (Bauman, 2005). La pregunta y
el juicio éticos permanecen, aunque siempre sean interpretables, porque
encarnan la preocupación frente al factum innegable del sufrimiento. La
ética puede tener sentido cuando se hace, en su teoría y práctica, cuidado
de la vulnerabilidad humana sufriente.
Si bien animes como Psycho-Pass y Death Parade no agotan las
problemáticas éticas que ponen en escena, su valor educativo tampoco se
reduce a ser un instrumento para ilustrarlas. Evidencian la importancia
ética de la vulnerabilidad humana en —y no a pesar de— sus circuns-
tancias particulares y su expectativa de ser acogida en el cuidado. Esta
expectativa se expresa desde el cuerpo vulnerable y se comparte lingüísti-
camente en las narraciones de la vida propia, esperando nuestra respues-
ta. Este sentido de acogida y elaboración en el diálogo es el que se puede
aspirar a crear en el aula, como parte del horizonte mayor de encuentros
con el otro en que la persona ética va madurando. Acoger y compartir la
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vulnerabilidad a través de la narración de la vida propia, reclamada por
narrativas como la de estos animes que pueden abrir espacio a la con-
fianza desde el ser vulnerables en este mundo compartido:
Quizás la dimensión más importante de la vulnerabilidad humana funda-
da en otros sentidos de ser o sentir, es precisamente esta dimensión de ha-
cerse vulnerable en la confianza. Mientras experimentamos la vulnerabi-
lidad corporal como debilidad y fragilidad, dependiente de circunstancias
externas o el azar, la vulnerabilidad en la confianza no es solo reconoci-
miento, pero un empeñarse activamente en hacerse vulnerable, un acto de
apertura de mí mismo a otros (Quepons, 2020, p. 8) (la traducción es mía).
Esta apertura en confianza desde la vulnerabilidad no se concreta,
como precisa Arendt (1998), en la fuerza muda que se impone sobre otros,
sino en el poder que puede acoger en el diálogo a quienes son diferentes.
Desde esta perspectiva fenomenológica, formar éticamente a ni-
ñas, niños, adolescentes y jóvenes en el ideal de una vida en autorrespon-
sabilidad, debe comenzar recuperando reflexivamente sus experiencias
vitales, sin abstraerlas de su condición de vulnerabilidad originaria, para
enriquecerlas críticamente y, sobre todo, cuidarlas —curarlas, en lo posi-
ble— a través del diálogo:
Dadas las condiciones ambientales correctas y las intervenciones apro-
piadas, la severidad de los síntomas del trauma pueden reducirse […],
y cuando los docentes comprenden cabalmente las necesidades de sus
estudiantes, pueden proveerles del espacio físico y emocional que sos-
tiene lo que los investigadores llaman neuroplasticidad —o la habilidad
del cerebro para recablearse, formando nuevas conexiones neuronales.
Así, aunque el trauma tiene efectos negativos en el aprendizaje, el apren-
dizaje también puede deshacer el trauma (Salvatore y Crain De Galarce
en Darragh y Petrie, 2022, p. 268) (la traducción es mía).
Estas experiencias de mayor o menor trauma se recogen en narra-
ciones donde cada cual se puede reconocer y aspira a ser reconocido por
otros. En ese sentido, el cultivo del diálogo en el aula apunta a articular esos
procesos de desarrollo en una narrativa común, donde la palabra del otro
permite reimaginar la palabra propia. Como señalan Borbar y López (2020):
Ese hilo de voz [generado al compartir las historias de vida] señala ese
pasaje entre pensar singular y común, que se encuentra atravesado de
aquellos postulados culturales elegidos para promover este movimiento
interno, individual y colectivo, que invite a repensar y re-sentir aquellas
ideas construidas anteriormente y que traiga nuevos ecos a la conver-
sación, abriéndose a la novedad de la creación dialogada (pp. 235-236).
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Esta comprensión narrativa de la experiencia educativa requiere de
los docentes una capacidad de escucha que se forma hermenéuticamente
aprendiendo a percibir, a través de la palabra explícita del estudiante, la
comprensión implícita que la anima (Joaqui y Ortiz, 2019). Este escuchar
como acogida es caracterizado por García y Lewis (2014) como una acti-
tud de atención fenomenológica que, en vez de concentrar la formación
docente en la fijación de creencias o reglas, la orienta al desarrollo de una
sensibilidad que permita sintonizar con el diálogo en clase para moti-
varlo, interpelarlo y ofrecerle posibles orientaciones. Así, comprenden al
docente como un:
Practicante con tacto, sensible y abierto al estado de ánimo de la cla-
se, en vez de un practicante crítico y autorreflexivo preocupado por las
creencias y prácticas apropiadas [lo cual] significa que la fenomenología
desafía fundamentalmente el modelo de excelencia respaldado por los
psicólogos cognitivos (p. 161) (la traducción es mía).
Como ya se señaló, esta sensibilidad se puede formar, precisamen-
te, en el cultivo de las artes y humanidades, así como de las narrativas au-
diovisuales. En ese sentido, compartir con los estudiantes ese cultivo, por
ejemplo, viendo con ellos en el aula un anime y discutiéndolo luego des-
de cómo resonó en cada uno, es enseñar performativamente que formarse
es una actividad compartida. Más aún, demuestra que la formación ética
no requiere sustraerse a un espacio de aprendizaje artificial, sino que solo
toma distancia de la vida cotidiana para profundizar en ella, advirtiendo
y discutiendo sus encrucijadas presentes o por venir. La presentación en
clase de las palabras de los filósofos y filósofas de la tradición debe poder
acreditar su sentido al interior de esa discusión; de lo contrario, solo se-
rán ideas inertes que muy probablemente se olvidarán al final del curso.
Como apunta Arendt (2006), “[n]inguna filosofía, análisis o aforismo, por
profundo que sea, puede compararse en intensidad y riqueza de signifi-
cado con una historia bien narrada (p. 32). De hecho, todos los saberes,
prácticas y actitudes que se ofrecen en las actividades de aprendizaje, son
hechas suyas por el estudiante cuando los integra en el relato personal
que puede hacer del crecimiento de sus capacidades de agencia para cui-
dar del mundo en forma cada vez más lúcida y responsable. Sin escucha,
diálogo y apropiación en la propia palabra, no hay formación humana.
Las discusiones precedentes sobre Psycho-Pass y Death Parade son
solo una posibilidad de aprovechar estas animaciones desde la perspec-
tiva de las dos primeras secciones de este texto. Cuevas (2020) propone
categorías e instrumentos —básicamente la lectura de sentido (el sentido
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interno del mundo ficticio) y las motivaciones de los personajes (pp. 176-
177)— para animar la discusión sobre productos cinematográficos que
son compatibles con esa perspectiva. El diálogo con cada grupo particular
generará, además, sus propios cuestionamientos: por qué estos animes
tienen títulos en inglés, por qué los cuerpos de la mayoría de personajes
son esbeltos, por qué la felicidad en la sociedad de Psycho-Pass ya no es
tener mucho sino poder consumir mucho, cómo la reciente pandemia ha
hecho a estudiantes y docentes pensar más —o no— en la muerte, etc.
La apertura a esos aportes puede traer al diálogo otros mundos de ex-
periencia que hoy cautivan a los y las estudiantes y en los que participan
activamente: la música y baile pop coreanos, las telenovelas de ese país, las
historietas de otros continentes, las sagas de novelas juveniles, los clubes
de fans formados en torno a estos productos culturales, etc. El desafío es,
respetando la gratuidad de esos espacios de experiencia, conectarlos con
las actividades formativas en el aula. Ahí se puede compartir, con cono-
cimiento y entusiasmo, la riqueza que de la tradición canónica recogida
en los currículos oficiales. Psycho-Pass permite conectar fácilmente la dis-
cusión con novelas como Un mundo feliz de Aldous Huxley (2016), las
advertencias de Kant (1985) sobre el costo de La paz perpetua que busca
eliminar todo conflicto o, incluso, los avances en el desarrollo de las inte-
ligencias artificiales. Death Parade y su reimaginación de la muerte como
situación reveladora puede preparar el terreno para apreciar la relevancia
de la lectura existencial de Heidegger (2005) en Ser y tiempo, el sentido
del acompañamiento psicológico o, mucho más atrás, con la pedagogía de
las escuelas helenistas. Hoy se requiere una formación que capacite a los
y las docentes para admirar y conocer más esa tradición, así como para
admirarse con los estudiantes de lo los cautiva para poder incorporarlo
narrativamente en su experiencia educativa:
Estas preguntas fundamentales (preguntas que alcanzan el verdadero
ser de la enseñanza, su significado, su naturaleza como una práctica
focial) son lo que sostendrá la admiración necesaria para hacer de la
educación más que el desarrollo de destrezas o para hacer de la ense-
ñanza algo más que un simple empleo (García y Lewis, 2014, p. 164) (la
traducción es mía).
Esta sección ha mostrado cómo la comprensión fenomenológica del
ver una animación y de la vida ética permite plantear diálogos significativos
al interior de la narrativa de dos animes, sin trivializar la importancia de la
discusión ética ni tratar condescendientemente a los estudiantes.
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Conclusiones
La discusión fenomenológica muestra que el valor de las narraciones au-
diovisuales como el anime no es únicamente instrumental, sino que se
funda en el potencial de la experiencia estética para renovar el proceso
de crecimiento del yo personal y su acción en el mundo. Comprender
ese proceso es éticamente relevante porque permite una fundamentación
más sólida del deber ético al considerar su dimensión afectiva y las po-
sibilidades fácticas de acción. Así, el deber se radicaliza como amor en
el cuidado concreto de la vulnerabilidad de la vida humana en comuni-
dad. La educación participa de esta vida ética comunitaria cultivando el
diálogo formativo en el que puedan crecer sus nuevos miembros. Se ha
propuesto, a modo de guía para la docencia, cómo una discusión feno-
menológica informada al interior de los espacios narrativos abiertos por
dos animes hace posible esa forma de diálogos formativos sobre temas
éticos relevantes porque sintoniza con las preguntas, intuiciones y aspira-
ciones en las que los estudiantes ya se desempeñan cotidianamente.
Asumir esos diálogos como un eje fundamental de la actividad
educativa es reconocer que su objetivo no es alcanzar el silencio de una
conclusión definitiva, sino prolongar hacia toda la vida el interés por se-
guir interrogando e imaginando respuestas para discutirlas (Contreras
et al., 2019). Esta tarea requiere rigor académico y capacidad de admi-
ración, tanto por los saberes, experiencias y sensibilidades que se busca
compartir como por aquellos que hoy cautivan a las y los estudiantes.
Una comunidad educativa que muestre cómo esa pasión por el diálogo en
admiración y rigor está presente en las actividades de aprendizaje de sus
diferentes líneas formativas estará respondiendo a la crisis de la razón del
momento actual, porque está encarnando la idea de comunidad ética que
puede renovar la vida en común.
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Fecha de aprobación: 20 de noviembre de 2023
Fecha de publicación: 15 de julio de 2024